Desconocido.
El dolor de cabeza es punzante y muy molesto, busco en el cajón del despacho los analgésicos, rebusco por cada centímetro y no tengo suerte alguna, debía de ser algún tipo de castigo para mi.
Maldita sea.
Cuando me había hecho a la idea de que tendría que salir y posiblemente responder a sus preguntas, observo a lo lejos las pastillas que descansaban sobre la pequeña mesa acompañadas con una nota.
"Recuerda que solo debes de tomar una" podía intuir por la letra de quién se trataba el gesto amable.
¿En realidad pensaba que solo tomaría una?
Era inocente de su parte, el dolor era tan insoportable que solo tres de ellas ayudarían a calmarlo un poco.
Me levanté del escritorio y note a mi lado la botella de whisky vacía, ojee mi aspecto que era lamentable, pero solo podía reír falsamente y negar con mi cabeza, mientras me servia un vaso de agua tomando las pastillas.
No solo mi aspecto era lamentable, el despacho era un desastre total, papeles por todos lados, comida echada a perder, empaques a medio comer, botellas de licor vacías y colillas de cigarros, ni siquiera me atrevía a observar lo que descansaba sobre el sillón, regresé de nuevo a mi escritorio tratando de no oler profundamente.
¿Qué será de ella?
Poco a poco me siento relajado en cuánto los analgésicos hacen efecto y cierro los ojos tratando de recordar como era su rostro la última vez que la vi y su aroma tan delicioso que había impregnado por completo mis fosas nasales.
Inhalo hondo al notar que alguien entra al despacho sin tocar antes —Espero que tengas una buena razón para entrar de esa manera— murmuro rascandome el puente de la nariz.
Silencio.
—¿Qué pasa?— interrogó poniéndome firme sobre el escritorio.
—Es ella— responde con rapidez.
Cada músculo de mi cuerpo se tensa antes las posibilidades y lo observo impaciente.
—La encontraron— responde ante mi mirada.
Finalmente nos volveremos a ver Adeline...