¿Qué es peor? Levantarte temprano después de dormir dos horas o que tu madre te tenga amenazada con un palo de escoba en la puerta de la habitación mirándote como una sádica. ¡Maldición, se me ha olvidado que el oxígeno es vital para vivir! No exagero al decir que esa mujer que me trajo al mundo cuando se enoja te hace sentir que has llegado al infierno.
Para mí la peor es la segunda opción.
—¡Aubrey Henderson, muévete! —grita, produciendo un sonido estrepitoso al golpear el palo contra el marco de la puerta. A causa de ello, doy un brinco que me hace retroceder por instinto, tropiezo con la caja de los recuerdos que me regala la caída del comienzo de mi lindo día.
—Madre, creo que no siento mi columna —chillo, acariciando la parte baja de mi espalda.
—De pie —ordena, señalándome con el maldito palo de escoba, como odio a ese objeto. Retrocedo hasta toparme de nuevo con la desgraciada caja. Mi madre entrecierra sus ojos, se pone firme y avanza unos pasos a mi dirección. Tapo mis ojos por temor —. Crees que te voy a pegar, ¿eh? —pincha mi coronilla con su arma letal, niego al mover mi cabeza— Entonces no te escondas como una débil. Mírame —sigo su orden, destapando mis ojos, mirándola sin dejar en alerta cualquier movimiento sorpresa —. Deja de mirarme como si fuera un ladrón fumón —gruñe, quitando su mirada de la mía—. Tienes diez minutos para estar lista —asiento, temblorosa.
Ella se voltea para retirarse. Inhalo el aire que no encontraba y exhalo de manera suave. Me inclino hacia adelante para afirmar mis manos en la cerámica…
—Si no estas listas en diez minutos, te castigare con lo que más ames —la miro, enojada entendiendo su advertencia: mi laptop rosa —. Me alegro que comprendas. Te esperare en la puerta principal, corazón —establece, cerrando la puerta muy lento sin dejar de sonreír.
No sé si es mi madre, un demonio disfrazado o mi enemiga de otra vida.
Me levanto sin dejar de acariciar mi pobre espalda. Gruño al ver en que los diez minutos dados ya solo quedan cinco. El tiempo ama estar en mi contra. ¿No puede haber algo que se me dé bien?
Me ducho en dos minutos, me visto en uno sin darme cuenta si me veo bien o no. Me paso el cepillo por mi cabello húmedo, medio me coloco lápiz labial y me rizo las pestañas. Agarro mi bolso, reviso la hora en mi teléfono, me queda un minuto. Me apresuro en bajar las escaleras, acomodo mi bolso en mis hombros y me detengo frente a mi madre, la cual tiene el teléfono en su mano derecha, lo alza demostrando los cincos segundos que faltan para completar los 10 según el cronometro.
Suspiro, aliviada. La presión que se había bajado ha vuelto a su lugar.
—Estoy lista —informo, calmando mi respiración.
—Lo hiciste bien —sonríe, malévola —. Me gustara este juego, pero te ayudare para la próxima —arqueo mi ceja en duda—. Te levantaré dos horas antes.
—¿Qué? —suelto, molesta—Estuve lista a tiempo, madre.
—Por tu laptop rosa, hija —aclara—. Debes aprender a ser disciplinada.
Quiero patalear como infantil, no obstante, recuerdo que el castigo sigue en pie. Solté un quejido, agarrando mi cabello y con disimulo lo jalé. Que frustrante.
--------------
Llegamos al puesto de trabajo, me coloque el delantal y la gorra, de mal humor agarro el trapo de limpieza y la escoba que me recuerda mi despertar, ruedo los ojos, con fuerza abordo a moverla con desesperación. Odio tanto este objeto. Mis días jamás pueden ser tranquilos, siempre debe suceder algo que me recuerde la maldición que llevo sin saber el porqué. No hay un maldito día donde no bese el piso, me raspé las rodillas o mis manos, terminar con dolor de espalda o cabeza por una mala caída. Si sigo viva es porque los demonios me andan agarrando los pies para no dejarme ir a mi lugar establecido, sí, es el cielo porque yo si soy un ángel.
—Aubrey.
Dejo de barrer y giro mi rostro hacia mi madre, arqueo las cejas a modo de respuesta para que avance en lo que me quiera decir.
—Me vas a dañar la escoba. Déjala —hago caso a su orden, en verdad si la terminaría dañando—. Necesito tu ayuda para hacer los panes de sal y dulce.
Tiro la escoba sin pensarlo, me deshago de la gorra por unos segundos, la dejo sobre la vitrina para recoger mi cabello en la forma de una bola de tenis. Mi madre me observa negando con la cabeza sin obviar una sonrisa divertida.
—¿Qué? ¿Es una broma? —inquiero, tranquilizando el enojo que se había marchado hace unos minutos. Mi madre es consciente que hacer panes y galletas es mi parte favorita de este bendito arte que da sabores de otro universo.
—Buenos días.
Saluda la compañera de trabajo de mi madre, la cual ha llegado unos minutos tardes.
—Buenos días, Margarita —la saluda mi madre con una agradable sonrisa.
—¡Buenos días! —alzo un poco mi voz, entusiasta. Miro al piso al comprender que exagere un poco tras la mirada entretenida de Margarita.
Mi madre le informa que esta vez se tendrá que hacer cargo de atender a los clientes, dado que requiere de mi ayuda en los panes que son el pedido mayor aclamado por los clientes. Mientras tanto ella se encargará de la variedad de postres que tiene de un pedido importante, el cual lo vienen a retirar al medio día.
Paso el pañuelo de tela sobre mi frente, estoy agotada, admiro a mi madre que ejerce esta labor, es agotador. Amo la panadería y repostería, pero maldita sea, hacer diez panes puede resultar fácil, lo difícil es hacer varios tipos en grandes cantidades para ventas, peor si es para vender en un supermercado.
Mis manos me duelen y mis piernas pretenden separarse de mi cuerpo e irse a tirar al piso. Ha pasado el mediodía, aun continúo haciendo los panes de sal y dulce, llevo al horno cincuenta panes más. Hoy como nunca la gente amaneció adorando la harina.
Suspiré exhausta siguiendo mi trabajo.
Golpean la puerta, cierro el horno y giro mi cuerpo a la dirección del ruido. Soplo al ver a mi madre con una sonrisa de oreja a oreja que me da a entender que el pedido resulto de maravilla. En serio admiro su labor. Si no hubiera estado aquí… ¿Quién la habría ayudado? Margarita solo es ayudante, sé que, si le tocara hacer todo a ella no avanzaría ni a los 100 panes.
#20604 en Novela romántica
#3573 en Chick lit
romace amor juvenil badboy, sorpresas y dudas, dolor desamor
Editado: 03.10.2022