Las luces de neón se reflejaban en los charcos de la acera, creando un espectáculo de colores que danzaban como sombras caprichosas en la oscuridad de la noche. Era un espectáculo al que estaba acostumbrado.
Me deslicé por la calle, sintiendo el murmullo de la ciudad como una sinfonía a mi alrededor. Había un magnetismo en el aire, una energía que pulsaba al ritmo de la música que emanaba del bar cercano. Cada paso que daba parecía atraer las miradas, como si mis pies trazaran un camino de fuego. Con un ligero movimiento de mi mano, dejé escapar un susurro de mi poder, y una ola de deseo se extendió entre el grupo de jóvenes que reían en la acera. Sus ojos se iluminaron, y sonrisas llenas de deseo florecieron en sus rostros. Era un juego que conocía bien, uno que jugaba cada noche.
Sin embargo, a medida que la noche avanzaba, una sombra de insatisfacción comenzó a asomarse en mi interior. A pesar de ser el centro de atención, sentía un vacío, como si la conexión que buscaba siempre me eludiera. Era una sensación extraña, un eco de soledad que resonaba en lo más profundo de mí, un recordatorio de que, a pesar de tod un o el placer que me rodeaba, la verdadera satisfacción seguía siendo un enigma.
—¿Qué haces, Aiden?— me preguntó Axel, la personificación de la Ira, mientras se acercaba con una mirada divertida en su rostro. Sus ojos ardían con la ferocidad que lo caracterizaba, pero también había una chispa de preocupación. Axel siempre había sido el más cercano de mis hermanos, el único que lograba comprenderme completamente.
—Nada que valga la pena— respondí, intentando ocultar la tristeza en mi voz. —Solo disfrutando de la noche, ya sabes.
—¿No te cansas de esto? Siempre lo mismo. Luces, música, gente que solo quiere lo que tienes. — Su comentario resonó en mí. Era verdad, pero me costaba aceptarlo.
—¿Y qué otra cosa hay? No puedo cambiar lo que soy. Este es el juego, y sé jugarlo mejor que nadie.— Mi voz sonó más segura de lo que me sentía en realidad. Pero en el fondo, una pequeña voz me decía que necesitaba algo más.
Mientras Axel continuaba hablando, mi atención se desvió hacia el bar al otro lado de la calle. Fue entonces cuando lo vi, un humano con cabello castaño y ojos que brillaban con una curiosidad que capturó mi atención. Su expresión era diferente a la de los demás. Había algo genuino en él, algo que desafiaba la superficialidad de mi mundo.
Un cosquilleo de interés se deslizó por mi columna. Aquel humano no era como las conquistas pasajeras que solía seducir. Sentí que me atraía a él como un imán. Era un fuego que nunca antes había experimentado, y me dejaba con una sensación de vulnerabilidad que me resultaba extraña.
—¿Vas a quedarte ahí parado o vas a hacer algo?— dijo Axel, notando mi ensimismamiento y direcccion de mi mirada, su pregunta logrando sacarme de mi trance. Su tono era burlón, pero en sus ojos había una preocupación genuina.
—Tal vez esta noche sea diferente— murmuré, mi voz casi un susurro. La idea de acercarme a ese desconocido me asustaba y emocionaba a partes iguales. Un nuevo juego, una nueva oportunidad, y quizás algo más. La expectativa de lo que pasará, de lo que me aguardaba al otro lado de la calle junto a unos ojos penetrantes.
A medida que me acercaba al bar, el bullicio se intensificaba, y el aire se llenaba de risas y música. La multitud palpitante parecía vibrar con energía, pero en medio de todo ese caos, había una calma inquietante en mi interior. Me preguntaba si este encuentro podría ser la chispa que encendiera algo nuevo en mí.
El bar era un hervidero de energía, con luces parpadeantes y una música vibrante que llenaba el aire. Los rostros se movían al ritmo de la melodía, sus risas y susurros se entrelazaban como una sinfonía descontrolada. Pero, a pesar del ruido, mis ojos se centraron únicamente en él. El humano que había capturado mi atención se encontraba en una mesa, solo, con una copa en la mano y una expresión que reflejaba tanto curiosidad como un ligero aire de desinterés.
Me acerqué a él con pasos medidos, la confianza fluyendo en mis venas como el fuego que llevaba dentro. A medida que me acercaba, noté que la conversación a mi alrededor se desvanecía, y la música se convertía en un suave murmullo. Era como si el mundo se hubiera detenido, dejándome solo con este extraño en un instante suspendido en el tiempo.
—Hola— dije, mi voz suave y seductora, aunque sentía un ligero temblor en mi interior. —¿Te importa si me siento aquí?
Él levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los míos. Eran de un marrón profundo, con destellos de luz que parecían brillar con una chispa de inteligencia.
—No, en absoluto— respondió con una sonrisa fácil, una mezcla de amabilidad y misterio. —Soy Dante.
—Aiden.
—Lo sé—mencionó señalando las alas negras a mi espalda que dejaba a la vista en esta zona de la ciudad, mis hermanos y yo éramos fáciles de reconocer una vez dejábamos nuestras alas al descubierto, somos los únicos seres con las emplumadas de color negro, normalmente las alas emplumadas de Los Ángeles eran de color blanco, mientras que algunos demonios tenían alas de murciélago de color negro o de un morado intenso, ¿nosotros? Teníamos la combinación de ambos— ¿Aiden…mmm? ¿Gula?¿Avaricia? ¿Cual era? Solo sé que son siete pero no logro recordar cuál es cuál— menciona con una sonrisa.
—Lujuria —contesté con mi propia sonrisa coqueta mientras dejaba a mis ojos cambia a un tono rojizo intenso, podía sentir que el fuego que había estado ardiendo en mi interior se intensificaba. —¿Qué te trae a este lugar tan… animado?
—Busco un poco de emoción— respondió Dante, inclinándose un poco hacia mí, como si compartiera un secreto. —Pero parece que solo hay más de lo mismo.
—Quizás yo pueda ofrecerte algo diferente—dije, mi voz envuelta en insinuaciones. Pero, mientras hablaba, una parte de mí anhelaba algo más profundo que una simple seducción. Anhelaba la conexión que había estado ausente en tantas de mis interacciones pasadas.