¿Qué fue lo que hice, porque razón lo ataqué de esa manera?
Esa pregunta ronda mi cabeza una y otra vez, sofocándome cada vez más. Pese a ser poseído como Andy, no lo llamaría de esa manera, estaba consciente de mis acciones, a diferencia de Andy lo que hice fue por voluntad propia, podía discernir si lo que hacía era o no correcto.
Me sigo hundiendo en este mar de arrepentimientos y frustraciones, a cada instante desciendo más y más, pero el final nunca llega, es asfixiante la culpa que me invade, recuerdo como estuve a nada de arrancar de raíz el brazo de Andy así como también a escasos segundos de asesinar a Joseph, dos de mis amigos sufriendo por mi propia mano, soy… soy … soy.
– Un monstruo. – Escucho la voz de un niño.
Fue de manera inmediata, pude reconocer esa voz pese a nunca haberla oído antes. De un segundo a otro la oscuridad que me rodeaba cambia a una luz enceguecedora. Estoy en una habitación, sus paredes desprenden un olor nauseabundo, restos de piel grotescos y palpitantes cuelgan hasta cubrir en su gran mayoría las cuatro paredes del lugar, sangre brota sin control hasta tocar el suelo, a raíz de esto la habitación comienza a inundarse de ese rojizo liquido a una velocidad vertiginosa. Lo que sospechaba se hace realidad, es tal la cantidad de sangre que debo comenzar a nadar, por algún motivo mi cuerpo se siente mas pesado de lo normal. Con intentos infructuosos trato de salir a flote, pero no lo logro, he comenzado a ahogarme sin que pueda hacer nada para evitarlo. En medio de este angustiante escenario siento como sujetan mis pies y piernas, son una docena de manos que me halan hacia abajo hundiéndome aún más.
Sin percatarme me encuentro en otro lugar, es una extensa planicie rocosa sin vegetación alguna, el cielo es de color rojizo, es un lugar tétrico.
Toso debido a la falta de aire y respiro profundamente para estabilizarme. De cada rincón de mi cuerpo la sangre gotea hasta cubrir el suelo, son vestigios de lo que acababa de ocurrir. Mientras recuperaba el aliento puedo notar una enorme sombra que se extiende hasta perder la vista, levanto la mirada y observo un cúmulo de humo negruzco que desprende un liquido negro y espeso similar al petróleo. Desde el interior de esa nube negra se extienden un sinfín de manos que se posan en el suelo, luego de unos segundos desde la tierra emerge un ser de aspecto infantil, es un niño parecido a un Humano aunque su piel es extremadamente pálida, marcas en su piel como tatuajes de color negro, ojos amarillos muy deslumbrantes, cabello blanquecino como la nieve, viste una harapienta túnica, se encuentra descalzo, además, dos enormes cuernos emergen a los costados de su cabeza. Ese niño posee una mirada esperanzadora cuando observa ese cúmulo de humo.
– Mi pequeño, tu salvarás a todos los seres vivos de sus propios pecados, deberás cargar las malas acciones de ellos, la suciedad te cubrirá por completo. Tranquilo… siempre estaré a tu lado.
Desde ese cumulo puede oírse una voz amable hablando a ese infante, pero, hay algo que me hace desconfiar de sus palabras.
– Si, yo lo haré, confía en mí. – Responde el infante mientras sonríe.
Por algún motivo no puedo dejar de mirar esa escena, en especial al pequeño que sonríe con total confianza, es como si fuera un hijo observando a su padre, mientras mas los observo, mayor es la tristeza que me inunda desde algún lugar de mi interior. Las manos siguen tocando con suavidad su cabello, es entonces cuando el niño se percata de mi presencia y me observa con una mirada extrañada.
– La suciedad nos cubrirá hasta que no podamos ver nada… deberemos resistirlo, es nuestro deber. – Me dice aquel niño.
Siento deseos de llorar al escuchar esa frase, no puedo comprenderlo pero al verlo, es como si mi imagen fuera reflejada… esa voz, es la voz que pude reconocer pese a que no lo había escuchado nunca antes en mi vida. Al momento de querer responder el escenario cambia drásticamente otra vez.
Mi respiración es pesada y dolorosa, estoy recostado sobre una confortable camilla, un rayo de Sol ingresa por una ventana que se encuentra abierta, una suave briza mece la cortina grácilmente, he recuperado la conciencia. Trato de levantarme inútilmente debido a lo débil que me siento, es entonces que un recuerdo llega a mi mente.
– Andy, Joseph. – Digo con un susurro. Mis músculos no responden como quisiera, cierro los ojos y me concentro en mi mana. – “Invocación, Melíades”
El circulo mágico se forma en el suelo y emerge Melíades.
– Amo en que… – Se queda en silencio al observarme, estira su mano y toca mi pecho. – “Sanación, Nivel 7”
El dolor de respirar a desaparecido, me levanto y dejo la camilla, Melíades me observa con una mirada triste, coloco mi mano suavemente sobre su cabeza.
– Bien hecho, puedes regresar.
Comienzo a caminar hacia la salida y la escucho hablar.
– ¡Amo!… – Grita Melíades.
– ¿Qué ocurre? – Volteo y la miro.
– … No es nada. – Muerde tenuemente su labio.
– Melíades. – Me acerco a ella y me arrodillo, estiro mi mano y toco su mejilla con suavidad. – Si no me lo dices no lograré comprender lo que sientes, así que, eres libre de decir lo que quieras, no te contengas.