El gato
Aquel gato arañaba la puerta de la casa, buscando que su ama le abriera para poder entrar. Yo lo veía a través de mi ventana. Me daba un poco de pena el pobre animal. Lo veía ahí fuera, muriéndose de frío ante tal clima que helaba la sangre; mas mi vecina no quiso abrirle. No le importó que el gato estuviese arañando la puerta durante todo ese tiempo. No le importó que el pobre gato le grita con su macabra voz humana una y otra vez que lo dejara entrar.