Hay una esperanza, una luz a emergido dentro de esta oscuridad absoluta que me había envuelto. Con ese pensamiento en mente acepté la propuesta de Lucían. Aunque ocurre algo, por algún motivo la radiante sonrisa de Lucían cambia a una que emite una tristeza y desasosiego absoluto. Él me observa a mis ojos y con una voz titubeante comienza a hablar.
– Sylvana… debo… debo revelarte algo más.
Ante su expresión y tono de voz, no puedo evitar sentirme preocupada.
– ¿Qué cosa?
Luego de algunos eternos segundos, decide revelarlo.
– … Sylvana, la verdad es que… fuiste afectada por ese ser del averno.
– … ¿Como?
Lucían se coloca de pie y camina hasta un espejito de mano el cual se encuentra sobre una mesilla, lo toma y se acerca lentamente hacia mí.
– Antes de que lo veas tu misma, necesitas mantener la calma en todo momento. No estás sola, recuérdalo.
Lucían voltea el espejito y puedo apreciarlo yo misma. Estiro mi mano para tratar de buscar una respuesta.
– ¿Qué fue lo que me sucedió?
Mi voz demuestra mi temor y confusión al ver como mi reflejo no está presente en aquel espejito dorado. Solo se aprecia la cama donde me encuentro y la pared detrás de mí. Tan siquiera una silueta, sencillamente no hay nada que pueda demostrar mi presencia en esta habitación.
– Aquel ser del averno pertenece a una raza corrompida por el mismísimo Satanás. Ellos, son Vampiros, se alimentan de la sangre Humana sin ninguna clase de piedad hacia los hijos de Dios. Sus almas repletas de maldad y pecado son unas de las existencias que debemos eliminar de este mundo otorgado por nuestro señor. Como lamentablemente lograste ver por tus propios ojos, los Vampiros son seres despiadados. Ahora, hay una cierta condición que ocurre en contadas ocasiones. Cuando un Vampiro bebe la sangre de un Cristiano y, por alguna razón, no termina de asesinarlo por completo, dicho Cristiano puede adquirir algunas características de ese ser infernal. Algunos pierden la cordura y atacan a otras personas como si fueran bestias salvajes… Aunque, en ínfimos casos dentro de esos sobrevivientes, hay algunos que pueden convertirse en esos seres, es decir… dejan de ser Humanos para convertirse en Vampiros.
Contengo la respiración ante tal noticia. Yo, yo ahora soy como ese ser que asesinó a mi familia, yo, soy como él… yo.
– … Soy un monstruo.
Mis lágrimas aparecen al mismo tiempo que pronuncio esa frase. Cubro mi rostro y recuerdo la masacre que él provocó. Todas las personas que amaba sucumbieron bajo la mano de ese ser infernal. Comienzo a caer en una espiral de oscuridad de la cual no puedo escapar, hasta que.
– ¡No lo eres, no te vuelvas a llamar monstruo!
Lucían me abraza cálidamente.
Luego de esa conversación él me dejo descansar, en todo momento se mantuvo a mi lado, sostuvo mi mano hasta que logré dormirme. Lamentablemente, esa noche solo tuve recuerdos sobre el ataque causado por ese Vampiro. Visualicé mi propio cuerpo cubierto por la sangre de miles de inocentes, entre ellos mi propia familia… es verdad, debería llamarlos mi familia adoptiva.
Mi mente no puede asimilar este mar de información que he recibido.
Al momento de despertar, puedo ver como Lucían sigue a un costado de mi cama sosteniendo mi mano, algo dentro de mí brotó al ver su rostro apacible. Su cabello negro azabache contrasta con sus ojos celestes que parecen brillar por sí mismos. Estiro mi mano lentamente para quitar un mechón de cabello que cae sobre su párpado derecho, sin embargo en ese momento él despierta. Trato de hacerme la desentendida y digo un titubeante.
– Bu-buenos días.
– Buenos días Sylvana.
– …
– ¿Sigues pensando en mis palabras?
– Sí, es que, todo es muy raro. Hay tantas cosas que debo ordenar en mi cabeza que no se si pueda hacerlo.
Lucían sonríe, con solo ese gesto siento como mi pecho se aprieta.
– No importa lo que suceda, siempre estaré a tu lado.
Siento una extraña sensación en mi estómago, mi rostro se siente acalorado.
Ambos nos mantenemos observándonos, hasta que alguien toca la puerta.
– Sylvana, debo retirarme por unos momentos.
– ¿Dónde vas?
– … Estaré de regreso muy pronto.
Lucían se coloca de pie y camina hacia la puerta, cuando abre aquella rechinante estructura puedo divisar por unos segundos a un par de personas que ocupan túnicas con capuchas blancas y relucientes, bordados de oro complementan su conjunto.
Ha transcurrido un poco más de una hora desde que él se marchó. Escucho unos pasos que se acercan a mi habitación… no, son tres personas quienes caminan a un ritmo similar.
Abren la puerta raudamente e ingresan tres sujetos. Ocupan vestimentas blancas y pulcras con una cruz de oro colgando desde su cuello. Son representantes de la santa Iglesia. De alguna manera puedo sentirlo, algo dentro de mi grita que corra lo mas lejos posible de ellos. Mientras esa extraña sensación inunda mi ser, uno de ellos estira su mano y su voz resuena en la habitación.
– “Parálisis Punzante, Nivel 6”