El gran dilema

Capítulo 6: Cena con la enemiga

Había algo en el corazón de Emily que siempre le había dicho que Danton era suyo. Suyo de una manera espiritual y física. Y aunque ninguno de los dos se había hecho aquella etiqueta —la etiqueta de me perteneces— era cuestión de unas miradas para dárselo a entender. La unión estaba implícita en muchos gestos y acciones que, para el momento, Emily había creído que eran más que suficientes. Que no necesitaban palabra alguna.

Bueno, quizá había estado equivocada.

Lanzó un prolongado suspiro mientras detallaba en su pared de corcho las múltiples fotos de Danton. En la mayoría de ellas estaba haciendo alguna tontería, como peinándose el cabello con los dedos mientras miraba su reflejo en una cuchara. Sentado en una esquina de su gimnasio, cubierto de pintura roja luego de haberse decidido a pintarlo por sus propios medios o esa en la que estaba recostado en la cama, andrajoso, con unos tres kilos de más y rodeado de una inusitada cantidad de comida chatarra en la que podía haber sido la más hermosa, perezosa e impresentable cita que habían tenido.

Su sonrisa en esta última era tan ancha y hermosa que hacía que Emily dejara de replantearse cosas.

Él la quería, no debía ponerlo en duda. No al menos tan rápido.

Tomó su celular y releyó el último mensaje que le había mandado «Preciosa, hoy no puedo ir contigo a lo de Ian y Minnie, lo siento»

Pensó en las muchas razones por las cuales él declinaría acompañarla y el único nombre que se le cruzaba por la cabeza era el de Mimi.

Aun así no se dejó avasallar, habían pasado apenas dos semanas de la muerte de Laurent y las cosas aún seguían complicadas y dolorosas para todos. Se mentalizó que nada podía hacer al respecto y que pronto toda esa situación se iba a arreglar.

De alguna manera u otra, se tenía que arreglar.

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El departamento de Mina e Ian era la mezcla perfecta entre lo hippie y lo zen, la mesa del comedor era ratona y los invitados se sentaban sobre cojines dispuestos en el suelo que hacían las veces de sillas, los pequeños manteles individuales eran mandalas —los mandalas ocupaban el ochenta por ciento de las paredes y espacios— y los pequeños tótems, junto con las numerosas velas, el ornamental narguile y las numerosas tablas de surf, hacían de ese pequeño lugar el templo del ex compañero de trabajo de Emily, quien en ese momento se encontraba meditando frente a ambas mujeres.

—Que no te preocupe la ausencia de Danny —exclamó Mina doblando sus kilométricas piernas sobre uno de los cojines—. Ian está allí, meditando como si no hubiese un mañana, es como si no estuviese en la casa tampoco. ¡Tarde de chicas!

Había notado que los ánimos de Emily no eran los mejores, así que la instó muy dulce a que le contara cualquier clase de problema que tuviera «no soy muy lista pero sé escuchar» había comentado la chica con su tierna sonrisa de Barbie, derribando cualquier miedo a exteriorizar los problemas que Emily tuviera.

—¿Que él hizo qué cosa? —pronunció en un tono agudo que sacó a Ian de su mediación sobre la alfombra color caqui—. Lo siento, amor —se disculpó ante el joven que sonrió tierno a ambas chicas y prosiguió con su clase de yoga.

—Vino y se fue —comentó Emily sonrojada mientras se llevaba la taza de té de ginseng a los labios. Intentando de una manera suave relatarle aquel ¿momento? ¿ratito? de sexo furtivo.

—Eso es… poco romántico —se quejó Mina en tono bajo—. Y luego todo ese asunto con esa actriz, Mona... ¡Esas fans!

—No importa —afirmó sonriendo, restándole importancia al asunto y sacándose de la cabeza cualquier pensamiento sin sentido—. Tú me querías pedir algo —agregó para cambiar de tema.

—¡Sí! —exclamó riendo con emoción, removiendo alborotada sus envidiables, largas, tostadas y tonificadas piernas de un lado a otro—. Sasha, Kaci y yo queremos un nuevo portafolios. ¡Y quiero que tú seas la fotógrafa! ¡Si no te molesta, claro!

Emily se contagió de su simpática risa.

—¿Cómo puede llegar a molestarme? —cuestionó haciendo que su sonrisa se ensanchara aún más.

—¡Eres genial! —chilló dando pequeños aplausos, estirando sus brazos luego para estrecharla por sobre la mesa, sacándole divertidas carcajadas a Emily, haciendo que, al menos por un par de horas, su vida volviera a ser esa masa homogénea de existencia corriente.

¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

Emily caminaba de vuelta a su casa luego de que Tiburón 3 terminara. Dennis Quaid salía vivito y coleando ante una interminable matanza de personajes secundarios en escenas poco realistas.

El frío era reticente y la hacía agradecer el llevar los vaqueros gruesos y el suéter de lana holgado. La casa de Ian y Mina era cálida —¿sería por la cantidad de velas?— pero el exterior le mostraba que extrañamente el otoño quería abrirse paso como si la soleada ciudad de Hollywood fuese en realidad algún lúgubre páramo en Seattle.

Apretó paso cuando vio que solo una cuadra la separaba de una ducha caliente en su departamento, necesitaba aclarar las ideas y calentarse los huesos antes de seguir con el trabajo, sin embargo una camioneta frente a su edificio la detuvo en su marcha.

Era la todoterreno de Danny.

Sonrió alegre y correteó hacia el interior de la construcción, apretando el botón del ascensor al tiempo que intentaba peinarse un poco la maraña que traía en el cabello.

Salió disparada al llegar a su piso, y apenas abrió la puerta, los brazos de Danton la tomaron por los hombros y la guiaron para afuera otra vez.

—No te acomodes, nena, ya nos vamos —comentó cerrando la puerta tras de sí, guardándose la llave nuevamente en el bolsillo.

—¿Nos vamos? —cuestionó la chica confundida, frunciendo el entrecejo.

—Sí, perdón por no decirte nada, fue de último momento, pero Gary insistió —prosiguió tomándola de la mano para llevarla, Emily tironeó un poco y Danton volteó a mirarla atento, percatándose al acto que lo que la chica traía pintado en el rostro era pura confusión—. Gary Gerth, preciosa, Gary y Mona, los que trabajaron conmigo en la película.



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En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

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