El gato azul

Traición

Llegamos a un poblado pueblo, exhaustos de la caminata, en el trayecto el maestro estaba pensativo. Esperamos que se ponga la luna y los habitantes apagaran sus luces para recién salir.

 

—¿Qué estamos buscando, maestro?— pregunté curioso.

 

—A un gato escurridizo que me robó algo hace unos trescientos años— respondió.

 

—¿Qué era maestro?— volví a preguntar mientras saltamos algunos techos.

 

—Mi camuflaje— mencionó serio.

 

Nos escondimos en la sombra de un campanario, observando y buscando a alguien que no conocía, siendo más probable es que sea un anciano.

 

— Maestro ¿Qué es ese camuflaje?— pregunté luego de un rato de silencio.

 

— Es una pieza de piedra tallada que nuestro creador me regaló al nacer. Me permite cambiar mi color, ya no debemos seguir robando ni viviendo de puras verduras. Y según lo que escuché ese gato está por este pueblo.

 

Naranai recordaba claramente esa tarde, cuando su fiel amigo Denis le había traicionado.

 

Denis era un mestizo de color verde con violeta que no había heredado ninguna habilidad. Una tarde luego de pasear un rato fuera de la ranura se dió cuenta que estaba perdido, siguió caminando, pasó cerca a un pueblo de humanos, y se alejó de ahí, ya pasada la media noche se topó con un pequeño santuario. Se acercó sigiloso en forma felina, después de dar vueltas por en rededor se animó a entrar.

 

Naranai estaba sentado en el piso, lo que sobresaltó a Denis.

 

—Buenas noches... No quería... interrumpir... Lo lamento... — se animó a decir al ver al gato negro por la oscuridad.

 

— No te preocupes, toda visita es bienvenida.— respondió.

 

— ¿Qué hace tan solo aquí?— preguntó.

 

— La soledad es acogedora cuando uno la elige.— mencionó.

 

Ese fue el inicio de su amistad, pasaban la mayor parte del tiempo juntos, cada día conocía más a su compañero, lo poco que sabía de su habilidad era que tenía que ver con el tiempo, podía manipularlo.

 

Además de eso Naranai podía hacer algo que Denis no, él podía cambiar su color e ir al pueblo. Al principio Denis lo toleró, pero luego fue creciendo la envidia por qué el siempre quiso estar con los humanos y saber cómo eran. Así que ideó un plan para quitárselo, aunque era bastante arriesgado lo puso en marcha.

 

Lo siguió con la excusa de conocer el lugar y ayudarlo con las compras, quedando en que él observaría a la distancia, cuando Naranai se disponía a comprar, Denis solo esperaba el momento. Cuando lo vió distraído, corrió como nunca, le dió un fuerte golpe en la cabeza que logró desmayarlo pues era conciente de sus peligrosas habilidades. Con fuerza y rapidez le quitó la piedra y desapareció por entre las calles hasta llegar al bosque.

 

Naranai despertó confundido rodeado de gente y atado a un poste, no entendía que pasaba hasta que se vió sus pies, estaba azul y todos podían verlo. No podía moverse, estaba de pie bajo el sol ardiente del medio día. Tenia miedo pero se mantuvo sereno. Ya en la tarde al esconderse el sol se reunieron los pobladores, el alcalde estaba presentando a Naranai como una abominación de la naturaleza haciendo que lo insulten y le lancen desperdicios. Naranai no se contuvo, les quitó cinco años a cada uno y varias veces, olvidó la cuenta por la desesperación, al terminar esa horrible costumbre lo dejaron atado. Pasada la media noche un joven humano tuvo piedad de la desgracia de la criatura, cortó las sogas. Quería correr pero no le quedaban fuerzas, el jóven al notarlo lo tomo de la mano y lo jaló hasta desparecer en la oscuridad, llegando a un lugar seguro.

 

—¿Por qué me ayudaste?— preguntó Naranai.

 

—No soportaba ver cómo lo trataban... No fue acusado de crimen alguno, sino de ser azul. —respondió agotado.

 

—Te lo agradezco, creí que iba a morir— confesó el felino.— Te devolveré el favor.

 

— No hace falta... solo no me pareció justo... por eso lo hice.—dijo amablemente.

 

Naranai tomó forma felina asustando al muchacho, cerró los ojos y leyó su deseo «no quiero morir» decía en lo profundo de su ser, encontró el motivo, un tumor en su cerebro ocupaba el espacio de dos limones. Siendo ese su deseo, quitó todo ese tejido inflamado.

 

El jóven sintió un cambio en su cuerpo, sabía que algo había pasado, algo que lo hacía sentir sano.

 

—Gracias... — dijo sollozando. — no sé que seas pero gracias.

 

Naranai volvió a la ranura por un largo tiempo. Les había quitado los años de vida a esos pobladores hasta ya no poder, los que estuvieron esa tarde en la plaza fallecieron antes de cumplir cinco años después del suceso.



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En el texto hay: gatos, aventura, magia

Editado: 07.05.2020

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