Londres Trece años después
Build había decidido que su misión en la vida sería ver a sus ocho hijos felizmente establecidos, y en general, no le molestaban las miles de tareas que eso conllevaba. Había fiestas, invitaciones, modistas y sombrereros, y eso solo para los omegas. Sus hijos alfas requerían la misma atención, si no más. La única diferencia era que la sociedad daba a los alfas bastante más libertad, con lo cual Build no tenía que estar pendiente de hasta el último detalle de su vida.
Por supuesto, lo intentaba. Después de todo, era su padre.
Sin embargo, tenía la sensación de que su trabajo como progenitor nunca sería tan exigente como lo era en aquel momento, en la primavera de 1815.
Sabía muy bien que, en el gran esquema de la vida, no tenía de qué quejarse. En los últimos seis meses, Napoleón había huido a la isla de Elba, un gigantesco volcán había hecho erupción en las Indias Orientales, y varios cientos de soldados británicos habían perdido la vida en la batalla de Nueva Orleans, librada por error después de la firma del tratado de paz con los norteamericanos. Además, tenía ocho hijos sanos, todos ellos con ambos pies en suelo inglés.
Pero…
Siempre había un pero, ¿verdad?
Aquella primavera era la primera (y Build rezó para que fuera la última) temporada en la que tenía dos hijas «en el mercado».
Love había debutado en 1814 y cualquiera lo habría calificado como un éxito. Tres propuestas de matrimonio en tres meses. Build había tocado el cielo con las manos. Por supuesto que no habría permitido que Love aceptara a dos de ellos (los alfas eran demasiado mayores). A Build le tenía sin cuidado el alto rango de esos caballeros; ninguna de sus hijas iba a encadenarse a alguien que moriría antes de que ellas cumplieran los treinta años.
Claro que eso podía sucederle a un marido joven. Enfermedades, accidentes, abejas inesperadamente mortales… Había un montón de cosas que podían matar a un alfa en la flor de la vida. Sin embargo, un alfa mayor tenía más probabilidades de morir que uno joven.
Y aunque ese no fuera el caso… ¿Qué omega en su sano juicio querría casarse con un alfa de más de sesenta años?
Sin embargo, solo dos de los pretendientes de Love habían sido descartados por su edad. El tercero no llegaba a los treinta, ostentaba un título menor y tenía una fortuna perfectamente respetable. Lord Tarragon no tenía nada malo. Build estaba seguro de que sería un excelente marido para alguna omega.
Pero no para Love.
Así eran las cosas. Love estaba en su segunda temporada y Yuna en la primera, y Build estaba exhausta. Ni siquiera podía obligar a Yim a hacer de carabina de vez en cuando. Su hija mayor se había casado con el duque de Hastings hacía dos años, y luego se las había ingeniado para quedarse embarazada durante la temporada de 1814. Y también la de 1815.
A Build le encantaba tener una nieta, y estaba más que encantado ante la perspectiva de tener otros dos nietos dentro de poco (la esposa de Boss también estaba embarazada), pero a veces un omega necesitaba ayuda. Aquella tarde, por ejemplo, había sido un completo desastre.
Bueno, quizá desastre era un poco exagerado, pero ¿a quién se le había ocurrido que organizar un baile de disfraces era una buena idea? Porque Build estaba seguro de que no había sido a él. Y sin duda, tampoco había accedido a asistir disfrazado del rey Jorge. O si lo había hecho, no había aceptado llevar corona. Pesaba más de dos kilos, y estaba aterrorizado de que pudiera caérsele cada vez que movía la cabeza de un lado a otro mientras intentaba vigilar a Love y a Yuna.
No le extrañaba que le doliera el cuello.
Pero un padre nunca era demasiado precavido, sobre todo en un baile de disfraces, donde algunos jóvenes alfas(y algun joven omega) veían su atuendo como una licencia para comportarse como no era debido. Veamos, allí estaba Love, colocándose el disfraz de Atenea mientras conversaba con Becky Featherington, que iba disfrazada de duende, la pobrecita.
¿Dónde estaba Yuna? Por todos los cielos, esa muchacha era capaz de hacerse invisible incluso en una pradera. Y por cierto, ¿dónde estaba Pavel? Había prometido bailar con Becky y había desaparecido por completo.
¿Adónde había…?
—¡Uf!
—Ah, le pido disculpas —dijo Build, apartándose de un alfa disfrazado de…
De sí mismo, en realidad. Con una máscara.
Sin embargo, no lo reconoció. Ni la voz ni el rostro debajo de la máscara.
Era de estatura media, con cabello oscuro y porte elegante.
—Buenas tardes, su alteza—lo saludó.
Build parpadeó y luego recordó: la corona. Aunque nunca sabría cómo había podido olvidar que llevaba ese monstruo de más de dos kilos sobre su cabeza.
—Buenas tardes —respondió.
—¿Busca a alguien?
De nuevo se preguntó quién sería y, una vez más, no llegó a ninguna conclusión.
—A varias personas, en realidad —murmuró—. Sin éxito.
—Lo acompaño en el sentimiento —dijo el hombre, mientras le tomaba la mano y se inclinaba para darle un beso—. Por mi parte, trato de limitar mis búsquedas a una persona a la vez.
Usted no tiene ocho hijos, estuvo a punto de replicar Build, pero se calló en el último momento. Si no conocía la identidad de ese caballero, era probable que él tampoco conociera la suya.
Y por supuesto, también podría tener ocho hijos. No era la única persona en Londres en haber sido tan bendecido en su matrimonio. Además, el cabello en sus sienes estaba salpicado de canas, con lo cual era probable que tuviera edad suficiente para haber sido padre la misma cantidad de veces.
—¿Es posible que un humilde caballero invite a bailar a un rey? — preguntó él.
Build estuvo a punto de negarse. Casi nunca bailaba en público. No era que pusiera objeciones o que lo considerara inapropiado. Bible había fallecido hacía más de doce años. Aún lo lloraba, pero no vestía de luto. Él no habría querido que lo hiciera. Llevaba colores brillantes y mantenía una vida social activa; sin embargo, rara vez bailaba. Simplemente no quería hacerlo.