El gran dilema

Capítulo 37: Magnificencia

Emily sabía que un poco lo habían hecho a propósito. La noche de la reconciliación, la charla sobre futuros niños había estado presente. No lo habían hablado directamente, no era una tarjeta de invitación a un embarazo inminente. Pero el no usar un condón aquella noche si lo había sido.

El resto de las noches si se habían cuidado, como si quisieran aislar la locura que la reconciliación había representado o guardarlo como un recuerdo.

Y lo habían logrado, vaya que sí.

Esa noche brillaba y se distinguía por un simple hecho; un pequeño y escurridizo hombrecito especial había llegado a la meta, ganándole al resto de sus competidores.

Ese hombrecito era ahora un feto plácidamente inconsciente en su vientre, ignorando que era más amado de lo posible de creer. Esa criaturita aun indefinida era la razón por la cual ni ella ni Danton habían podido apagar su constante e ininterrumpido estado de felicidad plena. Donde todo tenía que ver con el bebé, todo terminaba ahí; catálogos de ropa para bebés en internet, juguetes de bebés en la vitrina del centro comercial de Issaquah, las carriolas que estaban ansiosos por comprar pero no harían sino hasta saber el sexo. Libros de nombres, en eso se les había ido un buen capital cuando de hecho ya los tenían decididos.

—¿Qué haremos cuando nazca? —cuestionó Emily, sintiendo que si ahora, con apenas dos meses de embarazo, se ponían como locos, no quería imaginar cuando lo tuvieran en brazos.

—Vamos a bailar —respondió él con una gran sonrisa, deseando aproximarse a hacerle unos mimos, pero consciente más que nunca que debía mantener sus manos sobre el volante y su vista en el camino—. Y vamos a hacer todas esas cosas que hacen los padres modernos —prosiguió tomando su mano para besarla—. Pero tratemos de tomarnos todo con la máxima calma posible, ahora pensemos en tu mudanza a casa.

La idea de la mudanza había resurgido. Issaquah había sido su periodo de prueba y lo habían pasado exitosamente, con mínimos enfrentamientos que finalmente comprendieron —test de embarazo en mano— que se debían a las alborotadas hormonas de la chica.

Llegados a la mansión —donde Jamie esperaba con una solitaria bienvenida e ignorando por completo la situación actual de la pareja— Emily notó que el rostro de Danny se desplazaba a cada lado en una mueca extraña, como si la insatisfacción se hubiese prendado de él de un momento a otro. Emily estaba radiantemente feliz, la gente le decía que estaba hermosa por el simple hecho de que ella no podía parar de sonreír y esplender magníficas vibras positivas a todo, sin embargo, también estaba sensible.

Estaba sensible, y podía descifrar con precisión cada estado de ánimo que aquejaba a Danton, quien hasta hacía unos minutos estaba volando en la misma nube de felicidad que ella.

No debía ser una genio para saber de qué se trataba, no lo necesitaba y eso la volvía aún más feliz. Tomó la mano de Danton cuando este aparcó la todoterreno en la entrada de la enorme mansión.

—Haremos lo que quieras —sonrió, para soltar la mano de Danny y tomar su rostro entre los dedos, acariciando lentamente esa barbita de una semana que le rodeaba los labios y debajo de sus mejillas—. ¿Qué quieres, mi amor? Los tres haremos lo que necesites hacer.

Danny la observó sorprendido y por inercia llevó la mano derecha al vientre aun plano —sin contar el pequeño flotador de grasa que hacía que el vientre no fuera plano del todo— de Emily.

—Siento que con lo que deseo estoy impidiéndote algo a ti.

—Pídemelo, Danny —exigió con la voz más dulce que tenía, maternal, siempre había sido maternal, sin embargo ahora rebosaba de maternidad.

—Quiero volver a Issaquah —soltó observándola con precisión, buscando cualquier reacción en la chica que aún le impartía suaves caricias en las mejillas—. Quiero irme a casa otra vez, a nuestra casa allí, quiero dejar de actuar, al menos hasta que el pequeño o pequeña tenga unos meses de vida, quiero volver con mis amigos de la prepa, a la banda, tengo letras en la cabeza, letras mías, no un libreto de otra persona...quiero todo eso, pero no quiero que tu debas abandonarlo todo por mi culpa.

Emily le sonrió, cada día le demostraba un poco más de esa nobleza que poseía, los hombres nobles estaban en peligro de extinción.

—No es abandonar, es trasladar —le comunicó—. Yo también quiero volver a casa, Danny. En nuestros paseos...he visto un local vacío, muy hermoso en pleno centro de Issaquah para poder abrir allí un estudio, siento que podría ser, que todo podría funcionar.

Danton sonrió feliz, sacándose el cinturón de seguridad para poder tomarla por la espalda en un abrazo con intención de beso.

—Jamie... —susurró en tono algo preocupado antes de que sus labios llegaran a encontrarse.

—Sabes que podemos venir a visitarlo incluso varias veces en una misma semana —lo consoló con una media sonrisa. Jamie era un adulto, ya vivía solo y ya había comenzado a hacer trabajos para directores—. Ya es completamente independiente. Es un hombre suelto en el mundo.

Él asintió, dejándose acariciar un poco más, dejándose llevar por las caricias como un gatito, solo le faltaba ronronear y lamerle la nariz.

—¿Seguro que lo deseas? —volvió a preguntarle el hombre gatito.

—Danny, si no lo proponías tú, lo iba a proponer yo, siquiera lo dudes—murmuró, siendo rápidamente interceptada por un beso feliz. Esa clase de besos que solo son interrumpidos por sonrisas demasiado grandes para contenerlas.

Ambos bajaron de la camioneta sin prisa y se dieron la mano para ingresar juntos a la gran mansión.

—¿Cómo crees que se lo tome Jamie? —cuestionó comenzando a sentir a los nervios revolcándose en la boca del estómago.

—No lo sé, pero si no se lo toma bien... —confesó tan preocupado como ella—. Tenemos siete meses más para que lo procese.

—Si —afirmó ella no tan convencida, pero tratando de darse ánimos y ser positiva al respecto—, si, es verdad.



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En el texto hay: contrato, amor, actor

Editado: 15.07.2020

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