Mi mente vuela a la tarde anterior, justo al momento en el que llegamos a esa casa. Al instante en el que ninguna pensó que sería el lugar de la mayor tragedia que podríamos vivir:
—¡Vamos, Agnes!, ¡no puedes decirme que no estás completamente nerviosa por el día de mañana! — exclamó Juliette, una de las amigas.
Agnes dejó su bolso sobre la mesa de la sala y le regaló una gran sonrisa.
—Puedes seguir sorprendida porque no lo estoy.
—Es que no han comprendido que esta chica está hecha de acero — dije abrazando a la mencionada.
—¡Yo sigo sin comprender como es que John ha conseguido enamorarla! — Miriam se dejó caer en el sofá de forma exagerada, abriendo sus piernas de par en par y sus brazos de la misma manera.
—¡Que antiestético!, ¡niña, por favor!, ¿nadie te enseñó a comportarte como una dama? — habló Hailee como si tuviese la nariz tapada y de forma chillona, al tiempo en el que movía sus manos como señalando lo más asqueroso del mundo.
Todas reímos ante la actitud tan exacta que había tomado.
—Deja de burlarte de mí madre — la empujó Agnes de forma juguetona —, está en casa y puede escucharte en cualquier momento.
—Si de alterar a la reina de Inglaterra se trata — dije y saqué de mi bolso una gran bolsa de frituras para que todas la vieran.
—¡Yo quiero! — gritó Barbie desde el otro lado de la sala.
—Yo reparto — corrí mientras intentaba abrir la bolsa.
—Yo traje chocolate — espetó Ray.
—Ustedes están hablando de adrenalina — bromeó Agnes alzando ambas manos —, si mi madre baja y las ve sentadas como puercos — señaló a Miriam — y comiendo como adolescentes con síndrome pre menstrual, esto va a arder.
—Relájate, Agnes — Támara le dio una palmada en los hombros —, vive la vida, un sermón más acerca de lo estilizadas que debemos vernos con los vestidos el día de mañana, y lo educadas que debemos ser, no va a acabar con nosotras.
Metí un puñado de papas a mí boca para que luego Barbie hiciese lo mismo.
Todas estábamos quedándonos en casa de la madre de Agnes desde casi una semana atrás, esto con la finalidad de ayudar con los preparativos de la boda y mantenernos vigiladas con dietas y ejercicios porque todo debía salir excelente el día de la boda.
No era un secreto para nadie que la familia de Agnes era una de las más destacadas de la ciudad entera, así como que su boda era una de las más importantes y el evento más esperado del año.
—Mejor ya vamos a la cocina, tengo demasiada hambre — exclamó Hailee —, y yo voy a cocinar lo que me dé la gana — dicho esto se encaminó a la cocina.
—¡Y esto, señores, es lo que pasa cuando nos mantienen una semana en cautiverio! — dijo Juliette.
Al observarla, pude notar que tenía el celular en mano mientras se grababa a si misma y algunas salíamos detrás de ella.
—¡No pueden contenernos! — exageré mostrando a la cámara las papas y arrancándole el chocolate a Ray.
—¿Otra historia para el Instagram? — se quejó Agnes caminando hacia la cocina —, ¿No te cansas?
—¡Oh, Oh!, ¡la Novia está nerviosa! — dijo Juliette haciendo una mueca al celular.
—¿Alguien va a querer panqueques? — gritó Hailee desde la cocina.
—¡Yo quiero! — grité corriendo por la sala.
Casi todas las restantes hicieron lo mismo, por lo que al llegar a la puerta nos chocamos entre nosotras.
—¡Quítate! — grité.
—¡Déjame pasar, idiota! —bromeó Támara.
—¡Yo llegué primero! — empujó Barbie.
—¿Quieren gritar más alto?, creo que mi madre no las escuchó — se quejó Agnes sentada en el mesón de la cocina con el celular en su mano —, Juliette, ¿de verdad subiste esa foto?, ¡salgo como si alguien hubiese pasado una pulidora por mi cabeza!
—A ver, exagerada — exclamé movilizándome hasta ella.
—Támara, ¿puedes cortar las fresas? — preguntó Hailee.
—Claro, pero más vale que me des mucho más de un panqueque — dijo ella caminando a la nevera.