El fuego ancestral

CAPÍTULO 5: Escape de las mazmorras

—¿Quién eres tú? —preguntaron todos tras encontrarse con aquel individuo.

—Mi nombre es Andrew, antiguo caballero —fue la respuesta del hombre de cabello color trigo.

—¿Cómo lograste escapar? —cuestionó Raiden, tras reconocer que el caballero también era uno de los prisioneros del devorador.

—Tuve una extraña sensación, era como si supiera que el poder de aquel hechicero se hubiese debilitado, ya que la energía de las celdas se desvanecía. Atravesé y logré salir, pero los demás no tuvieron esa suerte.

—Entonces hay que ir por los demás.

El grupo decidió seguir al par de individuos, acudiendo al tramo que conducía a las mazmorras. Dicho espacio no era diferente al resto del lugar, pues su aura tenebrosa incomodaba a los protagonistas, quienes asumían que quizás no todos los prisioneros seguían vivos, o que esas esferas de maldad continuaban esperando cual depredador, ansiando la distracción de su presa para devorarla.

big_4f1638c42b2f1c6284bde63c3ef9b0fd.png

Esa suposición carecía de errores, pues las esferas sombrías volvieron a manifestarse para formar un solo cuerpo, un monstruo envuelto en trapos ensangrentados y cosidos uno con otro, sin mencionar que su cabeza estaba cubierta por un saco negro, dándole la apariencia de un verdugo dispuesto a acabar con el grupo.

—¡No teman, yo lo enfrento!

—¡Espera!

Aquel aspecto volvió a paralizar al grupo, excepto al tal Andrew, quien empuñó su espada y corrió a hacerle frente al monstruo, mismo que poseía una porra hecha de huesos. Si bien los primeros ataques del encapuchado hicieron su trabajo, lo siguiente fue bastante complicado e impredecible, al punto que el verdugo logró arrojar a Andrew contra el muro, dejándolo inconsciente.

Katashi y su madre corrieron a tratar de ayudarlo, mientras Raiden intentó distraer al verdugo, pero sus ataques tampoco sirvieron de mucho. Si bien sus ráfagas lograron destruir la porra del verdugo, la ira del monstruo fue tal que arrojó golpes contra el suelo, provocando que la habitación temblara. En respuesta, Raiden arrojó a Katashi y compañía a otro lugar para ponerlos a salvo, y descubrió que el monstruo tenía una llave de hueso, colgando de su cuello.

—¡Eso es! —dijo Raiden.

—¿Qué pasa? —preguntó Katashi.

—Necesitamos esa llave. Por favor, ayúdenme a quitársela.

Tanto Katashi como su madre unieron fuerzas con Raiden, de modo que pudiesen acabar con el monstruo. Mientras las ráfagas de raiden reanudaron su labor, Akira se acercó para arrojar sus cuchillos, logrando aturdir al monstro al punto que, una vez cayó, Katashi corrió para clavar su espada. Sin embargo, el cuerpo de la criatura se desvaneció en cientos de murciélagos.

—¡Cúbranse!

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Katashi.

—¡A correr!

—No olviden la llave —reiteró Raiden.

Andrew seguía inconsciente, así que no quedó opción más que cargarlo, mientras la persecución de los murciélagos insistía en atrapar a sus enemigos. En el proceso, Arctos terminó herido, ya que su brazo fue descosido, haciéndolo soltar algodón en lugar de sangre, y provocándole gran dolor. Tras dar con una puerta, todos trataron de cerrarla para frenar la persecución de los murciélagos, una labor difícil para el grupo, hasta que el encapuchado pudo reanimarse.

Apenas fue consciente de su alrededor, Andrew ayudó a cerrar la puerta, teniendo éxito. Para su fortuna, encontraron la ubicación de la mazmorra. Las jaulas estaban formadas por una barrera de energía, misma que mantenía a flote un candado hexagonal que solo se podía abrir con cierta llave. Asumiendo lo lógico, Raiden abrió celda por celda para liberar a aquellos con quienes, previo a sus combates, había descubierto más sobre las intenciones del devorador.

big_5df36cc63f5942092c21650ecd40ace5.png

Los prisioneros eran bastante peculiares. Había una bruja adolescente de nombre Amy, quien tenía la capacidad de hablar con los animales o de invocar plantas. También moraba Bill, un joven vaquero cuyo lazo era capaz de domesticar animales salvajes, en compalía de Elian, un arquero capaz de convertirse en un centauro con alas de águila. Por último, se hallaba Charles, un señor que le daba vida propia a sus creaciones.

Apenas Akira lo reconoció, un arroyo de lágrimas emergió de sus ojos.

—¿P-papá?

—Pero si eres… —dijo el hombre de cabellos rojos y saco carmesí. Su desgastada vista le impedía ver quién le hablaba, hasta que logró apreciar con detalle aquella figura, confirmando que se trataba de su hija.

—Sí, soy yo.

— ¡Hija mía!

—¿Abuelo?

—Así que tú eres Katashi... mi nieto.

—Así es —añadió Akira, con lágrimas de felicidad porque volvía a ver a un ser querido.

El hombre corrió a abrazarlos y besarlos, respuesta que Akira y Katashi también dieron. Mientras tanto, la luz de las celdas desaparecía, poniendo en alerta al devorador, pues dicha energía absorbía la esencia de sus cautivos. A falta de ellos, el brujo se debilitó y, tras confirmar dicho escape, procedió a enviar más monstruos. Luego de que el séquito maligno diera con Katashi y compañía, los nuevos individuos demostraron sus habilidades, ofreciendo también una gran ventaja.

—¡Más monstruos!

—Que no se enfríe la barbacoa ¡Ataquen! —gritó Bill, preparando su lazo.

—Pero son demasiados —dijo Akira.

—Y nosotros también.

—Sé que podemos —concluyó Katashi, empuñando su espada.

A modo de defensa, Amy invocó ramas, mas fueron eliminadas por los soldados. A pesar de ello, flechazos y ráfagas de viento aturdieron su paso, hasta que aparecieron fantasmas con antorchas, procediendo a dar vueltas para repeler los ataques y que el grupo fuese rodeado por más hordas de enemigos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.