El grito de las codornices

IV

Como débil flor

Nuestro clamor decaía

A la austera tierra

Que enrojecía.

El cielo era negro

Antes azul

Enormes aves de hierro lanzaban sus crías

A los campos de lozano trigo

Y enormes bolas de fuego

Devoraban los prados y la carne.

Y lejos, por las calles

El rumor de la guerra llegaba

Tras las carrozas de ferviente acero

Y los dioses indiferentes. 

 




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