La batalla rugía en el campo, con Kai, Rune y Rex enfrentándose a las fuerzas de la Orden Oscura. Sus espadas chocaban contra las armas de los soldados, y cada golpe resonaba con la desesperación de la lucha. Sin embargo, de repente, un silencio ominoso llenó el aire.
Todos los soldados de la Orden Oscura cayeron al suelo, como si una fuerza invisible los hubiera derribado. Kai, Rune y Rex intercambiaron miradas, sorprendidos.
"¿Qué acaba de pasar?" preguntó Rex, confuso.
"Tal vez ya consiguieron la esmeralda," respondió Kai, su voz llena de incredulidad.
A lo lejos, vieron a Silveri, que sostenía la esmeralda con firmeza. A su lado estaban Akira, Shan, Mei, y Bip, el gnomo, todos mirándolos con una mezcla de alivio y curiosidad.
"¡Esos son nuestros amigos!" exclamó Rune, señalando hacia ellos.
Akira, al ver a Kai, se detuvo. Sus ojos se estrecharon mientras lo estudiaba. "¿Ya no eres malo?" preguntó con cautela.
"No te preocupes, vieja amiga," respondió Kai, una sonrisa aliviada en su rostro. "Rune me hizo cambiar de opinión."
Akira se acercó y se saludó con los otros caballeros felinos, mientras el grupo se reunía. Pero al mirar a su alrededor, todos sintieron una sombra de tristeza al ver al Maestro y el cuerpo de Sable tendidos en el suelo.
"¡No!" gritó Rune, corriendo hacia ellos. "No puede ser."
Silveri, con la esmeralda aún en mano, sintió una ola de determinación. "Debemos hacer algo," dijo, mirando a sus amigos. "No podemos dejarlos así."
"Voy a usar el último poder de la esmeralda," declaró Silveri, su voz firme. Los demás lo miraron, llenos de esperanza.
Con un profundo aliento, Silveri levantó la esmeralda hacia el cielo. Un resplandor intenso emanó de la piedra, llenando el área con una luz brillante que cegó a todos por un momento.
Cuando la luz se desvaneció, todos abrieron los ojos lentamente. El Maestro estaba de pie, su presencia imponente y serena. "Bien hecho, elegidos," dijo con una voz llena de sabiduría.
A su lado, Sable también había regresado, mirándose alrededor con una sonrisa. Al ver a Kai, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza. "¡Hermano! ¡Qué bien que estés de vuelta!" exclamó, su voz llena de emoción.
Rune, que estaba detrás, sonrió. "¡Qué bueno, Sable! Te ves bien como siempre."
"¡Ay, Rune!" respondió Sable, riendo, mientras su mirada se deslizaba por el grupo. Silveri y Bip compartieron una mirada melancólica, deseando que Bop también hubiera regresado.
En ese momento, a lo lejos, se escuchó una voz familiar. "¡No me vayan a olvidar, amigos!" gritó Bop, corriendo hacia ellos con su energía habitual.
Cuando todos estuvieron reunidos, Silveri, aún sosteniendo la esmeralda, miró a sus amigos con gratitud. "Gracias a todos. Sin ustedes, no lo habría logrado."
Akira se acercó a Silveri y le dijo, con una mirada seria, "No hagas nada tonto, amigo. Sabes que te observaré."
El Maestro, con una sonrisa en su rostro, levantó su pata de gato y la pasó suavemente sobre los ojos de Silveri. En un instante, todo se volvió negro.
La oscuridad envolvió a Silveri, pero en su interior sentía la calidez de la luz y la conexión con sus amigos. Sabía que, sin importar lo que viniera, juntos podrían enfrentar cualquier desafío.