El Gran Viaje

El horror en una sola Imagen

CAPÍTULO 5

EL HORROR EN UNA SOLA IMAGEN

El olor nos lo anunció varios metros antes de llegar al lugar exacto. Era obvio para algunos de nosotros, pero quizá no para mí. Ni siquiera noté cuándo las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro. Un nudo extraño en la garganta me impedía gritar.

El silencio me envolvió, y por un instante, sentí que la vida se desvanecía. Entonces, un fuerte abrazo me estremeció, seguido de muchos más. Todos estaban a mi alrededor, envolviéndome con sus brazos, diciéndome palabras de aliento mientras compartían mi dolor.

Todo estaba destruido. El olor a muerte era impresionante. No habíamos considerado que el día de la explosión fue un sábado… justo el día en que la gente del pueblo madrugaba para hacer las compras en el mercado. Por eso, la cantidad de cuerpos era abrumadora. Las casetas de los vendedores, en su mayoría hechas de madera y latas, habían sido arrasadas. Ninguna estructura seguía en pie. Al estar ubicada en la entrada del pueblo y ser un área abierta, la zona recibió de lleno la onda expansiva.

Ya no había duda: el auto de nuestros padres estaba destrozado, justo donde se suponía que estaban los estacionamientos.

Los alimentos mezclados con los cuerpos provocaban un hedor tan insoportable que tuvimos que alejarnos tan pronto como pudimos. Mientras caminábamos hacia la estación de policía, mi mente se llenaba de recuerdos, de anécdotas, de momentos… pero no lograba recordar lo último que les dije a mis padres. No recordaba qué fue lo que pasó aquella noche antes de la explosión.

Me sentía desorientado. Y no pude evitar notar la mirada vacía en el rostro de mi hermano. Antes lo veía tan fuerte, tan positivo… ahora solo era una sombra, tan perdido como yo. No sé si fue el olor o el cansancio, pero termine vomitando. Quizá nos habríamos quedado ahí, paralizados, de no ser por Karin.

No lo sabía en ese momento, pero ella era mayor que mi hermano. Cursaba el último año de colegio, y fue quien tomó el mando en ese momento tan difícil.

Al llegar a la estación de policía, al menos el hedor había desaparecido. Pero, como todo en el pueblo, el edificio estaba destruido. Aunque parte de la estructura parecía haber soportado la explosión, el lugar estaba desolado.

Nos sentamos. Solo entonces levanté la mirada… no estábamos solos. Todos tenían la misma expresión: rostros vacíos, ojos hundidos, sin vida. Parecían muertos vivientes… o maniquíes que solo sabían llorar.

Quizá yo también lucía igual. No lo sé. No había un espejo para comprobarlo.

Nadie decía una palabra. Incluso Karin, que hasta hacía poco parecía haber asumido el liderazgo con madurez, ahora se mostraba callada y temerosa. Tal vez porque, al igual que nosotros, no tenía idea de qué íbamos a hacer después.

La estación estaba vacía. No había rastro del Capitán ni de su ayudante. Y con ello, ya no teníamos a dónde más dirigirnos.

El tiempo pasó rápido. Cuando nos dimos cuenta, la tarde había caído y la noche se avecinaba. No sé qué pasará mañana… pero esta noche, todos tendremos pesadillas.

O lo más seguro: nadie podrá dormir.



#2113 en Otros
#163 en Aventura
#191 en Ciencia ficción

En el texto hay: juvenil, postapocaliptico, supervivencia.

Editado: 22.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.