El grito de las codornices

V

El triste hombre

Subía lento la espiral confusa

De sus consternadas memorias

Pasos de fuego bajo las débiles orquídeas.

Subió y llegó a la terraza de su agonía

Para vislumbrar en las oscuras noches

Un sol extraño que nacía

Tejido y pintarrajeado con cadáveres y riachuelos

De un color rojizo claro.

Velas y vinos daban vida a la rabia misteriosa

De los voluptuosos campesinos

Que ansiados pedían sacrificios

Para sus pastizales débiles

Y sus arrogantes claveles

Fuego helado debajo de la lengua del enmudecido

Callado de pasiones y éxtasis prohibidos

Bebió y calló

Un paño de seda cubrió sus ojos

Y un filo atravesó su carne. 




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