Nick
Llevo un gran pedazo de torta a mi boca, desviando mi mirada a cualquier lugar evitando así los ojos de un color caramelo que me observan tan abiertos que echan fuego. Resopla estresado, pasando la mano sobre su cabello rojo cobrizo. El pedazo de torta de sabor a un chocolate dulce se convierte en un sabor agrio, trago fuerte llevando mi mano a la garganta como si ardiera.
—¿Cómo pudiste hacer eso, Nick? —inquiere descontento, moviendo su cabeza en negación.
Paso las manos por mi rostro, estresado. Sé muy bien lo que hice, sé muy bien lo que acarrea mi error, no obstante, no logre evitarlo. No es la primera vez que Hasley se me insinúa de esa manera provocativa, he tratado de alejarla con respeto. Ella es tan terca que es un dolor de cabeza intenso, con solo verla mi cuerpo reacciona corriendo en la dirección contraria. No esquivo ni mucho menos justifico mi error, pero admito que si no hubiera estado pasado de copas nada de esto hubiera sucedido.
—No sé, Hasley no es fea, me deje llevar, no estaba sobrio, Evan —comento, empujando el platillo hacia mi amigo —. Comete ese pedazo que queda, sé que te gusta el chocolate.
—Ya me comí un pedazo —dice, mirando el platillo con adoración, cierra sus ojos apretándolos con fuerza—. Me van a salir muchos granos, Nick.
Encojo mis hombros, dándole una media sonrisa.
—Después se van de tu lindo e inigualable rostro —alego, coreando con un tono de voz más ronca de lo habitual.
Rueda sus ojos, yendo hacia adelante para darme un rápido golpe en la cabeza llevando consigo desordenarlo, gruño tocando mi cabeza.
—Pero, ¿A quién quieres? ¿Hasley o Aubrey? —pregunta, retomando el tema inicial.
Recuesto mi espalda en la silla, sentándome cómodo, humedezco mis labios al pasar la punta de la lengua por los mismos, percibo algunas miradas embobadas de diversas chicas que se encuentran en la cafetería. Evan ríe por lo bajo, tapando sus ojos.
—Hasley no me gusta, lo que pasó fue un error que evitare no volver hacerlo de nuevo —digo tranquilo.
—Ummm —emite un sonido extraño.
—¿Vaca salvaje? —me burlo.
—No me gusta tu apodo —me mira, enojado. Se remueve en la silla, posando sus codos sobre la mesa, cruzando los brazos para apoyar su barbilla, me mira de una manera pesada—. Lo bueno es que no ando detrás de una chica que me gustó desde hace cinco años atrás, ¿no?
Ahora es mi turno de levantar un poco mi cuerpo para pegarle en la cabeza. Se queja diciendo que no dijo nada malo, sí, claro que no dijo nada malo. Me devuelvo a mi sitio, molesto. Evan solo figura una sonrisa divertida, cojo un par de servilletas entre mis manos que las arrugan con fuerza para tirarle, una choca contra su boca y la otra en el ojo derecho, hincándolo.
—Mejor pídeme un café —sugerí, sonriente.
—No soy tu esclavo —se pronuncia Evan, quien tiene el dorso de su mano sobre su ojo afectado.
Chasqueo mi lengua, restándole importancia.
—Vamos, hombre. Pide dos capuchinos —pido, agarrando las servilletas restantes que se encuentran en el centro de la mesa.
—Eres molestoso—se levanta —. Tú debes pagar.
—¿Yo? —me señalo.
—Si, por los daños causado y por la vergüenza que pasare frente a la chica bonita al pedir dos capuchinos con un ojo rojizo horrible.
Suelto a reír sin querer.
—A ella ni le has de importar.
Ruedas sus ojos, yéndose con una mano sobre el ojo e inclinando un poco más hacia adelante su gorra.
Evan jamás llegara a ser el chico malo de una historia amorosa. Las pocas relaciones que le he conocido duran bastante tiempo, pero siempre acaban por alguna razón estúpida que él no desea contar, aseguro que es estúpido, porque él es el típico chico que muchas chicas sueñan con tener.
Con Evan Johnson la palabra desencantador esta fuera de su lista. Le encanta demostrar su amor y gritarlo a los cuatro vientos, se amanece haciendo regalos increíbles, se excluye de ir a muchas fiestas por cranear que hará ese día con la mujer que el cree que es el amor de su vida. Ese hombre cuida tanto de si mismo, que es admirable el hecho de como controla el tiempo para todo y como ama intensamente cada relación que supone es la indicada, siempre falla, espero que la que que venga en su tiempo sea la que tanto espera.
—¿Qué vas hacer? —la voz varonil de Evan, me interrumpe mis pensamientos.
—El foco no desea encenderse —respondo frustrado.
Toma asiento, sin antes dejar el capuchino en mi lugar de la mesa, tomo saboreando lo caliente y delicioso que está. El día está un poco melancólico, al parecer el sol no desea salir o quizás la las nubes grises lo está deteniendo.
—Te han tocado tantas chicas fáciles que no sabes que hacer con una que es difícil para ti —ríe, bajo la mirada del cielo mirándolo de mala gana. Se sienta, tomando un poco de su capuchino y se acomoda la gorra.
—No es como todas. Ella es diferente, única —sonrió, al recordar su sonrisa cuando me veía llegar por ella o cuando íbamos a cualquier lugar, la estaba haciendo feliz, pero en segundos todo se fue al carajo.
—También le has hecho tanto daño —me recalca.
—¿Es difícil desear que ese alguien solo sea para ti? —inquiero angustiado. Requiero encontrar una solución rápida, no puedo dejarla libre tanto tiempo.
—Hasta que te la lleves a la cama con pétalos de rosa, de ahí se te acabará todo el drama de amarla —dice, dando un segundo trago a su capuchino, el cual se hace más largo.
—Cree que soy el chico que llegó a reconstruir su corazón, bueno lo estaba haciendo bien... —comento, pensativo —Entonces, debo volverlo hacerlo desde cero, pero con más precisión y atención, para que sea rápido.
—Tú sabes que esto no me gusta, sin embargo, ten cuidado —me señala como el dedo índice —, porque después puede haber un explosivo de corazones y ¡Bum! —junta sus manos en puños para luego abrirlas formando una silueta de arcoíris —, ese corazón fiero se enamora de ella y no podrás salir tan fácil.
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Editado: 03.10.2022