Al entrar, la música se detuvo. Charlotte encontró a William de pie en el estrado, pero no estaba solo; una joven desconocida, vestida con ropas sencillas, estaba a su lado. El corazón de Charlotte se hundió mientras se acercaba, la confusión dando paso al pánico.
"¿William, quién es ella?", preguntó, su voz apenas un susurro.
El príncipe la miró con frialdad. "Es mi prometida. Con quien me voy a casar".
"¿Pero William, yo soy tu prometida!", exclamó Charlotte, incrédula.
La expresión de William se endureció, llena de desprecio. "Charlotte, me di cuenta de que le escribías un montón de cartas a Elena para que se alejara de mí".
"¿Qué estás diciendo? ¡Yo ni la conozco!", protestó Charlotte, sintiendo que la sala daba vueltas.
"No te hagas la tonta. Tengo todas las pruebas". William lanzó un fajo de cartas, que se esparcieron por todo el salón, aterrizando a los pies de los invitados.
Charlotte se agachó y cogió una de ellas. "Esta no es mi letra. La han falsificado".
"No te hagas la tonta, Charlotte. Sabemos que lo escribiste tú. Ahora, vete de la ceremonia, no tienes nada que hacer aquí".
Charlotte se dio la vuelta, el mundo entero encogiéndose a su alrededor.
"¡Espera!", gritó William a su espalda.
Charlotte se giró lentamente, las lágrimas picando en sus ojos. "¿Qué pasa, William?"
"Para tu información, me voy a casar con Elena", declaró ante la corte. Charlotte se quedó paralizada, pero el príncipe siguió hablando, su voz resonando con crueldad. "Si te vuelves a meter con Elena, te las verás conmigo. No importa que sea de baja clase o del campo. ¡Ella de ahora en adelante es mi prometida! ¡¿Te queda claro?!"
Charlotte no respondió. Salió del palacio en silencio y cogió un carruaje de vuelta a su casa, con el corazón hecho pedazos.