El giro de mi vida

Capítulo 5

Astoria

Llevo tres días completos en este colegio, con hoy ya son cuatro. Hoy tengo mi primera clase de arte, pero ahora me encuentro hablando con Juliette ya que es hora del almuerzo, y la clase no empieza hasta que termine el almuerzo.

—No puedo creer que hayas escogido arte en lugar de fotografía— me reprocha Juliette por decima vez en el día.

—Ya te dije que lo pensé mucho y de las dos la que más me gusta es arte, me libera, y me hace olvidar— Le respondo tranquilamente, en estos cuatro días descubrí que Juliette no es tan mala compañía, de hecho es con la única acá con la que puedo ser libre, hasta cierto punto.

—Si lo sé... pero esto significa que no voy a poder contarte todos los líos entre los alumnos.— me comenta en un tono triste.

—Pero tendremos más tiempo para contarnos lo que pasa en el club de la otra, bueno Juliette ya me voy, no quiero llegar tan tarde— me despido de ella y me dirijo al pasillo.

—Adiós pelirroja!—grita Juliette por la distancia.

En el pasillo veo a todos correr para todos lados, principalmente a programación, a salud y bienestar, a francés y a fotografía. Tenía interés en francés porque aprendí a hablarlo en Canadá, pero no había más cupos para esa clase.

Me siento igual que el primer día de clases, estoy nerviosa, como si no encajara aquí.

Al llegar a la puerta tengo el sentimiento de que por lo menos ya pasé la peor parte, la parte de fingir que estoy interesada en conocer gente. Ahora solo me toca hacer lo que me sale natural.

Entro al salón, y lo único que se ven son pinturas, caballetes, frascos con pinceles y manchas por todos lados.

—¿Usted es la señorita Scott, no es así? Yo soy el profesor Alaric Carter, para que tenga una idea de mi, yo soy una persona muy tranquila, los alumnos y demás profesores dicen que soy excéntrico— El señor Carter se presento ante mi, la verdad siento que va a ser de mis profesores favoritos, y recién lo conozco.

—Ah, si yo soy Astoria Scott, es un gusto conocerlo señor Carter.

—Bien ve a sentarte para dar inicio a la clase— decreta el profesor Carter—. Bien, en la clase de hoy no quiero que dibujen bien, quiero que dibujen con la verdad.

Me dirijo a una mesa alejada de todo, que no llama la atención, esperando que nadie se acerque a mi. Al sentarme en la mesa escucho música clásica de fondo, según varios psicólogos la música clásica ayuda a estimular tu cerebro y a concentrarte mejor, lo aprendí cuando en Canadá una compañera y yo teníamos que hacer un trabajo practico y ella puso música clásica.

Acomodo mi caballete, pongo el lienzo y pienso en lo que puedo dibujar, pero me desconcentro viendo como nada de esto parecía una clase... no son como las de Canadá, y eso es lo que la hace mejor.

Mi mirada se centra en la puerta, como si supiera que alguien fuera a llegar, alguien importante. Cuando decido girarme la puerta suena, entra un chico, el mismo del otro día, el de la pista.

Entra deja su tabla en la pared, no dice nada solo se acerca a la mesa al lado mío, solo porque es la única vacía. Lo veo y solo atino a mover mi cabeza en un leve asentimiento, y él hace lo mismo.

El señor Carter pasa junto a nosotros y da una consigna:

—Dibujen lo que ustedes sientan que es sentirse que no pertenecen a un lugar, porque están en otro, el cual no es suyo.

Me quede quieta, congelada, no sé qué hacer. Pero luego de unos segundos, sin pensarlo mi mano se empieza a mover en el lienzo, haciendo líneas algo duras, agresivas.

Mi dibujo tiene una casa con, lo que parecen, unas ventanas, siluetas de personas, parecen ser 5 exactas personas, estaban borrosas, una de las 5 figuras parece estar sentada en una esquina de la casa, estaba sola y tiene unos auriculares puestos. No creo que esto sea arte, pero sé que duele. Llevaba años sin poder sacarlo, hasta esta clase.

Levanto mi mirada y veo al chico sentado al lado mío, está dibujando mucho, no puedo ver lo que hace. Parece notar que lo observo porque me ofrece un caramelo, y se lo acepto porque por más que no lo vaya a comer ahora, me parece un gesto muy amable y mamá siempre dice que no aceptar las cosas es de mala educación, por más que no lo fuera a comer.

Mr. Carter pasa por nuestros bancos, y observa nuestros dibujos, pero se centra en el mío.

—No es muy estético que digamos, pero a diferencia del resto es honesto. Y eso es lo más complicado de lograr.

—Muchas gracias señor Carter— Le respondo al profesor.

Con lo que me dijo el profesor Carter, no sé si sentirme expuesta o agradecida.

Me dispongo a seguir dibujando, agregarles algunos detalles que expresen mis emociones, dibujo hasta que termine la clase.

Cuando termina la hora me quede quieta por unos minutos esperando a que se vayan la mayoría para no chocarme con nadie. Veo al chico salir con su patineta solo mira para atrás y hace un leve gesto con su cabeza, como si estuviera saludando.

No le hable, pero entendí todo lo que dijo en su silencio.

—Señorita Scott— me llamo el profesor cuando estaba por salir del salón—. No firmó su obra

—Oh, perdón, me había olvidado— le respondo para agarrar mi dibujo y firmar en la esquina esquina inferior derecha, no se si fue por instinto o por algo más, pero firme como "Tori", en lugar de Astoria o cualquier otra cosa.— Bueno profesor si eso es todo me voy qué tengo que volver a casa. Adiós señor Carter.

Salgo del curso y voy hasta mi casa, hoy mi hermano y yo volvemos juntos a casa, para comer o lo que supone que tengo que hacer.

En el camino solo puedo pensar en que lo estoy disfrutando más de lo que pensé disfrutar, algunas cosas aquí son grandiosas, pero no quita el hecho de que quiera volver a Quebec.

🛹

A la noche en mi habitación me acuerdo de dos cosas muy importantes, bueno tres si contamos que ese chico no salió de mi cabeza. Entre otras cosas, hoy no hubo cartas en el buzón, llevo unos días sin ver más cartas, y lo segundo es que cuando salí del salón de arte vi un dibujo con bastantes años y tenía una firma que me resulta familiar, ahora que me pongo a pensar, esa firma es la misma de la familia que vivía aquí con anterioridad.




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