El gran dilema

Capítulo 27: El rostro de la verdad

Danton observó el cielo encapotado de sábado por la mañana desde su patio trasero. El fresco era potente, pero en el interior de la casa no se sentía, el búnker, allí dentro, se estaba desmantelando; en apenas minutos Paul y Dana Grint, padres de Mimi, la recogerían a ella, su niña y todas sus pertenencias para llevárselas a vivir a su preciosa casa de campo.

No más cuidarlas. Era lo único que le había quedado luego de «no más novia» cuidarlas sin descanso alguno. Estar ocupado era cosa del pasado, ahora debería subir al despacho y pispiar los nuevos libretos que le habían mandado, eran por lo menos siete y debían pasar por el trabajoso proceso de la tamización para dar con los papeles correctos. Para sumarle, hacía apenas unas horas Chris lo había llamado para anunciarle que la audición que había hecho para la remake de Entrevista con un vampiro había dejado a los productores boquiabiertos y que sólo esperaban con ansias que él les entregara su respuesta «¡Lestat espera! Sólo debes derrocar a Tom Cruise» le decía más que animoso su manager.

Hasta la simple pronunciación de la palabra «derrocar» lo aburría.

Muchos se estaban rebanando las cabezas por ser el legendario vampiro y él sólo esperaba que todo pasara rápido y sin mucha pulla.

Apagó el cigarro que estaba fumando —tenía que dejar de fumar tanto— contra el suelo e ingresó al cálido cobijo de la casa, dándose cuenta sólo en ese momento que se había encontrado tiritando y castañeando.

—¡Danny! —llamó Mimi desde la sala.

Él apretó el paso por la cocina y desembocó en la sala, aclimatándose al calorcito de la calefacción de todo el hogar, encontrándose a la mujer con una caja vacía en las manos y el cabello atrapado bajo un pañuelo.

—¿Mimi?

—¿Puedes quedarte unos minutos con Frida? —cuestionó, atrapando la caja entre su brazo izquierdo y la cadera para poder acomodar en su cinturón un viejo grabadorcito que ambos habían adquirido antes que Jamie naciera.

Recordó con gracia las cosas que habían grabado en él de adolescentes. Títulos como «Las perras rubias lo hacen mejor» dedicado a la labrador de Mimi, «corre tras la dona, Ben», «Olvidé el cumpleaños de mi profesor de álgebra» o la siempre exitosa «monjas en bikini» donde ella hacía la pésima percusión y Danton cantaba lo peor que podía.

Bonitas épocas guardadas en algún punto de su biblioteca, en su despacho, con los vídeos de todos los acontecimientos importantes de Jamie, los álbumes, e incluso el video de la cámara de seguridad que tiene con Emily.

—Claro —asintió, recobrando el punto de lo que estaba diciendo Mimi. Miró sobre el sofá y vio a la pequeña de oscuros rizos muy concentrada con un programa de niños.

—No debes siquiera cuidarla en sí, cuando ve la televisión, se pierde por completo.

—Muy bien.

—No detengas nada de lo que tenías planeado hacer.

—Muy bien.

—Deja de repetir eso.

Danton apretó los labios y la miró de costado;

—Muy bien.

—¡Eres de lo peor! —rio Mimi tomando uno de los osos de Frieda de arriba del sofá para tirárselo en la cara a Danton—. Estaré con nuestro viejo grabadorcito, así que no escucharé si tú y Frida tiran la casa a bajo.

—Trataremos de no hacerlo.

—Está atento por si llegan mamá y papá.

—¡Ya vete! —le gritó a pie de la escalera, escuchando una suave risa de la mujer. Al menos en la actualidad reía. Algo bien había hecho.

Volvió a la sala y se sentó junto a Frida en el sofá. La niña veía un entretenido programa llamado Gravity Falls que no se veía tan infantil como querían demostrarlo con el aspecto de sus monigotes.

—En mi época era Robotech —le comunicó a Frida, quien simplemente lo observó desentendida—. Oh, vamos, no soy tan viejo...

El timbre externo sonó y Danton se levantó ágil del sofá, dirigiéndose a la cámara de seguridad de la entrada; una pantalla de siete pulgadas le mostraba el portón de entrada y la puerta de la casa en cuatro diferentes ángulos.

—Esos deben ser tus abuelos.

Llega a la pantalla y clickea la entrada, llevándose una gran sorpresa al ver el convertible rojo de Mona.

Duda un poco observando detalladamente, había algo que le daba mala espina, no supo muy bien el qué, pero no se dejó amedrentar por su propio sentir y la dejó pasar. El auto estacionó en el camino de entrada y la chica bajó con lentitud; traía puesto un corto y ajustado vestido rojo con un cierre frontal. Danny se preguntó si no tendría frío, era fines de otoño después de todo.

—¿Mona? ¿Qué haces aquí? —cuestionó al abrirle la puerta—. ¿No tienes frío?

—¿No puedo visitar a mi gran amigo? —cuestionó enredando los brazos alrededor de su cuello y depositando un beso en su mejilla, demasiado cerca de la comisura, para luego llevar arrastrando ligeramente sus labios hasta el oído de Danny—. No tengo frío, llevo el calor en mi a donde voy —concluyó, haciendo que el aludido sufriera una sacudida de escalofrío.

La soltó al instante y obvio por completo su última frase.

—Claro que puedes visitarme, sólo me sorprendiste un poco —confesó, sintiendo pena por no quererla allí. No tenía muchos deseos de verla, pero ella no era la culpable de eso—. ¿Deseas beber o comer algo? Creo que Rosita está haciendo un pastel.

—No, muchas gracias.

—Oh, está bien —murmuró sin saber que más decir, ella lo miraba muy directamente y resultaba un poco incómodo. Danny estiró el brazo y señaló la sala—. Vamos, ponte cómoda.

La mujer accedió con soltura y se detuvo algo confundida al ver a Frida.

—Es la pequeña de Mimi —explicó Danny palmeándole los rizos a la niña por sobre el respaldo.

—Ya veo —comentó sentándose en otro sofá, parecía frustrada por algo—. Estuve un poco ausente últimamente, pero tú sabes, toda esta vorágine que dejan los estrenos.

—Toda una locura —reafirmó Danton acomodándose junto a la infante.



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En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

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