Solté algo al mar
porque cargarlo
ya me estaba hundiendo.
No fue un naufragio.
Tampoco era valentía
ni despedida.
Era curiosidad cansada:
querer saber
si el fondo devuelve algo
o si todo aprende a callar igual.
Desde arriba,
la superficie siempre parece firme.
Desde abajo,
todo es corriente
disfrazada de calma.
Dicen que hay cosas que flotan
porque están hechas de esperanza.
Nadie habla
de lo que se hunde
por estar demasiado lleno.
Desde la orilla observé cómo desaparecía,
sin ruido,
sin testigos,
sin aplausos.
Y entendí
que a veces
no es el fondo lo que asusta,
sino descubrir
que nada vino
a detener la caída.