El Gran Grimorio

4. El Juego de la Bruja

           Corrí debajo de la tormenta para sentirme libre por la fresca brisa que se abrazaba a mi rostro, frías y suaves eran las gotas de agua que alimentan mi cuerpo lleno de pecado. Había tres cuerpos por todo el jardín, pero no les preste atención. Corrí y reí porque era libre de aquel extraño juego que ataba el alma de las personas a una vela. Solo podía haber un ganador y ese fui yo.

Sin embargo, la oscuridad aún quería llevarme, pero mi vela no se apagaba incluso con el agua. La condición que se me proporciono para ganar era no volver a hablar nunca más.

Aquella mañana, un grupo de cinco personas desconocidas nos hicimos presentes. Éramos parte de un grupo de Reddit y quedamos para conocernos por primera vez. Pero no solo queríamos vernos. Uno de los chicos, Clive, semanas antes de nuestro encuentro relato una pequeña historia de terror que se contaba en su localidad. Al cuento se le conocía como El Juego de la Bruja y según las reglas del juego debía jugarse en una casa abandona justo a las afueras de la ciudad donde finalizaba el pueblo de Ciénaga y comienza Fangal. Las demás normas que debían ser seguidas al pie de la letra eran tener seis velas y cinco personas, formar un circulo alrededor de una vela que estaría en el centro y que siempre se mantendría encendida. Todas las demás velas debían prenderse al mismo tiempo antes de que el sol estuviera en su punto más alto al ser el medio día cuando debían apagarse sincronizada mente. Además de ello las velas siempre debían mantenerse extendidas en medida a la del centro durante el transcurso de las doce horas.

Una vez se completará todo esto el juego en verdad comenzaría. Según el cuento debías quedarte dentro de la casa, no podías romper el círculo, ni hablar y lo más importante no puedes bajar la vela. Si cumplías con todos los requisitos al finalizar las doce horas podrías ver a una bruja que escogería a uno de todos para quedarse por más tiempo. Pudiendo variar entre diez minutos o diez años, siempre y cuando no bajara la vela, no hablara, ni se moviera.

Todo aquello sonaba como una patraña extraña que claramente nadie se creería, una vieja leyenda que se cuenta en los pueblos a los niños. Y escépticos de ello, nos pusimos de acuerdo para jugar el juego de la bruja.

Una vez y todos estuvimos reunidos, dimos nuestros respectivos saludos, pero todos estábamos de acuerdo que no había mejor manera de iniciar una amistad que jugando un juego macabro en un pueblo desconocido. Y así lo hicimos, teníamos las seis velas, cinco de ellas eran blancas y la última era roja para meter más dramatismo al juego. Cuando faltaron cinco minutos para el medio día, dimos inicio. Todos hicimos un circulo, acercamos lentamente las velas al fuego, nos cercioramos de prenderlas al mismo tiempo e hicimos la cuenta regresiva todos juntos. 5, 4, 3, 2, 1, 0.

Aquí empezó el primer fenómeno, porque, aunque todos soplamos al mismo tiempo era casi imposible que se apagaran con tanta exactitud, pero una brisa delicada y extraña ayudo a que así sucediera. Sin embargo, no le dimos tanta atención y nos miramos expectantes, con las manos extendidas y sonrisas que se fueron desvaneciendo por el cansancio. Pero nos mantuvimos firmes, durante once horas y cincuenta minutos no nos movimos, los brazos estuvieron extendidos en todo momento y sobre todo no hablamos, a pesar de que diferentes ruidos salían de nuestras bocas de vez en cuando.

La noche era silenciosa, tan solo acompañada por el bailar de los grillos y su clásico ruido particular. Faltaban exactamente diez minutos cuando comenzó el siguiente suceso.

Las luciérnagas invadieron la casa abandonada, que no tenía ni puertas ni ventanas, danzaban alrededor de la vela roja, al principio eran unas pocas y después fueron aumentando poco a poco. La sombra de la vela creció en desmedida, pero nadie excepto Clive y yo nos dimos cuenta. Comencé a sospechar que esto acabaría como una broma pesada de Clive, pero mire que por su rostro bajaban pequeñas gotas de sudor y parecía estar más blanco a cada momento. Y entonces Amelia grito por algo que vio detrás de Clive, aunque este no se movió ni dijo nada y comencé a imitar todo lo que él hacía. Porque en su rostro se miraba que algo no iba bien. Amelia se apartó del circulo y su vela automáticamente se volvió a encender.

Todos se asustaron, pero solo Olivia la atendió saliendo del circulo haciendo que su vela también se prendiera. Quedaban casi dos minutos para terminar cuando ellas, que pensaron que por algún motivo todo era una mala broma que comenzaba a salirse de control, abandonaron el edificio. Clive no se movió ni un instante y yo hice lo mismo, mientras que Eliot comenzó a reír pensando que si de verdad era una broma había salido excelente. Y también salió del círculo, unos segundos más tarde fue detrás de las chicas para traerlas de regreso e irnos. Pero este ni siquiera salió de la casa cuando una gran sombra lo arrastro por la puerta cayendo su vela y apagándose momentos más tardes. 




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