El Gales

Capitulo 2

Lo seguía por detrás, la lluvia empujada por el fuerte viento me pegaba de lleno sobre el rostro, Arturo, delante mío parecía una montaña, media alrededor de un metro noventa y yo tan solo un metro setenta y tres. Mi padre vestía una chaqueta negra y yo un saco ordinario gris que ahora se encontraba húmedo y frío.

—Descuida, no estamos muy lejos —dijo mi padre.

La calle estaba vacía, poco iluminada, tanto así que intentando saltar un charco de agua caí en otro más profundo, sentí como la media se mojaba lentamente. Luego de maldecir se me ocurrió volver a casa, olvidarme de mi padre y seguir mi vida.

—Llegamos —dijo Arturo.

Nos detuvimos en una esquina, por donde solo había una carretera, con un foquito de luz amarillo, enfrente de ella había un descampado y la lluvia comenzaba a detenerce.

—¿Qué hacemos aquí? —dije un tanto frustrado, —aquí no hay nada.

—Ahora vendrán a recogernos, tranquilo muchacho.

—¿Quienes vendrán?

Arturo me miró y con el cigarro en la boca, dijo con la voz más pastosa de lo normal:

—Mis colegas, ¿Desde cuando dudas tanto? 

—No me conoces tanto como para decir que estoy dudando demasiado.

—Tienes razón —se rió de buena gana, —pero somos muy parecidos, créeme.

No supe qué decirle, ciertamente yo pensaba que éramos polos opuestos, siempre consideré que había salido más a mi madre, no solo en lo físico sino que en todo.

Finalmente, luego de unos largos minutos, llegaron los “colegas” de Arturo, el auto era pequeño (Nunca fui bueno para diferenciar los modelos) dentro habian tres personas, el piloto que era un hombre un tanto subido en años, calvo y de rostro rosado, su copiloto, una mujer de mi edad, con el cabello rubio teñido y en la parte de atrás un sujeto vestido de militar que secretamente se parecía a mi padre. Arturo los saludo a todos y me presento, no recibí tanta cortesía, me miraron raro para luego seguir con el viaje. Íbamos apretados en la parte de atrás, como ya me había ocurrido en la calle, tuve esa necesidad de dejarlo todo y volverme, tal vez ya era muy tarde y estábamos en un punto de la carretera donde no habían casas, la llanura elemental a ambos lados de las ventanillas daba la sensación de túnel, esa noche la luna brillaba por su ausencia. Trague saliva por el miedo, entendi mi situacion, me habia dejado influenciar por un loco, ahora metido en este auto con criminales debía buscar la manera de sobrevivir, note debajo del asiento un matafuego pequeño, la mujer en cierta ocasión del viaje, dejo un corta uñas sobre el maletero y mi padre comenzaba a quedarse dormido, tal vez tenía que intentar introducir mi mano en su bolsillo para quitarle el encendedor, pero el hombre que conducía hablo con seriedad:

—Escúchame bien Amser Jones.

—Si —dije.

—Tú te quedarás en el auto mientras nosotros bajamos y aseguramos la zona.

Lentamente comenzó a bajar la velocidad del vehículo y apagó las luces, parecíamos un fantasma en la noche, el ruido del motor era apenas un susurro.

—Estas son las señales que tendrás que hacer, presta atención. —Dijo de nuevo el hombre, con la voz ahora más gruesa que antes, —un bocinazo si ves policías, dos bocinazos si ves a otras personas y tres bocinazos si ves algo raro en general.

—De acuerdo. —Dije.

Los cuatro comenzaron a equiparse, mi padre medio dormido, sacó de su chaqueta un revólver que no había visto antes, la mujer comenzó a cargar una Mac 10 ,era la primera vez que veía una de tan cerca.

«Esto es una locura». Pensé al tiempo en que me frotaba las manos por el nerviosismo. 

—Ya estamos cerca —dijo la mujer.

—Yo no veo nada, Elin. —dijo Arturo, acercándose a la ventanilla.

 Yo busqué algo en la noche y comencé a divisar una estructura en la llanura, parecía un enorme taller o un castillo perdido.

—Ahí está —dijo el que iba vestido como militar.

Cuando nos acercamos un perro comenzó a ladrar, el conductor dijo una mala palabra y de un segundo a otro los tres se bajaron del auto, mi padre antes de salir me dijo una palmadita.

—Recuerda las señales que te comento Tomas,—dijo —y mantente con ambos ojos bien abiertos, muchacho.

Supuse que Tomás era el conductor, solo le asentí y vi cómo desaparecieron en la oscuridad, al cabo de unos segundo el perro no ladro más, comencé a observar en todas direcciones pero todo estaba en silencio, supuse que nadie aparecería por aquella zona, estaba tan abandonado este sitio que no tenía pinta de valer la pena, Además ¿Para que les quieren armas viejas e inservibles?

Estuve un rato pensando, cuando de pronto me recorrió el cuerpo una sensación de desconfianza aún mayor de la que ya tenía, comencé a sentir algo que se acercaba, miré por la ventanilla y me pareció ver algo que se movía por la carretera, pero no estaba seguro de que era, tenía todas las luces apagadas y cuando estuvo cerca del taller, sin dudar, me apresure a hacer sonar dos bocinazos, para alertar a los otros. Del otro auto bajaron unas cuatro personas que no divise bien y de un momento a otro contra mi auto empezo a caer una lluvia de disparos, me arroje al suelo en forma de bolita, pero las balas no atravezaron el metal y no destruyeron el cristal, me di cuenta en ese momento que era un vehículo blindado, sin embargo el ruido era aterrador. Cuando los disparos se detuvieron, levante la cabeza para ver que venían los cuatro hacia mi, rápidamente agarre el matafuego y lo comenze a rociar contra los vidrios para no ser visto, una segunda ola de disparos cayeron, pero no duró tanto, oí un tipo de disparo diferente, más suave y rápido. Pasaron unos segundos cuando Elin, la chica que venía con nosotros abrió la puerta, sus ojos marrones no sonreían, sin embargo no aguanto reírse de buena gana al verme tan asustado.

—Que pedazo de mugre hiciste —Dijo Elin, me tendió la mano —pero bien hecho. Ahora ayúdanos a bajar las cajas, hay muchas.



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En el texto hay: mafia, disparos, mafia amor armas

Editado: 01.06.2022

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