—Hola —susurró Danton en su oído—. Hola, hermosa.
—Hola, Danny —removió escasamente su cuerpo hacia el hombre que le acariciaba la espalda con cariño y besó sus labios sensual, lento, calmo, jugando al juego de degustar y relamer, sintiendo su propio sabor en él.
—Me encanta eso —le confesó Danny, frenándola con un suave movimiento del rostro, rozando nariz contra nariz como dos gatos que topan sus cabezas de forma cariñosa—. Pero me causa cierta...mala impresión el haber tenido sexo en la habitación de mi hijo.
—¿Ahora te percatas de ello? Además, es la ex habitación de tu independizado hijo —corrigió Emily sonriendo.
—Tiene un reloj de Mickey Mouse —observó sobre la mesita de luz, donde el mismo ratón sostenía entre sus blancos y enormes guantes de cuatro dedos un delicado reloj de números negros y manecillas doradas que debía costar una fortuna en Disneyland.
Esta vez ella no pudo contener la ligera carcajada;
—También tiene veintiún años y muchos condones en la gaveta —le recordó acariciándole la mejilla con cariño, pensando que normalmente era ella la que se arrepentía de ciertas cosas y él el que la calmaba y se reía con ganas—. A todo esto... ¿no tenías un evento que te consumiría toda la noche? ¿Qué haces aquí?
—Lo mismo te iba a preguntar a ti —ronroneó tomándola por los codos para elevar su torso e indicarle que se recostara sobre su pecho, probablemente para encontrar una posición más cómoda en aquella cama de una plaza y media. Quizá para simple y llanamente tenerla más cerca o sentirle la desnudez más a contacto—. El evento se suspendió, conduje directo a casa, con planes de decirle a Jamie que si debía estudiar, que se fuera, que yo me quedaría, vine hasta esta bendita habitación y me llevé la muy grata sorpresa de encontrarme con una mujer muy, muy sexy —guiñó su ojo y le acarició el cabello a la chica, quien le ofreció una expresión de «se notó» que Danton no logró ver del todo, pero que supo que estaba allí—. El resto ya lo conoces.
Emily rio, prendiéndose al juego enseguida.
—¿Lo hace?
—Sip, Emily es terrible, mamá decía que las tímidas son las peores y tenía razón —comenzó a relatar—, se hace la inocente pero es toda una loca en la cama —Emily largó una carcajada y Danton se contuvo de hacer lo mismo—. También me dice «¡Oh, Danton, que grande es, siento que se me clava en un pulmón!»
Emily negó con la cabeza ante todas las sandeces que había comenzado a pronunciar su novio sin darse a sí mismo un respiro entre palabra y palabra.
—Dudo bastante que diga esa clase de cosas.
Danton alza una ceja, dibujando una media sonrisa incrédula
—Tú no recordarás las cosas que dices, pero yo sí, y muy bien déjame decirte —afirmó petulante, como si supiera algo que pudiera usar en su contra, y de seguro lo sabía.
Ella negó con la cabeza.
—Tía Bev y Maggie están en casa —respondió rápidamente Emily, para no irse del tema y responder a la pregunta que había formulado antes de su desvarío sexual, describiendo distraídos pero hipnóticos círculos en uno de los pectorales del hombre—, les di mi cuarto, no tenía donde dormir, Jamie me ofreció el suyo a cambio de cuidar a sus dos mujeres —concluyó señalando el babycall precariamente, ya que su rostro yacía muy cómodo sobre la cuenca en el cuello de Danny, mirando para el lado contrario—. Pero me la he pasado de...festejada contigo.
—El babycall no sonó, nena, te descuidaste de tus labores por un rato solamente —sonrió aun acariciándole el cabello—. Ahora, ¿está mi tía política favorita de todos los tiempos? —cambió de tema, refiriéndose a Beverly y la confianza que se había tomado para llamarla tía también. A ella y a Desmond. Sin abandonar el respeto que les demostraba tal cual lo hacía con Christopher.
Emily se había tomado el trabajo de presentarle a todo su parentesco —que se resumía en cuatro personas—; su padre, Desmond, que es el hermano de su padre, Beverly, su esposa, y Gordon, único hijo de ambos y su primo.
También le había presentado a su madre, aunque de manera más impersonal y fisgona; entrando a su perfil de Facebook, también habían visto un par de fotos de sus otros hijos, a los que Emily no consideraba hermanos.
—Sí, y muere por verte —le confesó, levantándose de la posición para tapar su cuerpo con las finas sábanas azules.
—Entonces vamos a que me vea —comunicó, pero contrario a sus palabras, tiró de la sábana que Emily apretaba sobre su pecho y la recostó de nuevo encima de él. Sus ojitos se cerraban y su boca dibujaba una sonrisa gigantesca y traviesa.
—Ahora mejor, antes de que se vayan al mediodía —murmuró volviendo a levantarse, sólo que esta vez sin la sábana que la cubría; Danton la había aferrado con fuerza y ahora le ofrecía una sonrisita bastante lasciva.
—No caigas en la tentación —bromeó Emily levantándose de la cama para buscar su ropa. No tenía deseos de darse prisa, pero la llegada de Rosita era inminente y la puerta del cuarto seguía abierta.
—No sueles pedirme cosas tan imposibles —se quejó levantándose también a buscar su ropa, deteniéndose los dos sólo a mirarse de reojo a destiempo. Ambos pensando en que tendrían que estar hablando de sus problemas para de esa manera intermediar una solución madura, y ambos sabiendo que eso no sería posible. No habría solución hasta que Emily confiara en él y hasta que él no confiara tanto en Mona, y, en cierto punto, ninguno de los dos querría ceder.
Preferían vivir en esos momentáneos estados de exquisitez, donde podían demostrarse que el uno era demasiado importante para el otro sin necesidad de hablar. Querían vivir ahí porque esos momentos eran escasos y demasiado cortos.
Emily terminó de vestirse un poco antes que Danton, caminó hacia la cama de Jamie y estiró las sábanas hasta que pareciera que nada había sucedido allí. Ya bastante tenía Rosita con horrorizarse al saber que Danton y Emily dormían en la misma cama, como para que tuviera que darse cuenta que no tenían tapujos siquiera sobre el colchón del pequeño Jamie.