El hecho de haber pasado los exámenes marca el final de las tutorías. Mientras dejo un plato de macarrones con queso frente a Damián, él interrumpe el silencio.
—¡Felicidades por aprobar! —Indico, aunque mi tono cambia al agregar—. ¿Sabes que esto significa el fin de las tutorías, verdad?
Tiene la cuchara a medio camino cuando completo la frase:
—Mi parte está cumplida.
Me queda mirando, algo desconcertado.
—No me trates como si fuera solo un contrato. —Pide
—No lo hago. Solo digo que ahora será más difícil vernos.
Él asiente lentamente.
—Por eso tenemos la cita —dice con una sonrisa que desarma cualquier argumento—. Así tengo más razones para verte. No te vas a deshacer de mí tan fácil, Sophie.
Trato de responder con seguridad, pero las palabras se quedan atrapadas en mi garganta. Mientras sigue comiendo como si nada, siento cómo una inquietud empieza a crecer dentro de mí. Las cosas inevitablemente van a cambiar.
Despertarme temprano nunca ha sido mi fuerte, y mucho menos para ir a la playa. Quiero morirme cuando el auto de Damián se detiene frente a mi casa. Sale, abre la parte de atrás y bajo a dejar mis cosas.
—Buenos días —dice con una sonrisa ligera.
—Buenos días —respondo, apenas.
Me toma de la cintura y me da un beso breve.
—¿Tienes sueño? —pregunta. Asiento, incapaz de disimular.
—Lo sabía —dice, ayudándome a subir al auto. Cuando lo hace, toma algo de la parte trasera y me lo da. Es una almohada y un antifaz.
—¿Qué es esto?
—Para que duermas. Confía en mí.
No me hago de rogar. Cuando vuelvo a despertar, estamos cerca de nuestro destino. Guardo todo mientras él toma un sorbo de café al volante.
—Buenos días de nuevo —digo. Sonríe, tranquilo.
—¿Dormiste bien?
Asiento.
—Definitivamente. Pero ahora necesito ir al baño.
Él me mira, fingiendo desaprobación.
—Más adelante hay una gasolinera.
Cuando nos detenemos, aprovecho para comprar algo de comida. Damián me mira divertido.
—¿Y para mí?
—Es para los dos —le indico, dejando todo en el auto. Su expresión se suaviza, pero pronto frunce el ceño.
—Bueno, yo… debería mantener mi dieta.
—¿Tienes dieta? —pregunto, levantando una ceja.
Asiente, pero su tono se relaja cuando añade:
—Romperla hoy no me hará mal. Solo por ti.
No puedo evitar sonreír mientras lo beso en la mejilla.
Llegamos a la playa, donde tenemos un hotel justo frente al mar. Después de dejar nuestras cosas, decidimos bajar y encontrarnos con el resto del grupo. Margarita aparece del brazo de un chico que no conozco. Zec está junto a una pelirroja, y el resto también trae pareja. Presento a Damián como mi amigo, aunque su mirada dice otra cosa.
—Bueno, ¡a lo que venimos! —exclama Margarita.
Dejo que las olas bañen mis pies mientras el grupo se divierte. Veo a Damián acercarse.
—No vinimos para que te quedaras parada aquí —dice, salpicando agua. Su cuerpo, marcado por el entrenamiento, brilla bajo el sol.
—El agua está fría —me defiendo, pero su expresión me desafía.
—¿Vas a poner esa excusa?
Suspiro y regreso a dejar mis cosas. Con algo de recelo, vuelvo a su lado. Damián toma mi mano y me lleva al agua.
—¿Sabes nadar?
—Sí, pero me da miedo el mar.
—¿Por qué?
—Es peligroso. No sabes dónde está el fondo ni qué puede haber ahí…
Damián sonríe, apartándome el cabello del rostro.
—Entendido. Sujétate de mí.
Lo hago, sintiendo un cosquilleo en el estómago mientras me aferro a sus hombros. Cuando se inclina para besarme, el mundo se detiene. Mis inseguridades se disipan, aunque solo sea por un instante.
—Es lo que hago —Lo miro —¿Estás molesto?
—Para nada
Sonríe, me parta el cabello de la cara. Siento cosquillas en la panza. Damián se agacha y me besa. Cuando se separa me aferro más a su cuerpo.
—No te asustes —Dice en mi oído. Miro a mi alrededor —Te quiero
Lo miro y siento que mi estómago se queda vacío. Lo miro y tiene una sonrisa en el rostro, besa mi frente y una ola nos golpea.
Pasamos una tarde en la playa, cuando el sol estaba por ocultarse regresamos al hotel. Damián dijo que pediría la comida y que yo podría bañarme primero. Cuando salgo él entra y yo me visto. Cuando sale tocan la puerta y voy a abrir. Dejan la comida y mi estómago ruge.
—La comida esta lista —Le digo
—Dame un momento
Pongo música y reviso mi teléfono. Mi madre me manda un mensaje. Hablo conmigo todo el finde semana sobre la intimidad y los bebes. Dejo el teléfono de lado.
Damián sale y me nos sentamos frente al televisor al comer. Al terminar dejamos los platos a un lado y me acomodo a ver televisión a su lado. Pasa su mano por mi cabello y yo me relajo.
—Dijeron que saldríamos en la noche —Dice —¿A dónde vamos?
—No tengo ganas de salir —Lo miro —¿Podemos hacer otra cosa?
—No lo sé, podríamos ir a caminar, pero no deseo ir a un bar…
—Tampoco es que tengas edad —Lo golpeo y sonríe —Quiero que tengamos más citas
Subo la mirada, no sé qué decir.
—Quiero que salgamos
—¿Por qué? —Pregunto
—Porque desde que me pisaste no he dejado de pensar en ti —No digo nada —Confía en mí. Quiero algo serio contigo, así si en un futuro voy a retirar un premio agradecerte delante de toda esa gente.
—Eso es mucho
—Así de mucho te quiero en mi vida Sophie —Besa mi mejilla
Los días pasan volando. En nuestro último día en la playa, Damián llega con una bolsa.
—¿Qué es esto?
—Ábrelo —dice, expectante.
Dentro hay un bikini de dos piezas. Mi rostro se enciende.
—Es una fantasía mía, verte con esto.
Aunque me siento insegura, accedo a ponérmelo debajo de un vestido ligero. Mientras los chicos juegan vóley, Patricia y yo conversamos en la orilla. Cuando el partido termina, Damián se acerca con una sonrisa traviesa.