Habían trancurrido cuatro semanas desde mi regreso a Manchester y mi toma del puesto temporal como teniente en la central.
Cuatro largas semanas sin nueva información, sin amenazas, sin ataques y sin ninguna señal de parte de Paul.
28 días sin conciliar bien el sueño.
Al menos una cosa había salido bien, Enzo se había adaptado con rapidez a nuestra manera de actuar y la tropa confiaba en él, aunque no había disfrutado del todo mi puesto temporal como lo habría hecho en otras circunstancias, estaba satisfecha por haber ayudado al italiano.
Por su parte Kai mantenía una actitud distante e indiferente, cualquier cosa que necesitara de mi con carácter urgente, me era informada por alguno de los compañeros de mi tropa y todas las demás órdenes las recibía mediante correos.
Ni una sola palabra más de lo que había pasado y no hacía falta mencionar que el evitaba a toda costa pasar más de dos minutos en el mismo lugar en que el estuviera.
Incómoda, en definitiva incómoda se había vuelto toda la situación, de alguna manera parecía que yo tenía alguna especie de enfermedad contagiosa a la cuál él era especialmente de alto riesgo.
—Buenas días Adeline— pronunció una masculina asustandome y haciéndome casi perder el equilibrio.
Me giré encontrándome con el azul intenso de los ojos del doctor Sebastian y noté que aún sostenía la perilla de la puerta que recientemente habría abierto.
Me observaba con el ceño fruncido visiblemente extrañado.
—Oh, buenos días— saludé con nerviosismo y el cerró la puerta adentrándose en el lugar.
Debo aceptar que a este punto estaba desesperada al no tener ningún tipo de información de Paul y me había infiltrado en el hospital como rata de basurero en una última búsqueda desesperada.
El área de archivos del hospital cruzó por mi mente y tuve que venir a rebuscar entre miles de archivos, era bueno que fuera un área casi inhabilitada y pocas almas se encontrarán por aquí. Ciertamente la manera de archivar del hospital se había actualizado y toda información ahora se subía a la base de datos, pero las antiguas carpetas de décadas atrás seguían estando aquí.
Buscaba entre los archivos del 2010 al 2012 que resonaban a los últimos años de Louis en el la central.
—¿Qué buscas?— preguntó con curiosidad alzando una ceja y observando los años del estante en el que rebuscaba con ayuda de una escalera.
Cerré mis ojos y bajé de la escalera con normalidad escondiendo bajo mi hombro la fecha de la carpeta que había tomado.
—Nada interesante, ya sabes el típico trabajo aburrido de escritorio— mentí vagamente y le sonreí pareciendo sincera.
Ladeo su cabeza conforme y se sentó en escritorio, maldición su vista se desvío prestando atención a todas las carpetas que ya antes había revisado.
—No encontrarás nada de él aquí— respondió ojeando una de ellas y me hizo alzar la vista hasta él.
El hombre de aspecto mayor, me observaba con atención pareciendo analizarme, dejé la carpeta a un lado y fingí demencia poniendo una cara de confusión.
—¿De quién?— pregunté curiosa frunciendo mi ceño.
—Del lobo rojo o bueno, Paul— pronunció analizando mi reacción y sonrió al notar que había descubierto mi mentira —Todo ha cerca de él ha sido eliminado o al menos se encuentra fuera del alcance de todos— añadió invitándome a sentarme en la silla frente a él.
Trague saliva y acomodé mi uniforme nerviosa tomando asiento frente a aquél hombre que parecía tener las respuestas a muchas de mis preguntas.
—¿Por qué ocultan esa información a todos? No lo entiendo se supone que es uno de nuestros principales enemigos y casi no sabemos nada de el— comenté frustada y el ladeo su cabeza.
Pareció estar pensando si sería buena idea contármelo o no.
—Es simple, la vergüenza de ser traicionados por uno de los suyos y claramente el ego herido del coronel Blackborne fue suficiente para que intentarán borrar todo acerca de él— comentó apoyando ambos brazos en el escritorio.
¿Blackborne? El abuelo de Kai
—Lastimosamente para ellos su nombre continúa sonando en esta y las demás centrales, además de qué no pudieron obligar a los que conocimos a Paul a olvidarlo— finalizó con tranquilidad.
—¿Qué tanto lo conociste?— interrogue con rapidez y noté que su cuerpo se tenso al momento que su mente pareció viajar entre recuerdos.
Lo observé en silencio y finalmente el pareció volver de ellos soltando aire con pesadez.
—Era nuestro amigo— respondió con una sonrisa triste mirándome fijamente.
Arquee una ceja y sacudí mi cabeza.
—¿Nuestro?— pregunté confundida y el asintió.
—De Louis y mío, era nuestro mejor amigo— soltó tomándome por sorpresa y tuve que sostenerme con fuerza de la silla para no irme para atrás.
¡¿Mejor amigo?!
Qué mierdas acaba de escuchar ¿Paul su amigo? ¿cómo? O peor aún ¿por qué Louis me ocultó algo como eso? No comprendía en absoluto.
Bufo divertido —Cómo médico debería de preguntarte si estás bien— pronunció analizandome y negué observándolo.
El impacto de una verdad como esa posiblemente me había hecho palidecer y mi boca se había secado por completo.
Me ofreció la botella de agua que había dejado a un lado del escritorio y la tomé girando lentamente la tapa para beber un poco de su contenido humedeciendo mi boca.
—Louis hizo mal en no decírtelo desde un principio— comentó con leve molestia en su tono y negó con su cabeza.
Asentí un poco más repuesta, aunque mi cuerpo estaba tenso y gotas de sudor frío se deslizaban por mi frente y brazos.
—¿Y?....
—Imagino que debes estar preguntándote ¿en qué momento Paul decidió cambiarse de bando?— añadió con pesadez y asentí con timidez mirándolo a los ojos.
Sabía que hablar de ello estaba siendo difícil para él, podía notarlo en su mirada y en como su voz sonaba, pero necesitaba tener respuestas y parecía que únicamente solo Sebastian podría dármelas. Ni siquiera Louis había sido capaz de decirme algo tan importante como que el hombre que quería asesinara fue su mejor amigo.