Las penumbras hacían acto de presencia, pero la luz de la luna lograba disiparlas, de modo que Katashi, en compañía de sus amigos, reconocieran el camino para llegar al sitio donde se desarrollaría la batalla definitiva, aquella donde se decidiría la victoria de uno de los dos bandos, el caballero ancestral y sus amigos, o el devorador y su maléfico poder. Todos llegaron al lugar donde todo comenzó, en esas oscuras ruinas donde alguna vez esperaron volver a sentir la calidez del sol, esa sería la sede de su reencuentro con aquel adversario.
—Estén alerta —dijo Akira.
—¿Será que nos esté esperando?
—No lo sé, pero es mejor estar preparados —concluyó Katashi.
El grupo se ocultó entre los arbustos tras escuchar un desgarrador y descomunal grito de dolor, y es que una luz púrpura emergió de las ruinas del castillo, siendo el mismo demonio devorador. Apenas salió, invocó más monstruos impregnados por su aura maligna, formando un ejército que le ayudara a comenzar su conquista.
Las bestias obligaron a Katashi y a su equipo a salir de su escondite para defenderse, cosa que resultó exitosa, pues ahora que el muchacho tenía control sobre su fuego ancestral. La luz de esa llama sagrada logró eliminar a varios enemigos de un solo tajo, incluidos a esos soldados de ojos ardientes, quienes quedaron reducidos a meras cenizas.
Tras ver aquello, el devorador supo que su ventaja había terminado, así que recurrió a una pretenciosa medida al aumentar su tamaño, dejando clara la necesidad de vencerlo de una vez por todas.
—La noche ha de ser eterna, pero antes me encargaré de apagar sus estrellas —dijo el demonio, encerrándolos a todos en un campo de energía.
—¡Ataquen! —gritaron Andrew y Katashi, comenzando la pelea final.
La batalla parecía sencilla, pues todos se sincronizaron para arrojar sus ataques contra el demonio devorador, mas no contaban con que el campo de energía tenía la misma función que las celdas donde alguna vez estuvieron, ya que fue capaz de debilitar sus poderes. En respuesta, algunos fueron cayendo y alejándose, Raiden y Amy no pudieron resistir, así que quedó en manos de Elián y Akira defenderlos.
A pesar de todo, Katashi continuó luchando hasta que utilizó un ataque giratorio para herir a la criatura, provocando también que su hechizo desapareciera. Una vez que todos se recuperaron, el demonio devorador se adentró al castillo para despedazarlo y arrojar escombros contra el grupo, llevando a Elián a, con ayuda de su forma bestial, devolver los ataques. Por su lado, Amy invocó sus ramas para generar una barrera protectora, estrategia que ayudó a Raiden a tomar ventaja con el uso de sus ráfagas, mismas que lograron eliminar lo que quedaba de ese decadente castillo. Así, el demonio quedó sin protección alguna.
Sin embargo, se disolvió en una nube oscura que se alejó de la zona, llevando a que el equipo lo siguiera hasta llegar a un monte en el que se podía apreciar el poblado donde vivían Katashi y su madre. Desde la lejanía, el pueblo sabía que algo no andaba bien, pues la cima del monte estaba envuelta en nubes oscuras, sin mencionar los rayos que anunciaban una posible tormenta. Algunos observaban, otros temían lo peor pese a desconocer los hechos.
—Gracias a esta altura, puedo sentir un poder mayor, una calidez que emerge desde la lejanía, pero aquí no veo nada.
—¡Aléjate de ahí, esto es entre nosotros dos! —gritó el caballero ancestral, volviendo a hacer que su espada se iluminara.
—Tu sagrada llama muestra todo su esplendor ¡Pero eso pronto acabará! —respondió el devorador, arrojándose encima del grupo, pero la luz de la espada de Katashi se encargó de impedirlo—. Este poder es descomunal, está fragmentándome.
—¡Katashi, hazlo ahora! — gritó Akira, tras ver que la esfera del demonio volvía a estar vulnerable.
—¡No lo permitiré, nadie puede detener el transcurso de las tinieblas!
—¿Qué haremos ahora? —dijo Arctos al ver que el campo de energía oscura encerró a Katashi y al demonio.
—El resto depende de él —concluyó Andrew, tras ver que no podían traspasar la barrera.
En aquella atmósfera, Katashi se sentía asustado y debilitado, pues el aura maligna trataba de consumirlo, y el poder de la espada volvía a provocar que el muchacho estuviera a nada de desfallecer, llevando al devorador a dar por sentada su victoria. Sin embargo, Katashi recordó las líneas de sus maestros y acompañantes, así que, poniéndose de pie, elevó su espada.
—Legendaria espada ancestral, dame la fuerza para vencer al devorador, que las sombras perezcan y la luz de los cielos purifique esta tierra —dijo el caballero ancestral, liberando un último brillo capaz de eliminar la barrera.
—¡Esa luz… está llegando a lo más alto del… jamás! —gritó el devorador, volviendo a rodear al muchacho—. Tu lucha es inútil, la luz va y viene, la maldad volverá y tu lucha será eterna, ¿por qué no lo entiendes?
—Aunque la oscuridad traiga destrucción, la esperanza y el valor triunfarán —dijo Katashi, arrojando un luminoso ataque giratorio contra la esfera del devorador.
—¿Pero cómo?... es imposible que un simple niño cobarde pueda…
—No, ya no soy ese niño cobarde, ¡Ahora soy el caballero ancestral! —fueron las líneas finales del muchacho, quien dio un salto para asestar el golpe de gracia contra la esfera. En compañía de un grito, su ataque acabó con la oscuridad del entorno, purificándolo y poniendo fin a la pesadilla del demonio devorador.
Dado que la barrera se esfumó, los amigos de Katashi por fin pudieron acercarse para averiguar cómo estaba el muchacho, quien se encontraba de rodillas, con los ojos cerrados y manteniendo su espada clavada en el suelo.
Lo más maravilloso de aquella imagen era la luz que envolvía al joven, como si se tratara de una bendición cubriendo a Katashi, una bendición que se manifestó con aquella victoria. Luego de que esa luz desapareciera y el caballero abriera los ojos, todos se acercaron para abrazarlo y felicitarlo, al mismo tiempo que el amanecer daba su saludo a aquella montaña.
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Editado: 20.12.2024