El gran dilema

Capítulo 12: Recuerdos

«Hola, Danny» escribió Emily, luego de dos días de ninguna clase de comunicación.

Guardó el teléfono en el bolsillo, esperando que tardara horas en contestarle, si es que lo hacía alguna vez, ¿seguiría enojado con ella? ¿Cuánto duraría eso?

Amagó a bajar del taburete donde se hallaba sentada para despejarse y terminar de preparar sus cosas, sin embargo no alcanzó a hacerlo.

Para su sorpresa, apenas deslizó el aparato hasta su bolsillo, el mismo vibró en respuesta.

«Hola, Emy»

La chica sintió su corazón saltarle fuera del pecho y con una emoción casi ciega escribió las escuetas palabras que le salían del mismo músculo cardíaco;

«Te extraño

La respuesta de Danny fue casi instantánea;

«Y yo a ti, nena»

Sintiéndose una tonta adolescente otra vez cerró los ojos con fuerza, recordando que así se ponía hacía un par de años atrás cada vez que le llegaba un mensaje de Dan cuando ella misma seguía un contrato y él salía con Sevin Cinnie.

«Podríamos pasar un rato juntos» tecleó mordiéndose el labio para no lanzar un gritito molesto de emoción, esperando una respuesta que tardó diez minutos en llegar y destrozar toda ilusión a su paso;

«No creo que pueda. Hoy tengo un evento, te tengo avisada por si algo cambia»

Emily suspiró, comiéndose toda la emoción anterior con la plena forma de un nudo en su garganta.

Rechazada, otra vez.

«Está bien, no te preocupes»

Se sentó en el taburete nuevamente, apoyando el mentón sobre la mesada. El mármol estaba frío y calmaba todos sus males con su simpleza. El teléfono vibró entre sus dedos, esperando alguna respuesta por parte de Danton, sin embargo el mensaje que apenas había arribado le pertenecía a su modisto y amigo;

«¿Te hiciste el test

Emily bufó negando con la cabeza. Tecleó varias veces, cargada de dudas;

«No, no es necesario, no estoy embarazada»

Le resultaba liberador que al menos una persona la ayudase a cargar con ese tal vez secreto, pero odiaba que se lo recordara día a día como si otorgarse el privilegio de la cobarde duda fuese un crimen.

«Si lo estás y seré padrino de aquella criatura»

Negó apesadumbrada, y sin ganas de responderle guardó el aparato en el bolsillo del pantalón otra vez, parándose del taburete para alcanzar su bolso.

—Antoine, ya me voy —le anunció a su cuñado que yacía sentado en el sofá, simulando que observaba el periódico en busca de un trabajo, cuando el realidad miraba la televisión por sobré el mismo.

—Claro, saludos a Derek, doctora Meredith Grey —murmuró bajando el periódico para ver más cómodamente el tv.

Emily negó con la cabeza y salió, no sin antes entregarle un beso en la cabeza al muy cariñoso Leorio.

.. .. .. ..

La familia Picadilli parecía no querer darse por vencida en cuanto a la foto familiar embutidos en sus trajes elegantes; aun así el pequeño crío seguía llorando en cuanto veía a Emily y su cámara.

Emily, su cámara y su creciente angustia no soportaban tan bien como antes aquella situación y antes siquiera de que los padres se plantearan dejarlo para otra ocasión, la única fémina Fern los acompañó a la entrada y les dio una nueva fecha, un par de semanas adelante.

Cerró tras la simpática pero confundida familia con su borrego del diablo y colocó el cartel de CLOSED.

Sus pies abatidos la guiaron al pequeño cuartito que había en el local y allí se sentó para respirar un poco de paz y hacer un buen intento de reorganización de pensamientos. Aunque le era imposible no caer abatida ante todas sus dudas. Los niños pequeños parecían no quererla, y no era porque específicamente Emily fuese mala con ellos. Era una cuestión de piel... ¿cómo haría si tenía un bebé en sus brazos? Uno propio, de ella toda insegura y del encantador de Danton, ¿cómo haría cuando el mismo no dejase de llorar porque su propia madre no era de su agrado?

Es decir, para ella no sería nada raro, su madre la había entregado, quizá ante los mismos pesares que ahora apabullaban a Emily, mezclado con tangible orgullo; este bebé no me querrá, así que yo no querré a este bebé.

La chica negó con la cabeza, apretando los dientes. Había abismales diferencias entre ella y su madre, la primera era que Emily si amaba a su pareja, demasiado tal vez. La segunda era que ella, de existir un posible hijo, si lo querría, lo amaría, pero...

—No estoy preparada —suspiró intentando concentrarse en el momento, la hora y el lugar en el que se encontraba para no caer en dudas existenciales.

Tanteó el suelo alrededor, ayudando a sus pies con sus palmas para así poder volver a ponerse en pie.

Limpió el polvillo que había quedado adherido en las manos contra su ropa y luego de un largo suspiro animoso salió del compartimento para continuar con su jornada laboral.

.. .. .. ..

Luego de dejar la bicicleta en el estacionamiento de su edificio subió por el ascensor. Restregó sus manos entre si y las colocó cerca de su boca para brindarles un poco de su cálido aliento.

Era fines de octubre y los aires seguían fríos, en menos de una semana sería Halloween y ya estaba rendida a la idea de que Danton la arrastraría a alguna que otra fiesta que demandaría un disfraz acorde.

Las puertas del elevador se abrieron en su piso y se sorprendió al oír voces incluso antes de abrir la puerta.

Sonrió, reconocía esa voz.

—Hasta que llegaste —exclamó Jamie apenas Emily abrió la puerta con una gran sonrisa; en la sala se encontraban el mismo junto a Antoine y Artie, esparcidos por el sofá, claramente aburridos—. Juro que estaba por ceder ante mi felina curiosidad con respecto a esas cajas.

La chica entrecerró los ojos y observó a su alrededor, detallando tres cajas que aquella mañana no habían estado allí.



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En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

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