El final de este amor

16

 

16

Un ruido extraño retumba en mi habitación, jalo la almohada, molesta la dirijo encima de mi rostro. No quiero escuchar ese estruendoso ruido.  Me remuevo en mi cama, balbuceando estupideces como una niña al ser regañada.  Mi entrecejo se arruga al seguir escuchando ruido que no cesa, estiro mi mano a cajón de la mesita de noche, pero me detengo al recordar el sonido con más claridad y el motivo de que este sonando…

¡Mil veces carajo, la alarma!

Mis ojos se abren y mi cuerpo se mueve como un robot, salgo disparatada de la cama sin hacer falta la caída del día. Me levanto de inmediato sin pensar en el dolor que se sitúa en mi rodilla izquierda. Verifico la alarma, carajo, carajo, carajo…

Camino rodeando el sillón, desperada, calmo mi mente al ver por tercera vez que solo tengo diez minutos para estar lista. Soy como una tortuga en arreglarme. ¿Cómo hare el intento de verme decente?

El foco se enciende sobre mi cabeza, dando paso a la bella mujer que siempre me soluciona mis urgencias.

Agarro mi teléfono, busco con furor el contacto de Betty. Bingo, lo he encontrado y no espero ni un segundo más, comienzo a escribir y enviarle letra por letra, por ende, se han enviado 36 mensajes, no hace falta explicar el contexto de los mensajes.

Esperen, esperen… ¿Por qué estoy tan desesperada? Se supone que debo hacerlo esperar. Estoy muy mal, debo hacerme una revisión del cerebro y corazón.

Niego con mi cabeza y prefiero tranquilizarme. Si ando apurada la hora se me hace arena y todo saldrá mal. Cabeza fría, cuerpo relajado y respiración profunda.

Bajo las escaleras y me encamino a la cocina para ir en busca de mis cereales favoritos.

—Mamáaaa —grito, para saber si mi madre aún se encuentra en casa. No escucho ninguna respuesta así que dedujo que ya no está.

Agarro mis cereales del anaquel, también saco un plato hondo. Coloco los cereales en el plato, me dirijo a la nevera por el yogurt. Tomo asiento en la mesa y comienzo a comer. Me mando tres cucharas de cereales con yogurt sin pausa, saboreo, esto es delicioso.  

Luego de diez minutos termino de comer. Reviso la hora en mi teléfono, son las 9:30 am, el tiempo se me acorta, en sí, el tiempo se ha acabado, no obstante, no soy quien va a esperar.  

Escucho el ruido del picaporte de la puerta abrirse, mis sentidos se ponen en alerta. Sin pensarlo agarro la tabla de picar, es de madera eso sirve de ayuda para darle un solo golpe en la cara al intruso que venga con pretensiones de robar.

Avanzo en pasos lentos y cuidadoso, me aferro con más fuerza a la tabla de picar, la situó como si tuviera un bate. Me siento lista para atacar, pero me detengo cuando veo a la persona que está parada con las llaves de la casa en sus manos.

—¿Me ibas a matar cuando fuiste tu quien me ha quitado horas de sueños? —protesta, Betty.

—¡No! —exclamo ofendida por su acusación —Pensé que era un ladrón, eso es todo —encogí mis hombros a modo de disculpa.

—Tú mama se olvidó de ponerle seguro a la puerta, pero hice ademán de hacer ruido para asustarte —es una maldita—. Capaz salió apurada y no se dio cuenta que te había dejado en peligro —dijo, entrenado del todo a mi casa para sentarse en unos de los sofás de la sala, deja su bolso a un lado, acomoda sus manos en su regazo y me mira —. Bueno, ¿para qué me necesitas?

Cerré la puerta y fui directa al asunto.

—Voy a encontrarme con Niall a las diez en el malecón —solté.

Su mandíbula casi cae al piso, sus ojos se abrieron demasiado y sus cejas están muy alzadas, ok, es un gesto corporal muy extraño. Pasan unos minutos hasta que reacciona. ¿Tan directa fui?

—¿Cómo es que te vas a encontrar con él, Aubrey? ¿Estás loca? —exclamó, recuperando su postura.

—Quiero saber que busca, Betty —ella niega con su cabeza—. Ayer lo vi en el trabajo de mamá por casualidad o eso creo, fue a comprar un pedazo de torta de chocolate —manifiesto, recordando todo lo que sucedió inclusive el acontecimiento imprevisto.

—No me jodas —suelta confusa, levantándose del sofá, dándome la espalda —. No puedo creer que vayas a verlo, sin embargo, te voy a llevar. Lo menos que quiero es que te pase algo malo y salgas mal sin tener una ayuda a tu alrededor.

Se volteó para sonreírme y darme un fuerte abrazo dejándome saber que con ella siempre contare. ¿Cómo no quererla? Si en vez de juzgarme me apoya aun sabiendo que lo que hare no es tan bueno para mi estabilidad.

---------------------

—¿Qué me pongo? —me dije más para mí misma, viendo toda la ropa de mi armario.

Betty se encuentra sentada en el borde de la cama, reparando con una mueca de cansancio lo mismo que estoy observando.

—Te daré el mejor consejo de tu vida —susurra, con una sonrisa ladeada. Ruedo lo ojos de inmediato, ella ríe y continua—. Debes estrenar el vestido negro que te regale, sé que se apegara a tu cuerpo dejando que moldee tus cuervas de muuuy buena forma.  

Entrecierro mis ojos, luego suspiro sentándome en la cerámica.

—¿Por qué un vestido al cuerpo? —reprocho.

-

Betty deja tirar su cuerpo sobre la cama, bufa y luego gruñe tapándose el rostro. ¿Dije algo mal?

—Es tu ex —enfatiza —. Tienes que demostrar que lo has superado y darle a ver a la tremenda mujer que dejó por estúpido —concluye, volviendo a sentarse en el borde de la cama.

—Eso fue un bonito halago —digo, sonriente —. Solo por esta vez tomare tu mal consejo —Betty suelta un bufido de burla.

Me levanto, agarro el vestido negro de tela algodón que se encontraba refundido en el armario…

—No puedo creer que te lo regale como hace unos días y este refundido como si no valiera —protesta Betty.

—Pensé que nunca lo pondría —encogí mis hombros a modo de respuesta.

—Tu respuesta me decepciona más.  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.