El general Sam

Capitulo I

Capítulo I

Abrí mis ojos, aún estaba oscuro afuera, así pues sin percatarme demasiado del cansancio de mi cuerpo, me levanté y me puse la ropa para entrenar, un pantalón a medida mandado a hacer con un material con la capacidad de estirarse y con flexibilidad necesaria para poder entrenar, una camisa sin mangas, para poder mover los brazos con libertad, además de una capa con barretina para pasar desapercibida, me recogí el cabello crespo de color castaño, un cabello singular en este reino, bueno mejor dicho único.

 

Al salir y percatarme de la oscuridad, sentí tranquilidad, contrario al resto de la gente, me sentía libre en ese momento del día, todo era posible para mí, entonces al respirar el aire frío y puro ingresando por mi nariz, y saliendo en forma de vapor caliente de mi boca, empecé a sentir como un calor embriagador para mí, empezaba a ascender de los pies a la cabeza, así sabía que estaba lista, empecé a correr, primero lento, dejando una cantidad considerable de terreno del inicio al punto donde me encontraba, hasta rodear el reino completamente, sin preocuparme que alguien se interpusiera en mi camino, a medida que aumentaba la velocidad, mis músculos se resentían, pero mi mente solo buscaba su propia liberación.

 

Al por fin despejar un poco mi mente, se dispuse a caminar a mi lugar favorito para poder observar la salida del sol, siempre lo hacía debido a que por mi labor, no sabía cuándo podría ser mi último día de vida, no sabía cuándo era el día que podría sentirme libre, por lo cual después de simplemente aceptar lo inevitable de la muerte, no hoy, pero tal vez mañana, me levanté y me dirigí a la sala de entrenamiento; al entrar como siempre, toda la sala, volteó a mirarme, todos aquellos jóvenes sudados, egocéntricos y machistas me miraban como un bicho raro, por ser la primera y única mujer del ejército del reino, como lo habían hecho desde mis 16 años cuando se había aceptaba mi solicitud de ingreso al ejército por parte de la realeza, y como diez años después lo seguían haciendo, como si nunca hubieran visto a una mujer antes, pero hoy como era de costumbre, el ingreso de nuevos soldados, era notable, al menos de mi parte, debido a sus comentarios incómodos e irrespetuosos, a los cuales yo no era capaz de resistir la oportunidad de divertirme un poco.

 

- Uy muñequita, para que el uniforme si con la sábanas de mi cama estas mejor vestida.

Yo gire mis ojos antes de contestar - Será idiota, ese lo había escuchado unas cien veces antes de usted, y créame que ni la primera y la última vez surtieron ningún efecto en mi-

Pero sin dejar de insistir le desgraciado - pero veo que voy a disfrutar mucho mi decisión de ingresar al ejército, con tal de ver ese culo y esas tetas todos los días.

Mientras este pedazo de hombre, me empezaba a sacar de mis casillas dije - vaya, la ignorancia es atrevida, acaso no sabes que todas las mujeres tenemos culo y tetas.

Y acercándose, intentando poner sus asquerosas manos sobre mí, a tiempo para detenerle la mano dije - ven, pedazo de escoria y te demuestro como este par de tetas le patea el trasero, por no decir otra cosa.

 

Al escuchar esto, todos los presentes en la sala, se empezaron a organizar alrededor de la figura de pelea, dibujada en el suelo, lugar en el cual había practicado pelea mano a mano desde los diez años, en los cuales, en los primeros encuentros no ganaba más que golpes, moretones, sangre y un orgullo herido, hasta que mi determinación me llevó a mejorar cada día hasta ser la mejor guerrera.

 

El idiota se posicionó en una parte alejada de la figura, mientras yo me posicione en la esquina opuesta, lo miraba como los leones miraban a su cena, antes del ataque certero, por el contrario este solo sonreía con fanfarronería y yo sin ganas de prolongar mucho el encuentro, le dije hiriendo su frágil orgullo, como el de todos los hombres - venga, que te muestro porque ingrese al ejército.

 

Este con una sonrisa, se acercó con un ataque tan pobre en fuerza como en técnica, el cual esquive fácilmente no sin antes darle un puñetazo en el costado descubierto, al llevar su mano, a mi punto de impacto, me miró pero con verdadera ira, entonces atacó nuevamente y yo volví a golpearlo en el otro costado mientras pensaba  “este si necesita una rápida lección de humildad”, en el siguiente ataque le di en toda la parte derecha de la cara y ahí sí vi la desesperación en sus ojos, como la de todos aquellos nuevos, creyendo tener  el derecho de hablarme o intentar algo, con las palabras asquerosas que salían de sus bocas, sin más habilidades de pelea en él, en un truco sucio y traicionero, me agarro de la mano mientras me golpeaba en el costado. Fue entonces cuando me olvide del verdadero motivo de esto, darle una lección, a convertirse en una guerra de vida o muerte y me lance contra él, sin más, le empecé a golpear en los costados y en las partes descubiertas, hasta que nuevamente me agarro de la mano y me golpeo en toda la parte izquierda de la cara, así al mismo tiempo que escupía la sangre de mi boca, me lancé como un animal contra él, con golpes tan veloces que él no podía hacer nada, entonces golpe tras golpe, en costados, cara, perdió el equilibrio y yo encima de él continuó golpeándolo en el suelo, hasta que sentí unos brazos alejándome del pobre diablo tendido en el suelo, pero yo irracional en ese momento le solté un golpe seco al costado al que me había tocado, volviendo al origen momentáneo de mi odio, empecé nuevamente a golpearlo, mientras le espetaba - Para que entienda que no se debe tener pelotas para pelear bien, y si no le ha quedado claro, cualquier día repetimos; además es una lección para cualquier idiota al cual se le ocurra hablarme o incluso intentar tocarme.



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En el texto hay: muertes sangrientas en la oscuridad, amor, odio

Editado: 04.08.2019

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