Trato de abrir una bolsa de doritos picantes, me duelen mis manos de tanto estirar esta cosa, solo quiero comer y ni eso puedo. El pitido de un heladero me hace ponerme de pie con mis doritos para encaminarme hacia él. El señor me sonríe al verme en su dirección, se detiene preguntándome que sabor deseo de una manera alegre, lo peor es que todavía ni llego por completo a su puesto.
—Buenos días —lo saludo, le regalo una sonrisa amable al escuchar la misma respuesta por su parte.
Le indico que deseo un helado de 50ctv de sabor a coco con chocolate, el señor asiente haciendo su proceso de servir el helado. Me lo entrega con un extra de manjar lo cual se lo agradezco, le doy el dinero y me despido probando y saboreando lo delicioso que es esto.
Vuelvo a mi sitio, donde tomo asiento con cuidado de no caerme de espalda por culpa del columpio. Dejo entre mis piernas el pequeño envase de helado y repito el asunto de abrir la bolsa de doritos. Hice demasiados intentos que perdí la cuenta, pero al final lo he logrado. A gusto con mis alimentos, observo el parque desolado, me encuentro esperando la aparición de Betty, quien ya tiene de retraso como veinte minutos.
Siento un soplido detrás de mi oreja, asustada me volteo a verificar que no estoy loca, choco con los ojos avellanos de mi mejor amiga junto a su sonrisa perfecta, ella carraspea para decir:
—Así que... un parque, ¿eh? — vuelve a su posición normal con sus brazos en forma de jarra, observa el lugar cerrando sus ojos y exhalando el aire fresco—Esto es relajante —sonríe.
—Si —afirmo, volteando —. Oh, no, no, no —digo con mi voz apenada.
—¿Qué paso? —inquiere, dando la vuelta para sentarse en el otro columpio vacío que esta a mi lado —. Mierda, pobre helado que no fue disfrutado.
—¡Era mi helado, Betty! —exclamo, enojada.
—¿Por qué dejaste que el pobrecillo heladito cayera al piso? —me reclama en un tono de una señora hablando con una niña berrinchuda de cinco años.
—Quiero golpearte —confieso, ella jadea preguntando el motivo —. ¡Fue tu culpa! —se señala, agrandando sus ojos que hacen que sus cejas se arqueen —Si, tú, espectro del mal —la señalo, frunciendo mis labios.
—Pero que ofensa es esa —se queja, dándome un leve golpe en la cabeza, sus bonitos ojos me miran con furia, para luego girar su rostro al otro extremo.
—Betty... —vuelve a posar su resentida mirada en mí —, mi helado...
—Joder, ya calla —clama, exasperada —. Mañana te compro dos tarros, solución hecha —agrega como si eso me vaya a hacer sentir mejor, bueno si un poco. Veo mi helado que ya es agua y suelto un lamento.
—¿Cómo así en un parque? —pregunta, moviendo su columpio al impulsarse con sus zapatos.
Decido evadir mi mal momento y continúo la conversación que mi mejor amiga quiere entablar. Primero me como sin ánimo, los últimos doritos que me quedan. Betty alcanza a quitarme tres. Camino al bote de basura a echar la bolsa de doritos ya vacía. Vuelvo a mi columpio sin balancearlo, se me han ido todas las ganas de recordar mi niñez.
—Quería relajarme de todo lo que me pasa —encojo mis hombros —. Quiero sentir paz y tranquilidad, así de simple.
Percibo la mirada de ella clavada en mí, sé que está detallando mis gestos para averiguar si sucede algo nuevo que me este matando.
—¿Algún problema? —indaga, deteniendo su columpio.
Sin pensarlo, suelto mi peso.
—Mi papá llamo ayer y para mi mala suerte tuve que contestar —rio falsamente —, pero no quiero hablar de eso.
Antes que abra su boca para seguir preguntando, le doy una mirada fría. Ella asiente, alzando sus manos en el aire por la altura de su cabeza.
—Ok. ¿Quieres ir a comer algo? —se toca el estómago —Tengo hambre, no vine desayunando—explica.
—Esta bien. De hecho, conozco un restaurante cerca de aquí.
Da unos aplausos escandalosos, su acto se detiene al ver dos hombres en vestimenta deportiva corriendo por el parque, no se ven mal y no son tan señores que digamos.
—Si ves esos tocinos que van pasando, ¿no? —dice Betty, sin perder de vista a los tocinos con vida que son muy activos, lame sus labios y peina su cabello por instinto —. Esos tocinos quieren que me los coma, ¿cierto? —declara, levantándose del columpio para luego caminar hacia la dirección de ellos.
—¿A dónde crees que vas? —le agarro del brazo antes que se me vaya por completo —Íbamos a comer, ¿lo recuerdas?
—¿No ves? —dice, señalando a los hombres, que ahora están en el espacio en el cual se encuentran las máquinas para hacer ejercicios que brinda el mismo parque — Esos tocinos piden a gritos que me los coma de un solo bocado.
Mis ojos se abren al notar que aquellos tocinos se han dado cuenta de nuestra presencia, para mala suerte sonríen en modo de saludo. Betty sin dejar de perder la oportunidad, los saluda con su mano libre.
—Vámonos —declaro, jalándola sin importar sus estúpidos reclamos.
—¿Crees que en el restaurante haya tocinos? —pregunta, ansiosa.
La miro para verificar que no va en doble sentido, ella me mira y sonríe coqueta, niego con mi cabeza, obvio que lo decía con un mensaje lujurioso. Se me escapa una risa, ella ríe agarrando mi antebrazo.
—Vamos a comer esos tocinos, mi boca apela tenerlos en mi lengua y después masticarlo muy lentos...
—Mejor cállate, Betty —ruedo mis ojos, sin dejar de sonreír por las ideas locas de mi mejor amiga.
♡♡♡
—Sabía que iba a encontrar mi tocino —afirma, llevando una cucharada de huevos revueltos a su boca, mientras detalla al chico que va entrando al restaurante con su acompañante que recién va cruzando la puerta de vidrio, no logre ver cómo era porque me voltee hacia mi mejor amiga.
Decido seguir comiendo, sin darle tanta importancia a la observación perspicaz de Betty hacia el chico que ya ha tomado asiento.
—¡Maldita sea! —gruñe dando un golpe suave con su mano sobre la mesa de madera.
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Editado: 03.10.2022