Nunca había imaginado que iba a vivir algo así, ni siquiera algo remotamente parecido. Ha cambiado mi vida, mi forma de ver a los que me rodean y no sé cómo podré salir adelante sin una ayuda divina.
Estoy sentada en la ambulancia con una manta rodeando mis hombros y un torniquete en mi brazo, sé que tengo más rasguños en todo el cuerpo y en algún momento van a llevarme al hospital para un chequeo completo, pero no puedo pensar en ello ahora, aún no puedo pensar en continuar.
Aún es muy temprano pero para mí se siente que es extremadamente tarde, así lo percibe cada molécula de mi cuerpo y cada recuerdo que ahora tiene lugar en mi mente.
El sol está a punto de salir, lo sé, pero de nuevo, cada parte de mi siente que aún vendrá más oscuridad.
Dejo un sollozo salir de mis labios para el momento en el que las camillas empiezan a salir con bolsas negras encima y con la forma de lo que antes estuvo vivo.
No importando el dolor de mis piernas, corro a pesar de las advertencias de los paramédicos.
—¡No!, ¡por favor!, ¡no! — sale de mis labios.
Grito de nuevo, una y otra vez hasta que mi garganta arde, no soporto tanto dolor.
Siento de pronto unos brazos rodear los míos, sé que quieren alejarme de ellas pero no quiero aceptarlo, no quiero aceptar que todas mis amigas han muerto.
—Ya, mi amor, tranquila, estoy aquí, estoy aquí.
No necesito mirarle para saber quién es, simplemente me giro para aferrarme a él como nunca lo había hecho.
—¡Ha sido horrible! — grito mientras mis brazos rodean su torso y mi rostro se pega a su pecho —, ellas, todas, yo no pude, no supe...
—Ya, ya, estoy aquí, estoy aquí — repite acariciando mi cabello con una mano.
—¡Ella las mató!, ¡ninguna lo esperó! — le miro al fin pero me detengo.
Su rostro está lleno de preocupación y alivio a la vez, estaba realmente devastado y puedo caer en la cuenta de que quizás, él no sabía lo que había acontecido, quizás simplemente él temía que yo no estuviese bien.
—Ven aquí — es lo que dice para luego abrazarme.
Su abrazo es una gran caricia de consuelo, una forma de aliviar un poco, solo un poco, todo el dolor.
Llorando me aferro a él mientras sus brazos me sujetan con tanta fuerza que da la impresión de que quiere romperme, pero sé que no es así, sé que solo está desesperado, lo sé además porque entierra su cabeza en mi cuello y yo no puedo dejar de hacer lo mismo.
—¡Agnes!, ¿dónde está Agnes? — su voz me rompe el corazón.
—Señor, señor, necesitamos que se calme, por favor, espere un momento —dice un oficial.
—¡No voy a calmarme! — grita —, ¡es mi prometida!, ¿dónde está?
Es entonces cuando no puedo más y me separo de Gibran, este parece entender lo que quiero hacer porque toma mi mano.
No me detiene, así que avanzo con mi mirada fija en mi objetivo.
Veo su desesperacion en cámara lenta, sus gritos no llegan a mis oídos, todo lo que veo es desesperación y una preocupación ferviente.
Es entonces cuando me ve, su rostro se ilumina brevemente y se libra del oficial que intenta detenerlo.
Corre hasta mi e inmediatamente toma mis hombros.
—¿Dónde está? — pregunta fuera de sí—, ¿qué es lo que ha pasado?, ¿por qué nadie dice nada?
Lloro con fuerza, no puedo evitarlo, su dolor me atraviesa el pecho porque yo también puedo sentirlo, la que iba a ser su esposa, una de mis mejores amigas...
—Lo siento — digo negando con la cabeza —, no lo vi venir, lo siento.
Él niega un par de veces con su cabeza y retrocede soltándome.
—¿Qué es lo que ha pasado? — pregunta sin mirarme, su rostro lleno de lagrimas, las manos en su cabeza —, ¿qué ha pasado?
—No te imaginas la verdad — digo con mi voz quebrada.
Gibran pasa sus brazos por los puntos correctos y en un instante mis pies dejan de tocar el suelo, él me ha cargado y camina llevándome a algún lugar.
Todas las escenas corren por mi cabeza y no puedo procesarlas todas a las vez, solo sé que estoy llorando con todas mis fuerzas y temblando como si estuviese en un congelador.