2. Cornelius Grunge y La Dama de Negro

          El sheriff Anderson los anuncio, Cornelius Grunge y su dama vestida de negro. La que no se refleja, la sin nombre, así le llamaban en el pueblo. La horca para uno y la hoguera para la otra, proclamaban en la plaza al momento de que el sheriff terminaba de presentarlos. Gritos de furia y sed de sangre era el aura que albergaba aquel condado a la salida de la calle Donell.

Las nubes negras eran un mal augurio y un cuervo sobre la cruz de la iglesia dictaba que algo terrible ocurría. Cuando le pidieron las últimas palabras a Cornelius este comenzó a reír en desmedida, reía y reía, sus ojos estaban desorbitados y salía un líquido verdoso de su boca. Colocaron una bolsa sobre su cabeza para que nadie mirara su grotesco rostro, pero este seguía riendo y riendo.

Ataron a la dama de negro, que solo guardaba silencio. Le dieron oportunidad de decir unas últimas palabras, pero esta solo miro al cielo, en busca de una respuesta.

El padre del pueblo dijo unas plegarias frente a la plaza y cuando comenzaba a recitar el padre nuestro, el sheriff acciono la horca y el cuerpo de Cornelius cayo, hacia un ruido horrible mientras se retorcía, pero pasados unos minutos este quedo quieto.

Ahora era el turno de quemar a la dama de negro, las llamas eran incipientes y se volvían más grandes mientras recorrían el cuerpo de la dama. Y Cornelius volvió a reír.

Las llamas tomaron un color azul que se acrecentó, estas crecían y crecían, y salió una bestia enorme de ellas. Como una sombra gigante, rodeo al pueblo en la completa oscuridad.

Gritos inhumanos comenzaron a escucharse y el fuego iba devorando las almas de todos los presentes.

Cuando todo se sumió en las cenizas. Un Cornelius desnudo camino hacia la hoguera y tomo un bebe que sobresalía de un vestido negro, para encaminarse a las montañas a donde pertenecía.

– El fuego solo nos libera. – Dijo mientras caminaba dejando atrás lo que antes era un pueblo. Y muy a lo lejos se encontraba el cuervo picoteando la cruz quemada.