Fuimos felicitados por todos en la central después de la exitosa captura de Belcast y el rescate de las víctimas e incluso planearon celebrar en una discoteca nuestro éxito.
—Perdón— murmure al chocar con un tipo y dejar caer las bolsas por intentar alcanzar a las chicas.
—No hay problema— respondío con una voz muy varonil y profunda.
Me volteé para ver su rostro y no había rastro de él.
Me levanté rápido intentando alcanzar a las aceleradas chicas o mejor dicho a Kenna que iba por la ciudad comprando como loca.
¿Qué no se suponía solo buscaríamos un vestido para la noche?
Llevaban más de cinco bolsas en cada mano y aunque la mayoría pertenecían a Kenna, la pobre Brielle las cargaba intentando seguirle torpemente el paso.
Suspire agotada —Pensé que solo compraríamos un vestido— solté sentándome en una mesa de la cafetería.
—Es cierto— respondío Brielle la rubia de hermosos ojos celestes tomando asiento a mi lado.
—No seas aburrida, apenas has comprado un collar y ni siquiera es para ti— añadió Kenna mirándome de reojo y absorta en lo que sea que miraba.
—Necesitas comprarte algo para esta noche— mencionó Kenna de nuevo con nosotras.
Negué no necesitaba comprar nada, tenía suficiente ropa en mi armario y no estaba muy convencida de salir por la noche.
—Dos frappé y un caramel macchiato, por favor— ordenamos.
La morena pronto comenzó a hablar de los soldados de la central e ignoré la conversación ¿por qué siempre era lo mismo?
—¿Y cuál es el soltero más codiciado?— preguntaba curiosa Brielle.
—Kai, el capitán de Adeline— suspiró —Es una verdadera lástima que no esté interesado en nadie— respondió tomando de su frappé.
—¿Nunca ha tenido alguna conquista?— me interrogó Brielle curiosa.
La rubia era nueva había llegado hace apenas tres meses a la central y anteriormente conocía a Kenna porque ambas estuvieron en la central de su país USA.
—No— respondí sincera —Debo suponer que nadie está a su altura— añadí riendo.
Nos reímos por el comentario y ambas chicas me interrogaron acerca de dónde iría en los días libres que nos dieron.
—Iré a casa— respondí mientras pagaba la cuenta.
—¿De verdad?— preguntaron las dos al mismo tiempo y asentí.
Las dos chicas sonrieron felices y Kenna me abrazó, ambas chicas sabían que había sido difícil para mí no poder regresar en estos años.
—Bueno, caminemos necesito seguir aprovechando al máximo el amable gesto de Adeline— interrumpió Kenna agarrando sus bolsas.
Negué divertida observando como intentaba torpemente llevarlas todas se veía muy incómoda y tuve que ayudarle cogiendo algunas.
—Siento como si Adeline fuera nuestra suggar mommy— comentó Brielle.
—En algo tiene que gastar su herencia ¿no?— respondió Kenna desinteresada —Nada mejor que gastar dinero en sus amigas— soltó entrando a otra tienda.
Asentí observando a Brielle que caminaba algo incómoda y le sonreí tratando de que dejara de estar avergonzada.
Después de todo Kenna tenía razón, había obtenido la gran herencia "Miller" la que en el pasado mi bisabuelo Jack había renunciado y que por decretó solo aquel que por sus venas recorriera la sangre Miller y tuviera el gen podría disponer de ella.
—Encontramos el vestido perfecto para ti— comentaron las chicas interrumpiendo mi lectura.
Deje la revista a un lado y observé como se acercaban muy felices con una mirada llena de ilusión.
Lo analicé y asentí —Bien, lo compraré— respondí no podía decirles que no.
Salimos de la tienda con otras veinte bolsas, gracias a Kenna que se había vuelto loca comprando todo lo que veía por la tienda.
Pasamos dejando algunas bolsas en el departamento de Kenna y Brielle, para después irnos a mi casa a prepararnos.
De alguna manera ellas intuían que después de dejarlas en su departamento pondría alguna excusa para no ir a la celebración así que planearon asegurarse de que me presentara.
Finalmente después de algunas horas logramos que Kenna terminara de maquillarse y salimos de la casa caminando hacia el Lamborghini Sian negro uno de mis consentidos.
Después de un largo camino lleno de reclamos de la morena logramos llegar a la discoteca y observé mientras entraba al estacionamiento una gran parte de los autos de la central.
—Pon una cara bonita— mencionó Kenna detallandome —Pareces una diosa con ese vestido blanco— añade intentando que sonría.
Era sencillo, pero tenía esa delicadeza que lo hacía ver muy bonito, el vestido era de seda con un escote algo descubierto tenía pequeños tirantes, era espalda abierta y tenía una abertura en la pierna, el vestido se pegaba a mi figura.
Rodé los ojos ignorandola pasando a su lado y entrando al lugar que estaba repleto de soldados de la central.
Los capitanes casi nunca solían asistir a estas clases de fiestas y no entendía si era cuestión de tiempo puesto que solían tener más trabajo que nosotros o simplemente algunos se sentían más importantes que nosotros y nos despreciaban.
¡Se lo perdían!
La única excepción era el capitán Cole, el siempre asistía a este tipo de fiestas y se podría decir que en ocasiones era el alma de la fiesta.
Habían grupos bailando en la pista, otros simplemente bebían en la barra mientras conversaban y el resto simplemente estaban sentados en las mesas conversando con sus grupos.
—Por allá están— comentó Brielle casi gritando por el ruido señalando a nuestro grupo.
Caminamos por en medio de la multitud llegando a la mesa donde estaban nuestros amigos.
—Hola— saludé con un abrazo primero Rowena.
—¿No me saludas a mi?— pronunció una voz familiar fingiendo sonar herida.
Era Ayla que se acercó sorprendiéndome, tenía más de tres meses de no verla ella se encontraba en una misión y no tenía idea de que había regresado así que la abrace fuertemente feliz de su llegada.
—Llego ayer por la tarde mientras ustedes estaban en el misión— explicó Rowena ante mi mirada de confusión.