La garganta de Tess ardía tanto que podría jurar que había pasado fuego por esta un montón de veces. Su respiración estaba bastante agitada y hubiese continuado gritando de no ser por aquella sombra que había notado por debajo de la puerta.
Los habrían despertado después de tantos gritos, seguramente.
—Necesito que te vayas de la casa— espetó en un torno firme y decidido.
Las fosas nasales de Richard se abrían de una forma bastante exagerada, casi caricaturesca.
—Esta también es mi casa—
—O te vas tú, o nos vamos nosotros— sentenció.
Tess intentaba no volver a alzar su voz, tenía miedo de ser escuchada por sus hijos. No quería que se vieran obligados a escoger un bando. No. Aquello era entre él y ella.
—No puedes culparme por lo que está pasando— le gritó al rostro salpicándola con su saliva.
Tess no se movió ni un centímetro. Se quedó ahí de pie mientras volvía a centrarse en aquellas fosas enormes y caricaturescas. Tragó con dificultad y comprendió aquello que por mucho tiempo se empeñó por negar.
—Con que así va a ser—
Sin decir nada más, la mujer se dirigió al armario y de este sacó una maleta vacía, la cual rápidamente empezó a llenar con sus pertenencias.
—¡No te irás!— gritó Richard, —¡No se irán!—
No se detuvo, continuó guardando sus cosas y después volvió a dirigirse a su armario. Tomó tres maletas más de aquel clóset.
—¡Quiero que me des solo una razón para quedarme!— no lo gritó. Pero su tono fue lo suficientemente serio y cortante como para que él pudiera comprender algo.
Estaba cansada, por no decir agotada.
Y él no le daría aquella razón.
Soltó una risa llena de ironía y amargura para después salir de aquella habitación con las maletas a tropezones. Por su mente lo único que pasaba eran preguntas, pero ni una sola respuesta a ellas.
A pesar del miedo e incertidumbre que sentía en ese momento se las arregló para continuar. Hizo su mejor intento de una sonrisa y tratando de calmar su respiración se dirigió a donde sus hijos.
—Hola, cariño— apenas si su voz logró salir al decir aquello, —¿Te hemos despertado?—
—¿Están peleando?— preguntó la pequeña. Tess sentía que su corazón se le rompía por la expresión de angustia y terror en el rostro de su hija. Se resistió a las lágrimas que sentía que se aproximaban y negó a forma de respuesta.
—Papá no quiere que vayamos a una pijamada a la que nos han invitado—mintió, la niña arrugó un poco su frente antes de agregar:
—Eso no es justo— dijo cruzándose de brazos, —¡Amo las pijamadas!—
—¿Qué te parece si vamos?— la expresión en la pequeña cambió de inmediato por una gran y amplia sonrisa. Asentía de una forma tan efusiva que solo provocaba que Tess se sintiese más culpable por aquello. —Despierta a tus hermanos—
Tess iba a seguirla cuando escuchó el cerrojo de la puerta ser forzado.
—Hazlo rápido—le pidió mientras con sus manos torpes y temblorosas guardaba la ropa de los niños en las maletas.
Tess siempre había sido alguien que prefería huir de los conflictos en lugar de quedarse a arreglarlos. Creyó que aquello le evitaría los suficientes problemas como para nunca tener que hacer frente a una situación tan complicada.
Y tanto huir de problemas, inevitablemente creo una brecha en su matrimonio, la cuál terminó en un desgaste demasiado grande como para huir de este.
No le quedaba de otra más que afrontarlo.
Pero no lo lograría aquella noche.
Con pasos sigilosos y sintiendo como su pecho era golpeado constantemente con bastante agresividad por el latir de su corazón, Tess salió de la habitación de los pequeños con las maletas en mano.
—No se pueden ir, Tess— espetó de nuevo Richard, —Destrozarás nuestra familia—
—¡No!— sentenció ella sorprendida por haber alzado la voz, —¡Tú fuiste quién destrozo nuestra familia!—
No consiguió seguir reteniendo las lágrimas que pronto resbalaron por su rostro. Richard aún tenía la respiración bastante agitada y sus fosas nasales se abrían de aquella forma tan caricaturesca que bien y podría caracterizarlo.
No quería continuar hablando con él, por lo que hizo lo que mejor hacía. Se dio la vuelta y se dispuso a huir de aquella confrontación. Richard al percatarse de aquello la tomó del brazo, deteniéndola.
—Fue solo un desliz—
—No— ella se apartó de golpe, —No fue pequeño, ni un desliz—
Richard se quedó inmóvil mientras ella avanzaba.
—¡Y saludas a Michael de mi parte!— gritó molesta.
Tess no tenía ni la menor idea de a dónde se dirigía. Ni siquiera una vez que ya estuvo adentro de su auto junto con sus hijos. Miró entre sus contactos, solo para comprender que no podía contar con sus amistades de toda la vida. La ignorarían.
Soltó un gran, largo y sonoro suspiro. Estaba a punto de volver a llorar, sobre todo cuando a través de su retrovisor miró a sus hijos dormidos con sus cabezas apoyadas entre sí. Se sentía completamente sola y aterrada.
Volvió a mirar entre sus contactos y creyó encontrar en alguien a quien podría recurrir. Se sentía avergonzada e insegura mientras pulsaba el nombre de "Noah del grupo de apoyo".
Tenía bastante esperanza, hasta que la llamada terminó en el buzón. Lanzó su celular al asiento del copiloto.
Tiró de su cabello y apretó mucho sus labios. Quería gritar, se sentía completamente frustrada y abandonada. Había vuelto a empezar a llorar y sorbía su nariz en un intento fallido de no hacer mucho ruido.
Se decidió por pasar la noche en un hotel y al día siguiente decidiría que hacer. Entonces su celular se iluminó.
Lo miró extrañada mientras lo recogía y miraba el nombre en la pantalla. Era Noah.
—¡Tess! Querida lo siento mucho, aún me cuesta bastante esto de la tecnología— intentó reír ante su broma, pero de ella solo salió un resoplido, —¿Estás bien, querida?—