Jamás imagine que ocurriría algo como esto, mi único objetivo era salvar a las pequeñas Hadas, eso era todo, ahora estoy en esta situación, con el torso desnudo mientras una misteriosa mujer sostiene mis manos sobre su mejilla, no deja de observarme, es como si se formara un corazón en sus ojos, aquellas miradas de admiración que recibía hace unos segundos atrás ahora son una mezcla de envidia y disgusto, la misma Sylvana esta descolocada con lo que está sucediendo.
– Suéltame, no sé quién eres, dime cuál es tu nombre.
Digo con un tono firme, ella reacciona, su rostro se vuelve de color rojo, arregla su vestido y hace la misma reverencia que hicieron las Hadas.
– Fue muy descortés, perdón. – Su voz es muy dulce y suave, es como un susurro pero con una voz audible, junta sus manos y sonríe tiernamente. – Mi nombre es Itania, soy la Reina De Las Hadas, he esperado en ese eterno sueño hasta el día en que apareciera el salvador de mis hijas, ese día al fin ha llegado, encantada de conocerte mi Rey y marido.
Las Hadas gritan emocionadas como si fueran un grupo de fanáticas de alguna persona famosa, si antes el ambiente era extraño, ahora es exponencialmente mayor, cuando escucharon quien era la expectación de todos aumento, pero cuando dijo eso ultimo el asombro y la ira en alguno creció drásticamente, ¿cómo fue que termine en esta situación?, antes que esto empeore debo aclarar algunos puntos importantes.
– Comprendo quien eres, pero no puedo aceptar eso último, no estoy listo para casarme y aún menos para ser un Rey, es por esto que debo rechazar esa petición, jamás me casare contigo.
No seré amable para que todo se aclare de una vez por todas, ella es una reina, ha de poseer una sabiduría muy elevada como para comprender mi posición actual, no puedo simplemente aceptar lo que ella dice…o eso creía, su mirada se nubla, comienza a llorar en silencio mientras sigue con la misma postura, ahora soy el blanco de la furia de todos.
– ¡Maldito niño, como tratas de esa manera a esa linda jovencita! – Grita un hombre.
– ¡Humano sin sentimientos, al menos se amable con ella! – Exclama otro.
– ¡Nunca había conocido a un hombre que fuera tan cruel con una chica, ella tuvo el valor de declarase, y le respondes de esa manera tan fría, eres lo peor!
Es la voz de una mujer, dado que se encuentra relativamente cerca puedo observarla, es la Centauro que me trato humillante el primer día que llegue a las afueras del Gremio, tú no tienes el derecho a juzgarme, poco a poco comenzaron a abuchearme cada vez más, es un hecho que no se detendrán si trato de dar una explicación, entonces, será de la otra manera, respiro profundamente, elevo mi mana y los observo amenazantemente.
– Silencio malditos.
Si, esa era la mejor opción, aquel bullicio se detiene en un instante, reina el silencio con excepción del sollozo de Itania, la juzgue de manera errónea, trata de secar sus lágrimas pero estas no se detienen, me acerco a ella y algo nace dentro de mí, es un deseo de protegerla frente a todo mal, esto me ocurre en algunas ocasiones, delicadamente coloco mi dedo en su rostro, lo deslizo hasta llegar a su parpado inferior.
– Fui un estúpido, no llores más, platiquemos donde no seamos interrumpidos por nadie más, ¿qué opinas?
Mi tono de voz es completamente distinto, cuando digo esto también cambia por completo la actitud de Itania, deja de llorar, su rostro ruborizado hace presencia junto a esa mirada que tenía al comienzo, trata de decir algo pero no puede, así que solo asiente con su cabeza, toma mis manos y señala el portal que sigue abierto.
– En mi hogar nadie podrá interrumpirnos. – Dice con un tono alegre. – Nuestro futuro hogar. – Eso último lo dice susurrando pero puedo escucharla.
– Claro, guíame.
Mantengo mi sonrisa y nuevamente la emoción de todas las Hadas aumenta, gritan sin cesar mientras no dejan de observarnos.
– ¡Madre, usted puede, recuerde las enseñanzas de Afrodita! – Gritan varias Hadas, Itania se gira y hace un gesto con su cabeza, provocando que esas Hadas se emocionen aún más.
Sylvana y los demás guardan silencio, nadie comprende cómo reaccionar ante este hecho tan repentino, es mejor así, a medida que nos acercamos al portal comienzo a retomar mi actitud normal, respiro profundamente e ingresamos, aparecemos en una habitación de color esmeralda, es un dormitorio, Itania me suelta, coloca sus manos en su pecho y respira profundamente.
– Bien, tú puedes Itania. – Dice con una voz muy tenue, me observa de reojo, coloca suavemente sus dedos en sus hombros y comienza a deslizar su vestido hacia abajo.
– ¿Qué estás haciendo? – Pregunto con una expresión de enfado.
– ¿He, estoy mal, en qué me equivoque? – Me responde con otra pregunta.
– Dije claramente que tendríamos una conversación para solucionar este malentendido. – Ella se fija en mí.
– ¿Malentendido? – Vuelve a preguntar.
– Me refiero ser un Rey y tu marido, no quiero ser nada de eso. – Respondo mientras la observo con una mirada seria.