Aún después de tantos años, sigo recordando mi pasado. Aún después de tantos años, no logro olvidar nada.
Somos una familia conformada por 5 integrantes. Mi padre es el herrero de nuestro humilde y recóndito pueblo. A raíz de su oficio cada persona de nuestra comunidad lo necesitaba para que realizara diferentes objetos.
El sonido de las campanas nos indica que es tiempo para rezar. La fría briza del invierno cala hasta el fondo de nuestros cuerpos, sin embargo no debemos olvidar que nuestro señor nos ha bendecido con su cálida bondad.
Esta tarde es especial, el gélido ambiente de nuestro pueblo comienza a emanar un calor particular.
– ¡NO SOY UNA BRUJA, PIEDAD, PIEDAD!
Grita a todo pulmón aquella mujer que ha sucumbido ante las garras de Satanás.
— ¡Que arda, su alma no tiene salvación alguna!
— ¡Esa es la voz de Satanás quien habla sobre ella!
— ¡Sálvanos Señor de las garras del Demonio!
Cada persona del pueblo vocifera en contra de esa alma perdida.
La hoguera se encuentra lista y preparada para comenzar a arder. El verdugo prende una antorcha y camina lentamente hacia esa mujer.
— ¡NOOO, ALTO, ESTO ES UNA LOCURA, SOY INOCENTE, SOY UNA MUJER TEMEROSA DE DIOS, SE LOS RUEGO, PIEDAD!
Trata de engañarnos, sin embargo sus intentos de convencernos son inútiles.
— ¡MUERE PECADORA! — Gritan al unísono los pobladores.
El verdugo toca la base de esa hoguera y esta comienza a arder. Esa mujer grita suplicando perdón mientras intenta zafarse de sus ataduras. El sonido de la madera y paja quemándose resuena entre el lodoso suelo del pueblo. Sus vestimentas y su carne comienzan a ceder ante el abrazante fuego divino. Muchos sonríen al ver como ahora sus alaridos de dolor desgarradores comienzan a silenciarse, lo único que queda de ella es su carbonizado cuerpo. Otros en cambio se arrodillan y rezan suplicando que sean protegidos por la gracia de Dios.
Por muy extraño que suene, por algún motivo esa mujer pecadora, dejó de gritar de dolor cuando me observó, su expresión de agonía absoluta cambió cuando nuestras miradas se cruzaron. Ella esbozó una sonrisa, aunque no fue una sonrisa cálida y amable como la de mamá, era una sonrisa tétrica que expelía oscuros sentimientos.
El olor que emana desde sus restos impregna el aire y se expande por la fría briza de invierno. He perdido la cuenta de las veces que he presenciado a una bruja arder, por haber cometido tal acto repulsivo y pecaminoso.
Cuando todo ha acabado regresamos a nuestro día a día. Papá vuelve a su abrazador horno y desgastado yunque con el cual creará infinitos artefactos. Pese a ser un trabajo de hombres, no puedo evitar sentirme hipnotizada cada vez que alguien solicita de su talento.
Debido a que tanto yo como mis hermanitas somos mujeres, papá acogió a un aprendiz. Él tiene 14 años, en contraparte yo tengo 13. Desde hace un año oficialmente me convertí en una adulta, es algo muy raro debo decir. El día de mi cumpleaños la expresión de papá era la de un perro guardián que me protegería de cualquier hombre que se me acercara.
He recibido propuestas de toda clase de personas, al igual que de diferentes edades. Recuerdo como un anciano el cual era mucho mayor que papá, solicitó mi mano. Lo recuerdo no solamente por su avanzada edad, también por las lujosas prendas que ocupaba, sin embargo hay algo que provocó que destacara de sobre manera. El día en que él apareció toda la aldea resonaba por trompetas y tambores, banderas con un patrón llamativo ondeaban por la briza de esa mañana.
La verdad es que no pude escuchar nada sobre su conversación, sin embargo por la expresión de papá era evidente que él era otro hombre el cual quería solicitar mi mano. Madre me resguardó junto a mis hermanitas dentro de la casa mientras papá recibía personalmente a ese hombre. Pese a todo, pude escuchar una frase antes de que nos encerráramos en lo más profundo de nuestra casa.
— Volvemos a reencontrarnos, vengo por eso que me debes. Yo cumplí mi parte del trato, ahora es tu turno…
Su voz se silenció cuando la puerta rechinante nos resguardó dentro de esta habitación.
Ha transcurrido un año desde ese suceso que remeció no solo a papá, también a toda la aldea.
El aprendiz de papá suda sin parar ante el agobiante calor que emana desde la fragua. Escondida entre tablones me encuentro observando como papá moldea una espada enorme, si mal no recuerdo, eso se llama mandoble. Crear armas es una de las cosas que él personalmente no gusta de hacer, sin embargo es obligado por algún noble que demande sus servicios, hace dos días atrás apareció con un galope constante, un caballero el cual solicitó la creación de esa arma.
Es la hora de la cena, a diferencia de la gran mayoría de quienes habitan esta aldea, no comemos sopa de pan duro. Poseemos una clara ventaja por sobre quienes laboran las tierras, nunca he querido preguntar el motivo, sin embargo es evidente dado el trabajo de papá. Incluso nobles envían algún mensajero desde lugares recónditos del reino, todo con tal de obtener un arma o armadura creada por él.