El fuego ancestral

CAPÍTULO 6: El enigma del guerrero

Al día siguiente, el grupo preparó unas cuantas cosas y, siguiendo a Raiden, partieron a su aldea ubicada entre unos altos nevados, lugar donde esperaban hallar información que ayudara a averiguar más sobre la espada de la que habían comentado.

A pesar de que el camino tomó tiempo y esfuerzo, fue bastante sencillo pasar con ayuda de los elevadores de cuerda y madera que se encontraban por toda la zona, mecanismos ocultos entre la neblina que enmascaraba tanto las montañas como al pequeño pueblo.

Y así, el grupo llegó a una cabaña pequeña, pero reconfortante, experiencia que los muebles, el entorno e incluso el aroma eran capaces de lograr. Luego de que Raiden fuera a buscar a sus abuelos para abrazarlos y alegrarse de que ver que estaban a salvo, ellos acudieron a ver a Katashi y compañía.

—¿Quiénes son todos ellos?

—Son mis amigos, ellos me ayudaron a escapar —respondió el muchacho.

—Oh, en ese caso, bienvenidos —añadió la abuela.

—Mucho gusto —dijo Katashi.

—Hay algo que quisiera hablar con ustedes —añadió Raiden, volviendo a las razones de su visita.

—¿Pasa algo?

—Creo que ya sé dónde está lo que el devorador busca —respondió el muchacho, señalando a Katashi.

—¿Seguro que no te equivocas? —preguntó la abuela, sorprendida tras deducir lo que su nieto decía.

—Confío en que él tiene esa energía.

—Oigan, no quiero molestar, pero, ¿podrían darme una explicación sobre lo que están hablando? —dijo Katashi.

—Ven con nosotros —respondieron Raiden y sus abuelos, acompañando a Katashi a una habitación, mientras Akira y los demás esperaron.

La habitación a la que Katashi fue llevado correspondía a un pequeño estudio, un sitio lleno de libros, pergaminos y cajas. La iluminación apenas se extendía por el escritorio donde también había demás artefactos.

—Seguro que Raiden ya te contó algo sobre la legendaria espada ancestral.

—Sí, ¿por qué? —dijo Katashi.

—Durante generaciones, hemos guardado la encomienda del guerrero que forjó esa espada, pues él confió en que mantendríamos oculto el paradero de aquella arma sagrada —comentó el abuelo de Raiden, en lo que recorría la habitación para tomar algunos archivos.

—Y en caso de ser cierto que tú eres el portador de aquel fuego ancestral, eso significa que es momento de tu reclamación como sucesor de aquel guerrero.

—¿En serio? —preguntó Katashi, detonando sorpresa y alegría.

—Veo que tus temores se esfumaron —respondió Raiden.

—Oh, sobre eso…

—No tienes que decir nada, tu emoción ya me dice algo.

—Aquí están— dijo el abuelo, tomando unos pergaminos.

—¿No falta nada?— preguntó Raiden.

—Confíen en todo lo que estos escritos digan, y así lograrán dar con la espada.

—Su valor y resplandor determinarán si Katashi es el elegido que la leyenda menciona.

—Esperemos no estar equivocados —añadió Katashi, tomando uno de los pergaminos y analizándolo, ya que este correspondía a un mapa que le indicaba el lugar que debía visitar para cumplir su cometido.

Un rato después, Katashi salió de la casa para buscar a sus amigos, y vio que algunos estaban conviviendo con los aldeanos. Bill y Amy se divertían en los rebaños, mientras Elian y Andrew entrenaban. Por su parte, su madre y su abuelo jugaban con unos niños, así que se acercó para hablarles.

—¿Está todo bien, Katashi?

—Sí, solo estaba pensando en el abuelo.

—Entiendo tu preocupación, Katashi —respondió Charles—. Ese sitio fue un absoluto terror. El frío era horrendo, y la oscuridad vasta, y ya ni hablar de la constante presencia de esos monstruos.

—Tengo una pregunta sobre eso, ¿cómo lograste enviar a Arctos? ¿Cómo supiste que él llegaría con nosotros? —interrogó Akira.

—Confieso que tuve un sueño muy extraño —respondió el peluche.

—Varias luces me rodeaban, y me decían que pronto nos encontraríamos, mas era necesario dar un aviso. Cual fuese el modo, aquellos seres me ayudarían, y veo que no se equivocaron.

—¿Luces? ¿Seres?

—Podrían ser ángeles, quizás espíritus del bosque. Solo recuerdo que preparé mi nota y a Arctos, a fin de entregárselos a esos seres. Sin embargo, cuando desperté, se habían esfumado.

—Ya veo —comentó Akira.

—Confío en que esto es un milagro, muy similar a lo milagroso que fue nuestro encuentro. Aunque tengo una pregunta, Akira.

—¿Qué pasa?

—¿Y tu hermano?

—N-no he sabido nada de él, ni siquiera tras tu partida. A pesar de no recibir una carta suya, pienso mucho en él, tanto como en mi esposo.

—Ya que lo mencionas, ¿dónde está? ¿Acaso tu hijo no sabe nada de su padre?

—Es complicado...

—Cielo santo, Akira.

Aunque la plática se hacía eterna, Katashi se sumergió en ella, a fin de averiguar más respecto a la verdad, no sólo de su padre, también de su familia. Aquella discusión le hizo saber más secretos por parte de su madre, pero también lo llevó a estallar.

—¿Qué más me vas a ocultar? ¿Que quizás no soy tu verdadero hijo?

—¡Katashi!

—No entiendo por qué escondes tantas cosas, ¿por qué?

—Es difícil comprenderlo.

—¿Comprender qué?

—¡Que tu padre fue raptado! —estalló Akira.

—¿Qué?

—L-lo siento.

Katashi no supo qué responder. El silencio de Charles le hacía compañía, mientras Arctos se ocultaba tras él. Por su parte, Akira liberaba su pesar mediante lágrimas y efímeros espasmos.

—Madre... perdóname.

—No, perdóname por ser una tonta. Tienes razón, es momento de que lo sepas.

—¿A qué te refieres?

—Cuando eras bebé, tu padre y yo vivíamos en un hermoso pueblo. Era precioso, y salíamos con frecuencia, hasta que un día lo atacaron.

—¿Por qué?

—Por codicia —respondió Akira—. La codicia llevó a esos criminales a destruir toda aldea que se cruzara en su camino. Casi nos atrapan, pero tu padre pudo defendernos. A fin de darnos tiempo para escapar, él se quedó a luchar, pero...




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