El Fragmento de Arcadia. (parte 6)

Prólogo: El Abismo de Cabo Verde.

​Océano Atlántico: La Grieta a 7.000 Metros.
​La luz del sol no existe a 7.000 metros de profundidad. El Océano Atlántico, en la Grieta de Cabo Verde, es un reino de oscuridad, presión y frío extremo. Las sondas de La Vigilancia apenas podían penetrar el denso velo de la termoclina.
​En el fondo de esta grieta, Seraphina había encontrado su base final. No era una plataforma de acero, sino una caverna natural, calentada por respiraderos hidrotérmicos, un lugar que alguna vez había servido como el puerto de entrada de Arcadia, la ciudad final de la Atlántida.
​Seraphina, recuperada de sus heridas en Japón, estaba enfrente de un panel de control hecho de obsidiana, con el inactivo Protocolo de Cronos a su lado. El aire del bunker de inmersión era denso, lleno del olor a ozono y salitre.
​—Atlas, ¿la presión es estable? —preguntó Seraphina, su voz resonando con una autoridad renovada.
​Atlas, a su lado, monitoreaba sus terminales. Su rostro estaba pálido por la presión y la profundidad. —Estable, Comandante. Las defensas de la Grieta han rechazado tres intentos de sondeo de La Vigilancia. No pueden llegar aquí. Solo les queda una opción: los trajes de inmersión profunda.
​El Fragmento de Arcadia.
​En el centro de la sala, bajo un haz de luz artificial, flotaba la Sexta Pieza. No era un artefacto, sino una burbuja de agua estancada en el tiempo, protegida por un campo de fuerza.
​—Es el Fragmento de Arcadia —susurró Seraphina, acercándose al campo de fuerza—. El último acto de desesperación de los atlantes. Contiene la secuencia final para reactivar el Protocolo de Cronos con el poder total de Arcadia.
​—Comandante, si activamos el Protocolo aquí, la energía desatada podría fracturar la placa tectónica y causar un colapso continental —advirtió Atlas.
​—¡Que colapse! Mi nuevo orden requiere un nuevo mundo. Solo necesito una hora para inyectar la secuencia de Anulación del Tiempo en la historia de la humanidad.
​El Último Rastreo.
​En la superficie, el Jet de Operaciones de La Vigilancia flotaba sobre la Grieta de Cabo Verde. Kira y Vance estaban en la bahía de inmersión, poniéndose los trajes 'Nautilus', los únicos capaces de soportar 700 atmósferas de presión.
​—Nido, ¿estás seguro de que la baliza de Seraphina es un cebo? —preguntó Vance, preocupado por la integridad del cerebro tras el shock del Corazón de la Atlántida.
​—Sí, profesor. La baliza es para que ustedes vengan. Pero también he detectado una señal oculta: Seraphina está a punto de desviar la energía de los respiraderos hidrotérmicos para sobrecargar el Protocolo. Es su plan final.
​Kira selló su casco. Su rostro estaba lleno de la fría resolución de una guerrera.
​—Elías, lo que sea que haya en ese fondo oceánico, no es solo un fragmento. Es el fin de todo.
​—Lo sé, Kira. La guerra no está en la superficie ni en el pasado. Está aquí, en la oscuridad, en el tiempo que nos queda.
​Kira y Vance se dirigieron a la escotilla. El buque de inmersión se abrió. La oscuridad total y la presión inimaginable los recibieron.
​—Es hora de ir a Arcadia —dijo Kira, y se sumergieron en la Grieta.




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