Como débil flor
Nuestro clamor decaía
A la austera tierra
Que enrojecía.
El cielo era negro
Antes azul
Enormes aves de hierro lanzaban sus crías
A los campos de lozano trigo
Y enormes bolas de fuego
Devoraban los prados y la carne.
Y lejos, por las calles
El rumor de la guerra llegaba
Tras las carrozas de ferviente acero
Y los dioses indiferentes.