El gran dilema

Capítulo 25: Cosas comprometedoras

Había pasado exactamente un mes.

Un mes desde que Emily había dejado a Danton y dos semanas de que su insistencia, la insistencia de llamar, ir hasta su departamento y mandarle mensajes había desaparecido por completo.

Al principio creyó que eso era lo que deseaba; que Danny la dejara en paz, que desistiera con sus intentos, sin embargo, cuando finalmente obtuvo lo que quiso, no le hizo tan bien como creía.

Pero pasó esa ausencia por alto, como un montículo de tierra bajo la alfombra, estaba ahí, era incómodo al tacto, molestaba, pero ya no se veía.

Si uno no se mira la herida, el dolor se pasa más rápido.

—Oye, más atención o voy a creer que me estás dejando ganar —exclamó Jamie sonriendo de costado, traía una de las guitarras del Guitar Hero y observaba a Emily desde su metro ochenta.

Emily hizo una mueca y le puso los ojos en blanco. Era imposible que lo estuviese dejando ganar cuando ella era un desastre incluso manejando el bajo en modo fácil.

—Esta canción no me gusta —murmuró intentando hacer oídos sordos a Can't Stand Losing You de The Police. Justo esa no.

—¿Qué tal Needles and Pins de Los Ramones?

Emily hizo una mueca.

—No.

Jamie asintió y siguió buscando en la larga lista de canciones.

—¿Girlfriend in a Coma de The Smiths?

—¡No! Algo que no sea romántico.

—Bien, volvamos a I Wanna Be Sedated de Los Ramones, y dicho sea de paso, te la dedico —pronunció enfurruñado pero divertido.

—Lo siento, ¿sí? —exclamó Emily dejando la guitarra de lado—. Pero tú y Harlem deben ir más despacio conmigo. Tengo mis formas de superar las cosas, y acostarme con desconocidos o intentar interpretar canciones sobre rupturas no funcionan conmigo.

Jamie la observó apretando los labios y luego lanzó una tintineante carcajada burlona, completamente infantil, como era habitual.

—Oye, deberías haberle dado una oportunidad a Artie, no es un desconocido —pronunció guiñándole un ojo.

Emily le sonrió de igual manera, poniéndole los ojos en blanco.

—Estás de broma ¿no? ¿Primero me acuesto con tu padre y luego con el único amigo decente que consigues como adulto? —cuestionó ensanchando la sonrisa al ver la sorpresa en su juvenil rostro.

El chico tragó audiblemente, quizá aquejado por alguna imagen mental que quería mandar a la papelera.

—Pensándolo mejor, tienes razón —murmuró rascándose la nuca. Tomó la guitarra que ella había dejado de lado y se la puso entre las manos otra vez.

Emily le sacó la lengua y continuó con lo suyo; el bajo en nivel niños del kinder.

Jamie eligió las exactas; Dancing With Myself de Billy Idol, Ex-Girlfriend de No Doubt, Under Pressure de Queen y So Lonely de The Police.

Todas trágicamente divertidas.

—Oye... —llamó Jamie luego de su sexta victoria; un enorme «YOU ROCK!!!» copaba la pantalla de su aún más enorme plasma—, ¿papá te hizo algo grave?

La sorpresa inundó sus facciones.

—¿Algo grave? —cuestionó confundida, agachándose para tomar un trago de cerveza de la botella que descansaba sobre la desordenada mesita ratona.

—No sé, para que lo dejaras, ¿qué te hizo? ¿Te puso los cuernos? ¿Te vejó?

Vejar, palabra fuerte para un chico que juega a ser ignorante pensó Emily negando efusivamente con la cabeza, siquiera pudiendo imaginarse a Danton intentando maltratarla, de ninguna de las maneras existentes. Era de la clase de personas que se lamentaba incluso de haber levantado en mínimo su tono de voz.

—No nada de eso...sólo...dejamos de entendernos.

Jamie entrecerró los ojos y levantó una ceja, un gesto que era muy de Danny. De Danny cuando no lograba conciliar un hecho u idea. Él lo entendía solo a su manera y conseguía una respuesta que prefería no dar.

En este caso, su hijo hacía exactamente lo mismo; lo pensaba, intentaba exteriorizarlo, y luego se daba cuenta de que nadie le entendería;

—Todo el mundo deja de entenderse en un punto, eso es... —susurró, luego negó con la cabeza, tal como Emily lo había predicho, dejó su frase sin completar—, no importa.

—Claro —trató de convencerse—. No importa.

.. .. .. ..

—Buen día, cuñ...Emily —saludó Antoine al día siguiente, saliendo de su habitación con sus pantalones pijama y el paso lento y cansado.

Un largo bostezo salió de su boca, acompañado por el crujido de su espalda al estirarse y una diminuta lágrima que se secó en el mismo ojo.

—Buen día, Tony —respondió ella terminando de beber su café cargado—. Con respecto a las fotos que te guardaste, creo que ya estoy lista para deshacerme de ellas.

Ayer, mientras volvía a su departamento, se había quedado pensando en las dichosas fotos, y una necesidad apremiante de deshacerse de ellas la embargó. Antoine no estaba, así que se tomó la libertad de ingresar ella misma a buscarlas, sin embargo no las halló. Había muchas bragas, de múltiples colores y diminutos tamaños, pero ni una señal de sus fotos.

—¿Ah, sí? —cuestionó él sin inmutarse, caminando con la misma pereza hacia la cafetera—. Yo no lo creo.

—¿Cómo? —preguntó confundida.

—Que no te creo eso de que estés lista —comunicó con naturalidad, tomando su taza negra para servirse su café.

—¿Cómo estás tan seguro? —cuestionó, enojándose.

Después de todo eran sus fotos, no de él. Ella tenía la decisión.

—El día en que lo veas y dejes de sentir que cada uno de tus huesos tintinean como copas de cristal, o que tu corazón no se acelera, ni tu sangre se estanca en tus adorables mofletes —murmuró cazando una de las mejillas de Emily para pellizcarla, no de manera cariñosa como lo hacía Danny, sino un pellizco malvado y doloroso—. O que tu entrepierna no se electrifica al recordar lo que hay debajo de esos Calvin Kleins y lo que eso puede provocarte...



#32391 en Novela romántica
#5351 en Chick lit

En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.