Nadie te habla de la belleza que existe cuando tocas fondo.
Solo del miedo, del golpe, del frío.
Pero yo la vi.
La vi en las olas que me arrastraron sin permiso,
en el cansancio de dejar de resistirme por un momento,
en ese silencio profundo
donde ya no tenía que fingir fuerza
ni sostener lo que ya pesaba demasiado.
En el fondo aprendí que incluso lo que duele puede transformarte.
Que hay heridas que, aunque ardan, te abren los ojos.
Que no todo lo que te hunde viene a destruirte,
algunas cosas te llevan abajo
solo para enseñarte a mirar distinto.
Y aunque todavía tiemble cuando llego a la superficie,
sé que algo hermoso nació ahí abajo:
la versión de mí que entendió
que seguir respirando,
aun con el pecho lleno de sal,
también es una forma de belleza.