El Gran Grimorio

1. La Duquesa de Brasov

       Recuerdas aquellas noches de calor donde las sombras se asoman por tu ventana. Noches de largos y elíseos vientos que llevan el olor a sangre de tu cuello. Lo justo para hacer danzar tus cortinas y evaporar las últimas horas de sueño ante el peligro eminente de unos grandes colmillos.

La duquesa de Brasov, siempre leía cuentos de vampiros antes de ir a dormir en su silla preferida al borde de la ventana entonando bellas palabras a su amado. Creía fuertemente en que algún día sería raptada por un gran conde fuerte y vigoroso que la llevaría en sus brazos a un gran castillo a través de las ventanas del segundo piso de su mansión donde estaban sus aposentos. Y siempre amanecía con la triste realidad de no haber logrado tan ingrato sueño.

Las noches eran más frías, pero a ella no le importaba sus ventanas estaban siempre abiertas para su conde vigoroso y fuerte. Soñaba con su apacible encuentro, donde la tomaría por la fuerza y colocaría sus colmillos en todo su cuello. La excitaba pensar en un vampiro comiendo de su sangre. Gozaba con el pensar de la sangre tibia bajando por su diminuto cuello, mientras alimentaba a el monstruo de sus sueños.  

Sin embargo, cuando su conde entro por la ventana del segundo piso y coloco una pata en sus aposentos en una noche de marzo. Este no era ni vigoroso ni fuerte, en realidad era asqueroso. Una sombra difusa de lo que ella esperaba. Ella intento gritar con desesperación al estar en los brazos de aquella criatura peluda y gigante, el terror se apodero de ella.

La bestia comenzó a oler su diminuto cuello, que percibía un olor a uvas en temporada. Ella quería poner resistencia y sus pulsaciones iban cada vez más rápidas. Más rápidas. Más rápidas. Hasta que comenzaron a cesar. 

Los dientes de color marfil estaban impregnados en su cuello y succionaban toda su sangre.

La duquesa de Brasov quería resistir a morir, pero la luz de sus ojos se iba apagando lentamente. Continúo tomando la sangre de la chica hasta que solo quedo una silueta de lo que era.

Una vez el cuerpo perdió su calor, este comenzó a devorar sus viseras. Arranco de tajo con sus garras desde el ombligo hasta su pecho y comió hasta saciar su hambre. Cuando el festín acabo camino lentamente hasta ser bañado por la luz de luna en el filo de la ventana del segundo piso en donde estaban los aposentos de la duquesa.

La luz revelo la imagen de un hombre vigoroso y fuerte, con traje entero y con la fuerza para sacar a una jovenzuela por la ventana. Agradeció la comida y se marchó en busca de más duquesas con sueños de vampiros y olor a uvas secas de temporada.    




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