Aubrey Hall, Kent Años después
Envejecer no tenía muchas ventajas, pero esta debía ser una de ellas, pensó Build con un suspiro feliz mientras contemplaba a varios de sus nietos más pequeños jugando en el jardín.
Setenta y cinco años. ¿Quién habría pensado que alguna vez llegaría a esta edad? Sus hijos le habían preguntado qué quería; era un acontecimiento muy importante y había que celebrarlo con una gran fiesta.
—Solo la familia —había sido la respuesta de Build. Aun así, sería una fiesta magnífica. Tenía ocho hijos, treinta y tres nietos y cinco bisnietos.
¡Cualquier reunión familiar sería grandiosa!
—¿En qué piensas, mamá? —le preguntó Yim, sentándose junto a ella en una de las cómodas tumbonas que Noeul y Boss habían comprado recientemente para Aubrey Hall.
—Sobre todo, en lo feliz que me siento.
Yim sonrió con ironía.
—Siempre dices lo mismo.
Build se encogió de un solo hombro.
—Porque siempre me siento feliz.
—¿De verdad? —Parecía que Yim no terminaba de creerle.
—Cuando estoy con todos vosotros.
Yim siguió la mirada de su madre, y juntas contemplaron a los niños. Build no sabía bien cuántos había allí fuera. Había perdido la cuenta cuando comenzaron a jugar un partido con una pelota de tenis, cuatro volantes y un leño. Tenía que ser divertido, porque juraría que había visto a tres niños bajarse corriendo de los árboles para participar.
—Creo que están todos —dijo. Yim pestañeó y dijo:
—¿En el jardín? No creo. Mary está adentro, estoy segura. La he visto con Jane y…
—No, me refiero a que he terminado de tener nietos. —Se volvió hacia Yim y sonrió—: No creo que mis hijos me den más nietos.
—Bueno, yo seguro que no —afirmó Yim, con una expresión que decía con claridad: ¡Ni loca!—. Y Lucy no puede. El médico se lo hizo prometer. Y… —Hizo una pausa, y Build disfrutó solo con contemplar el rostro de su hija. Era tan entretenido ver a sus hijos pensando. Cuando te conviertes en padre, nadie te dice lo divertido que puede ser verlos hacer las actividades más tranquilas.
Dormir y pensar. Build no se cansaba nunca de contemplar a su progenie hacer eso. Incluso ahora, cuando siete de sus ocho hijos habían pasado la barrera de los cuarenta.
—Tienes razón —concluyó por fin Yim—. Creo que todos hemos terminado de tener hijos.
—Excepto que haya sorpresas —agregó Build, porque en realidad no le importaba que alguno de sus hijos lograra darle un último nieto.
—Bueno, sí —observó Yim con un suspiro apenado—. Sé muy bien lo que son las sorpresas.
Build se echó a reír.
—Y no te gustaría que hubiera sido de otro modo.
Yim sonrió.
—No.
—Acaba de saltar de un árbol —indicó Build, señalando hacia el jardín.
—¿De un árbol?
—Adrede —le aseguró Build.
—De eso no tengo duda. Juro que ese niño es mitad mono. —Yim miró hacia el jardín; sus ojos se movían de un lado a otro buscando a Edward, su hijo menor—. Me alegra tanto que estemos aquí. Necesita niños de su edad, pobrecito. Sus cuatro hermanos apenas cuentan; son mucho mayores que él.
Build estiró el cuello para mirar.
—Parece que tiene un altercado con Boss y Ben.
—¿Va ganando?
Build entrecerró los ojos un poco.
—Creo que él y Boss están en el mismo bando… Ah, espera, aquí viene Yim. La pequeña Yim —agregó, como si fuese necesario aclararlo.
—Eso debería equilibrar la balanza —indicó Yim, sonriendo mientras observaba cómo su tocaya tiraba de las orejas a su hijo.
Build sonrió y soltó un bostezo.
—¿Estás cansado, papá?
—Un poco. —Build odiaba admitirlo; sus hijos siempre estaban pendientes de él. Parecía que no les entraba en la cabeza que un omega de setenta y cinco años pudiera echarse una siesta simplemente porque le había gustado hacerlo toda la vida.
Sin embargo, Yim no insistió en el asunto y permanecieron en silencio en sus tumbonas hasta que, de pronto, Yim preguntó:
—¿Eres realmente feliz, papá?
—Por supuesto. —Build la miró, sorprendida—. ¿Por qué me lo preguntas?
—Es solo que… bueno… estás solo.
Build se echó a reír.
—Apenas estoy solo, Yim.
—Sabes a qué me refiero. Papi falleció hace casi cuarenta años y tú nunca…
Esperó con gesto divertido a que su hija terminara la frase. Cuando fue evidente que Yim no se animaba a hacerlo, se apiadó de ella y le dijo:
—¿Estás tratando de preguntarme si alguna vez tuve un amante?
—¡No! —farfulló Yim, aunque Build estaba seguro de que su hija mayor se había hecho esa misma pregunta.
—Bueno, pues no —aseguró Build con tono indiferente—. Si necesitas saberlo.
—Por lo visto, sí—murmuró Yim.
—Nunca quise tener uno —dijo Build.
—¿Nunca?
Build se encogió de hombros.
—No hice ningún juramento, ni nada tan formal. Supongo que, si hubiera surgido la oportunidad y hubiese conocido al hombre adecuado, podría haber…
—Podrías haberte casado —finalizó Yim por él. Build la miró de soslayo.
—Eres una auténtica mojigata, Yim.
Yim se quedó con la boca abierta. Ay, qué divertido.
—Ah, está bien —observó Build, apiadándose de ella—. Si hubiera conocido al hombre adecuado, probablemente me habría casado con él, aunque solo fuera para ahorrarte el escándalo de tener una aventura ilícita.
—¿Tengo que recordarte que fuiste tú él que no se decidía a contarme lo que sucedía en el lecho matrimonial la noche anterior a mi boda?
Build hizo un gesto con la mano.
—Ya no soy tan torpe, te lo aseguro. Porque, con Hyacinth…
—No quiero saberlo —lo interrumpió Yim con firmeza.
—Bueno, sí, probablemente no —concedió Build—. Nada es normal cuando se trata de Hyacinth.
Yim calló, así que Build extendió la mano y agarró la de su hija.
—Sí, Yim —dijo con total sinceridad—. Soy muy feliz.
—No quiero imaginarme si a Simon…
—Tampoco yo quería imaginármelo —la interrumpió Build—. Y sin embargo, ocurrió. Creí que moriría de dolor.