Un día de luna llena, con la desesperación carcomiéndole el alma, Charlotte se dirigió a su sótano oculto, llevando consigo el "Grimorio del Corazón Roto". Había tomado una decisión. Realizaría el ritual a medianoche, asegurándose de que nadie pudiera verla ni encontrarla.
El miedo le oprimía el pecho, pero estaba decidida a recuperar el amor de su querido William, sin importar el precio.
Dispuso la escena exactamente como indicaban las páginas mohosas del grimorio: seis velas negras, un círculo dibujado con tiza en el suelo de piedra y una estrella de cinco puntas en el centro.
Cuando estuvo lista y el reloj dio las doce, comenzó el ritual. Las llamas de las velas crepitaron con fuerza antinatural y una voz incorpórea, que parecía surgir de las propias paredes de piedra, resonó en la estancia:
"¿Qué me das a cambio de que yo te traiga a tu amor inalcanzable?".
Charlotte no titubeó. Miró al centro de la estrella, donde el aire se retorcía.
"Sacrifico mi sangre, mis lágrimas, todo mi dolor", declaró con firmeza.
El espíritu pareció sopesar su oferta y finalmente aceptó.
"Está bien. Mañana por la noche verás a William, y desde ese momento, ya será tuyo".
La voz se extinguió en una risa maliciosa y gutural que resonó por todo el sótano: "¡Jajajajajajaja!".
Las velas se apagaron de golpe, dejando a Charlotte sola en la oscuridad, temblando, pero con una extraña sensación de alivio y triunfo.