El gato azul

Enfrentamiento

Después de algunos minutos, aparecieron algunas sombras que saltaban por los techos. Los seguimos a distancia prudente, eran tres, eran bastante ágiles. Se detuvieron en el balcón de un segundo piso de una casa, que en vista era el mejor del lugar. Esperamos a que entraran.

 

Naranai, se fue por la ventana izquierda, mientras tanto me dirigía a la derecha. Era una reunión familiar, una reunión colorida. Estaba un hombre algo anciano sentado en la cabeza de la mesa, una mujer violeta con algunas patas de gallo notorias, dos niños verdosos con violeta y un joven del mismo color que la mujer.

 

El hombre se levantó de su sitio, se dirigió a la mujer, le dijo unas palabras y se fue por el pasillo cerca al balcón. La mujer servía la cena, los niños ubicaban los platos en la mesa. Era un guiso delicioso, se sentía el aroma del pescado. Me perdí unos segundos en la comida, cuando recordé que el maestro estaba del otro lado.

 

Al llegar, no estaba, pero pude notar que la ventana estaba juntada. Entré cauteloso y escuché susurros, me acerqué a donde provenían.

 

-¡Tú me lo robaste! –decía Naranai con expresión seria.

 

-Tu solo lo usabas para hacer compras de mercado –hablaba entre dientes Denis, mientras tenía la mano de Naranai en el cuello y la espalda en la pared –es patético, no podías usarlo…

 

-Me lo confiaron, era una responsabilidad no un lujo. Nunca supiste usar su potencial, porque no te pertenece.

 

-Igual contigo solo era un desperdicio, tenías tanto por hacer –seguía provocándolo -yo en cambio tengo una familia y vivo de los humanos.

 

-No tengo nada más que decir, solo vine por esto –dijo mientras levantaba el colgante para mostrárselo.

 

Naranai lo soltó empujándolo contra el lavadero del baño, dándole un fuerte golpe en la espalda. se puso el colgante y caminaba en mi dirección.

 

Me adelanté para no estorbar su camino, escuché unos pasos acelerados. Al voltear estaban Naranai y Denis enfrentándose. Denis empuñaba un cuchillo en la mano derecha frente al rostro de Naranai, mientras tanto él frenaba sus puños sujetándolo de las muñecas.

 

Luego de unos segundos de forcejeo, el maestro con mucho esfuerzo, hizo presión en las muñecas de su contrincante haciéndolo volar por encima de su cabeza y rompiendo el vidrio de la ventana. Al escuchar el estruendo llego el muchacho color violeta, siguió el trayecto del hombre verdoso violeta.

 

Luego se acercaron la mujer y los niños, pero a unos metros más lejos. Observé la expresión del muchacho, estaba horrorizado, con los ojos totalmente abiertos. Que era eso que lo dejo estupefacto.

 

Busqué con la mirada al hombre, lo encontré, incrustado en los fierros de la reja. Había caído de espalda sobre dos puntas que le atravesaban la parte superior del abdomen. La sangre caída por la gravedad, como un rio se resbalaba por los barrotes. Escuchaba a la mujer gritar y a los niños llorar a lo lejos. El maestro me sujetó del brazo haciendo que vuelva en razón, el muchacho se acercaba con furia.

 

-¡Son unos malditos hijos de puta!

 

 Saltamos al techo, luego al techo vecino, al voltear nadie estaba detrás.

 

-¡Los encontraré y los mataré, se los juro! –dijo por última vez, dando espacio a los llantos y lamentos.

 

Observamos a la distancia como trataban de sacar al sujeto de ahí.

 

Avanzamos tan rápido como pudimos, hasta llegar a orillas de un río a descansar.

 

-No pretendía matarlo –decía Naranai apesadumbrado.

 

-Fue un accidente, además él planeaba apuñalarte –trataba de hacerlo sentir menos asesino.

 

El maestro suspiró con tristeza, dejó sus cosas junto a la mía y se alejó lentamente siguiendo el flujo del río. Supuse que quería estar solo. Pasaron varios minutos, el sueño y cansancio empezaban a apoderarse de mi cuerpo. Me acomodé en la rama gruesa de un árbol y cerré los ojos.

 

El primer sentido que despertó fue mi olfato, el delicioso aroma de un caldo de pescado terminó de despertarme.

Naranai estaba sentado frente a una fogata rodeada de piedras, sobre ellas estaba una mediana olla que siempre cargábamos encima.

 

-Buenos días, Eyven –dijo algo más tranquilo.

 

Mis ojos no podían dejar de mirar el contenido de la olla. Los pescados flotaban en un caldo rojo, que tenía cebollas y tomates disueltos.

 

-Buenos días, maestro –recordé que no le respondí el saludo.

 

-Veo que te gusta –dijo con tono burlón. Anoche caminé por la zona y encontré un pequeño pueblo. Es la comida más decente que hice después de trescientos años.

 

-Maestro puedo preguntarle algo que pienso muy seguido -pregunté mientras servia el arroz y el maestro el estofado.

 

-¿Cuántos años tiene usted? ¿y donde están el resto de sus hermanos?

 

-Bueno… -dijo pensativo – nací hace unos dos mil años aproximadamente. Cuando era muy poco experto en esconderme y usar mis dones. Si me asustaba por instinto o defensa les quitaba cinco años de vida. Fui perseguido muchas veces, a todos les quitaba cinco años muchas veces. Así fue como alargaba mi vida. Algo similar ocurrió hace trescientos años y alargue aún más mi vida.

 

Me quedé observando sus expresiones, se notaba la tristeza en sus palabras. Nos acomodamos en las piedras más planas y nos sentamos.

 

-Vivíamos cerca unos de otros, pero cada quien por su lado. Luego de mucho esfuerzo cree la ranura, para tener un lugar libre de humanos y vivir tranquilos. Pasó un tiempo que usaron para reproducirse, luego se fueron de a uno. Tuve la oportunidad de encontrarme con ellos en distintos lugares.

 

-Maestro, ¿Por qué no se animó a buscar la nepeta antes? –pregunté.



#14213 en Fantasía
#2930 en Magia
#20304 en Otros
#5984 en Relatos cortos

En el texto hay: gatos, aventura, magia

Editado: 07.05.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.