¿Has deseado alguna vez desaparecer de este mundo por unos minutos? Solo quieres estar acostada en la nada, sintiendo una paz inexplicable. Que esos segundos en los que flotas se sienten como mil años de vida, que en vez de envejecer te rejuveneces porque no hay motivo alguno que te destruya tan joven, soñar sin problemas, vivir sin tormentos ni maldiciones… Necesito esa paz desde que nací.
Detengo mis dedos sobre la tecla del teclado de mi laptop rosa al ver que a mi lado se enciende la pantalla de mi teléfono, entorno mis ojos por la luz que despega. Me encuentro sentada en el centro de mi cama, escribiendo tonterías que rondan en mi cabeza, con un pijama de las chicas poderosas, mientras el comienzo de otro día me da la bienvenida a través de la ventana y el canto de los gallos a los lejos me recuerdan que mis días jamás son positivos en el transcurso de las veinticuatro horas.
Arrugo mis cejas y suspiro.
¿Quién te molesta a las cinco de la mañana? Que fastidio.
Agarro el teléfono al notar que me notifica como diez mensajes de Betty enviados hace dos minutos. Me pone alerta la cantidad de mensajes, en estos casos la probabilidad de que sean buenas noticias es de 1%. Desbloqueo la pantalla. No pierdo tiempo leyendo y aplasto el icono de llamada.
—¿Betty?
—Mierda, ¿Por qué respondes tan lento? ¡Me estoy muriendo, perra!
Despego un poco el aparato de mi oreja al concebir que su voz puede causar un daño severo a mi audición.
—Oh, vaya —escucho su respiración acelerada —. Me has dicho perra cuando la perra en este dúo no soy yo.
Da un grito histérico balbuceando burradas. Opto el poner la llamada en altavoz y dejar el teléfono en la cama.
Luego de unos minutos se calla dándole paso al silencio.
—¿Has acabado? —inquiero, cerrando mi laptop rosa.
—Aubrey, ¿estás trabajando? —pregunta, desesperada.
—Si lo estuviera no estaría aquí, Betty —escucho un resoplido de su parte—. ¿Me vas a contar que mismo te sucede? Siento que te dará un infarto en unos segundos si no sueltas rápido lo que te esté jodiendo.
—Estoy sintiendo el verdadero significado del temor —chilla.
—No me asustes —expreso, saliendo de la cama. Guardo mi laptop rosa en el cajón de la mesita de noche y me dirijo al armario.
—¡Te lo digo en serio! —exclama, sobresaltada.
—Cálmate, voy en camino a tu casa — informo. Ella solo sigue diciendo tonterías por medios de balbuceos —. No hagas ninguna burrada, nos vemos.
Corto la llamada, me deshago del pijama. Agarro un vestido jean que me llega hasta los tobillos, me coloco los zapatos converse. Corro al baño a lavarme la cara y cepillarme los dientes, peino mis cejas con las yemas de mis dedos. Me hago una coleta mal hecha dejando que algunas hebras de mi cabello queden desperdigadas por mi rostro.
Salgo de baño, cojo mi teléfono junto a mi bolso. Maldita Betty que me hace salir a estas alturas de la mañana. Bajo las escaleras, encontrándome con mi madre en la cocina. Le robo un puñado del cereal que está comiendo, beso su frente y le informo que tengo un asunto que atender con mi mejor amiga. Ella asiente recordándome que vaya con cuidado. Y es así como salgo de mi casa a carreras por llegar lo antes posible donde la cazadora de chicos.
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—¿Qué te pasa? ¿Estas bien? ¿Un chico no cayó en tus redes? ¿Crees perder tu encanto? —digo al entrar a tropezones por el apuro a la habitación de Betty, la cual se encuentra mirando su ventana en una postura pensativa —Tú eres bella, Betty no te preocupes…
Me callo en el instante que se gira, suelto un grito pasivo al verle los ojos manchados por el delineador. No esperaba verla así. ¿Ha estado llorando?
—Te puedes callar y dejarme hablar —reclama, tirándose de manera muy dramática sobre su cama.
Decido quedarme en mi sitio y callarme hasta que ella termine de hablar sobre su temor. Su mirada deja la cama para enfocarse en mi silencio. Resopla fuerte, negando con su cabeza.
—¿Aubrey? —se coloca boca arriba, mirando el techo de su habitación.
—Dime.
—Eres tonta mujer —dice, riéndose.
—Lo aceptable es que me has dicho mujer en vez de perra, es lo correcto—indico, alzando mis cejas, sonrió.
—Creo que me enamore de un chico —suelta, traga en seco, cerrando sus ojos con fuerza.
¿He escuchado bien lo que ha dicho? ¿Betty Evans, está enamorada de un chico? ¿Se va a ir al carajo el mundo? Vaya, vaya.
—¿Aubrey?
Me percato que me he quedado muda por un tiempo prologando. Acomodo mi bolso sobre mi hombro. Aun sigo procesando lo que ha confesado.
—¿Ah? —respondo, Betty arruga su entrecejo, maldiciendo por milésima vez, pasando su brazo derecho sobre sus ojos—. Perdón, perdón —me acerco a ella, tomo asiento en el borde de la cama —. Estoy impactada —se me escapa una risa. Betty me mira mal —. No lo puedo creer —tapo mi boca al saber que las carcajadas se aproximan. No soporto por tanto tiempo, ya que a los segundos me estoy riendo sin parar mientras ella me golpea con su almohada.
—Tengo miedo esto nunca me ha pasado —reprocha.
Arrugo mi entrecejo, pensativa mirando su pared pintada de color lila.
—No le veo lo aterrador a enamorarse.
Betty resopla soltando un chillido, luego fija su mirada en mí.
—¿No te ves? —arqueo una ceja —Eres el ejemplo de que hay que tenerle un pavor tremendo al amor.
Le doy un golpe en la cabeza, ofendida. Escucho una risa apagada de su parte al acariciarse su parte afectada.
—Hare como si no hubiera escuchado eso —reprocho, acomodándome en la cama —¿Quién es el chico?
Betty suelta un chillido, luego hace el esfuerzo de sentarse a mi lado. Uno mis labios en una línea y los tapo con ayuda del dorso de mi mano, reprimo la risa al ver sus ojos de mapache. Se ve chistosa.
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Editado: 03.10.2022