¿Cómo sucedió esto, cómo no predije antes sus intenciones?
Esas preguntas se repiten una y otra vez en mi mente como un bucle infinito. Mi cuerpo tiembla sin cesar ante la escena que estoy presenciando, los rastros de mana revelan que esto fue causado por un mago. Vuelvo a la realidad luego de un par de segundos, mediante una simple respiración forzosa es que me percato que él sigue vivo de alguna manera. Sin desperdiciar un solo segundo más me coloco rápidamente de pie y toco su cuello, tiene pulso, no te dejaré morir.
Concentro mi mana en la punta de mi dedo, debo separar cualquier clase de impureza, es algo arcaico, pero servirá como esencia de mana. Toco su frente y comienzo a verterlo en su interior, sin embargo mi mano es repelida por una fuerza invisible, he cometido un error al purificar mi mana. Es arriesgado para él, sin embargo debo hacerlo antes de que sea demasiado tarde, si logro manipularlo a la perfección, no sufrirá secuelas graves.
– “Invocación, Melíades”
El círculo se crea en el salón de esta habitación, la sangre es eyectada por la presión que ejerce Melíades. Al abrir sus ojos, su expresión cambia drásticamente dado que puede apreciar este tétrico escenario dominado por la sangre y vísceras esparcidas por el lugar.
– ¿Amo?
Sin dejar de centrar mi vista en el moribundo cuerpo de mi padre, ordeno sin titubear.
– Realiza una Transferencia Momentánea.
– Si hago algo así usted…
Con una mirada colérica observo furtivamente a Melíades, con mi acción ella junta sus manos a la altura de su pecho.
– ¡No estoy pidiendo tu opinión, hazlo de una puta vez!
– ¡Morirá si intento hacer la!…
Respiro profundamente y realizo una orden absoluta. Estiro mi mano en su dirección y recito.
– “Comando, Melíades, Realiza Una Transferencia Momentánea Sobre Mi Padre Constantino Domínguez”
Los ojos de Melíades demuestran su sorpresa al escuchar que ese hombre que mantiene un agujero en su pecho es en realidad mi padre. Pese a todo quiere negar esta orden con toda su alma.
– ¡Amo no me obligue a hacerlo, por favor no, no quiero asesinarlo, Amo deténgase por favor, se lo ruego, Amo! – Comienza a caminar en dirección de mi padre, lucha para tratar de detenerse, pero un Comando es una orden absoluta la cual no puede desobedecer, aun si es contra su voluntad. – ¡Amo, recapacítelo, por favor, Amo! – Comienza a llorar desconsoladamente. – ¡No, alto, maldito cuerpo detente! – Estira sus manos, sabe que recitará, intenta morder su lengua, dado que eso interrumpiría el Comando, no puede hacerlo y queda con su boca abierta. Entre lagrimas y gritos de súplica, comienza a recitar. – “Transferencia Momentánea” …
Se detiene y comienza a sangrar desde sus oídos, imposible, es un Comando y pese a todo puede desobedecerlo.
– ¡Hazlo!
La sangre brota a un flujo mayor, hasta que finalmente cede ante el Comando.
– … “Transferencia Momentánea… Constantino Domínguez”. – Al finalizar el canto cae al suelo y me observa con sus ojos llenos de lágrimas. – ¡NOOO, AMO! – Con sus ultimas fuerzas se coloca de pie y corre desesperadamente hacia mi y se abalanza sobre mi cuerpo. – No, no, por favor no… No quiero que muera.
Emite una tristeza muy profunda y verdadera cuando finaliza su canto.
Cierro mis ojos y espero a que la Transferencia inicie, sin embargo.
– ¿Qué sucede, por qué no inicia?
Melíades se tranquiliza y también se percata de esto. Con sus ojos inflamados voltea y observa a mi padre.
– Hay algo extraño con su cuerpo.
Deja de aferrarse a mí, me desplazo hacia él y envío un pulso de mana.
– ¿Qué es esto? Ha repelido mi mana por completo, no puedo penetrar su piel.
Es la primera vez que me ocurre algo como esto, no puedo analizarlo en lo absoluto. No es que yo haya cometido algún error cuando quise introducir mi mana, es su cuerpo el cual no permite que el mana penetre en su interior. Claro, la runa que implanté en él fue grabada sobre su piel, es por eso que nunca pude notar algo como esto.
– ¿Amo?
– Melíades regresa a tu dimensión.
– … Si Amo. ¿Qué hará con su padre?
– Si la magia no puede hacer nada por él, deberá hacerlo la medicina humana. Solo existe una persona que puede salvarlo, al menos es quien tiene la mayor probabilidad.
– ¿Quién es esa persona?
Tomando delicadamente el cuerpo de mi padre, trato de que sus tripas no se desparramen aun más. Mis ropas y rostro se cubren de su sangre. Ante la pregunta de Melíades la observo de reojo y respondo.
– Mi hermano. – Estabilizo mi mana y recito. – “Ignacio Domínguez”
El espacio se desdobla y camino lentamente para ingresar al portal. El tiempo es crucial, si bien sigue vivo, es evidente que sus signos vitales comienzan a decaer. Estando a pocos pasos de ingresar, Melíades se despide mientras desaparece para regresar a su Dimensión.
– Amo… Estaré rezando por su padre.