El Regreso:
A la mañana siguiente, un golpe suave sonó en la puerta principal. Charlotte, aún recuperándose de la noche anterior, bajó las escaleras con el corazón acelerado. Abrió la puerta y se encontró con William. Era él, físicamente perfecto, pero su mirada era extrañamente plana. Se arrojó a sus pies, pidiendo perdón, queriendo volver con ella. Era el hombre sumiso y perfecto que ella siempre había deseado.
Salían de la casa por las noches, siempre con capuchas para que nadie los reconociera. La gente del pueblo decía que el príncipe se había fugado para estar con ella. William, ahora Julian (como decidió llamarlo en privado para diferenciarlo), hacía todo lo que ella quería: le traía joyas, comida exin y ropa fina.
"¿Tú me quieres?", preguntó Charlotte un día, con una duda persistente en su voz.
"Claro que te quiero. Por eso me escapé para estar contigo", respondió él con una perfección robótica.
"¿Y qué hay de Elena? ¿No te ibas a casar con ella?".
"No me gustaba. Solo tú existes para mí. Me di cuenta de que tú eres la única persona que amo".
"Sí, bueno", musitó Charlotte, quedándose pensativa por la facilidad con la que decía esas palabras.