El grupo de Apoyo

Capítulo: 5

Simone intentaba mantener aquella sonrisa perfecta a pesar de lo mucho que las comisuras de sus labios temblaban. 

La estaban rechazando por quinta vez en aquel día y se sentía simplemente agotada. 

Quería irse a dormir y que aunque fuese por unos minutos aquella tensión que tanto la agobiaba la abandonase. 

Pero debía de mantener aquella estúpida sonrisa un rato más, durante todo el maldito tiempo que aquel sujeto siguiera prolongando ese intento de "reunión formal" que iba más de la mano con un lamentable plan de ligue completamente fuera de lugar.

La primera vez de aquel día en la que le había ocurrido aquello se sintió ofendida y asqueada, inclusive se permitió reflejar en su rostro lo horrorizada que estaba. Pero para aquel momento su agotamiento era mayor al asco y repugnancia que podía sentir.

Todos esos hombres habían iniciado sus lamentables piropos de la misma manera.

—Pero que hermosa sonrisa tienes— insistía aquel tipo detrás de su escritorio. 

—Gracias— repitió sin dejar de sonreír. 

Le dolía la cara bastante. 

—De verdad es una lástima que no pueda contratarte— repetía, —Pero tienes mi número para cualquier cosa que se te ofrezca aunque sea fuera del ámbito laboral—

Apenas y logró susurrar un "gracias" sin reflejar lo asqueada que se encontraba. 

Después estuvo al menos otros veinte minutos despidiéndose con una sonrisa falsa de aquel cincuentón. 

Simone odiaba los días lluviosos. 

Creía que eran días perdidos en los cuales las actividades se veían limitadas. O quizás le recordaban demasiado a su ex y a todos los momentos que habían compartido. Cómo fuese, prefería los días en los que a pesar del frío se las ingeniaba para trabajar con una manta sobre sus hombros y su café demasiado caliente hasta el punto en que quemaba su boca. 

Extrañaba esos días en los que Thom y ella preparaban chocolate caliente y veían alguna película después del trabajo. Pero a pesar de que le doliese admitirlo, aquellos días estaban lejos de volver a ser. 

Solo le quedaba seguir. 

Simone se aferraba a su paraguas de mala gana mientras se maldecía por no ser capaz de solventar el llenado de gas del tanque de su carro. 

Refunfuñaba y maldecía por lo bajo mientras sentía como sus pies le suplicaban por un descanso y el agua le dejaba empapados los dedos por culpa de sus zapatos abiertos.  Quería llegar a casa de su hermana y darse una larga ducha que le permitiera sentirse limpia. 

Lo que al principio parecía una ligera brisa con un insignificante goteo, pronto se convirtió en una tormenta de acuerdo con Simone. 

Por más que intentaba cubrirse con aquel patético paraguas, Simone estaba empapada. 

Su colmo fue cuando un automóvil pasó a gran velocidad en el charco de agua que estaba demasiado cerca de ella, lo suficiente para que toda aquella agua estancada terminara sobre ella. 

Soltó su sombrilla y cerró los ojos con gran fuerza.

—¡¿Qué es lo que te hice?!— gritó molesta al cielo. 

Sabía que no obtendría respuesta alguna, pero su frustración para ese momento no hacía otra cosa que fuese aumentar.

Continuó avanzando sin la menor intención de permanecer más tiempo en aquella situación. Se sentía patética y derrotada por la vida. 

—¡Señorita!— se giró desconcertada al escuchar aquella voz masculina a sus espaldas. 

Mantenía su entrecejo fruncido mientras aquel chico se acercaba a ella cargando su paraguas que recientemente había abandonado. A él no parecía molestarle en lo absoluto el hecho de que su sombrilla no le cubría por completo y que sus jeans estuvieran completamente empapados de sus rodillas hacia abajo. 

"Que extraño sujeto" pensó. 

Él sonreía bastante y aquello resaltaba demasiado entre aquel mar de personas sin expresión alguna. 

Aquel chico tenía sus rasgos demasiado afilados y masculinos, por lo que podía asegurar que en cualquier lugar él sería el centro de atención. Incluso con esos simples jeans y camisa blanca era un "faro de luz" de acuerdo con ella. 

Pero Simone no estaba lista para ser cegada. 

—Ha tirado su paraguas— señaló.

—Gracias— susurró mientras fingía una sonrisa. 

Para Simone le era extrañamente fácil el fingir sonrisas, sobre todo en aquellos momentos. 

—Pero que bonita sonrisa tienes— exclamó maravillado. 

Quizás en otro día Simone hubiese tomado aquello como un halago, incluso hubiese coqueteado con aquel apuesto desconocido, pero después del día que había tenido y las ya muchas veces que le habían mencionado eso, estaba asqueada. 

De mala gana lanzó su paraguas al suelo, más a forma de berrinche y no para demostrar un punto. La expresión del rostro del muchacho cambió por completo, su sonrisa desapareció y abrió mucho sus ojos mientras retrocedía. 

—¡No! ¡No tengo una bonita sonrisa!— espetó mientras él alzaba sus manos con sus palmas bien extendidas, —¿Por qué todos creen que quiero escuchar eso?—

—Lo siento no pensé...—

—¡No! ¡Y ese es el problema!— tiro de su cabello antes de continuar —Y sí, tengo bonita sonrisa ¡Pase cinco malditos años en tratamiento de ortodoncia— 

Él solo retrocedió un paso y ella aprovechó para alejarse. 

No; ella no regresó por su sombrilla. 

Camino por las calles llorando y tratando de evitar a los autos que pasaban lo suficientemente rápido por los charcos de agua estancada como para que estos alcanzaran a "bañarla". Pero claro que no tuvo éxito. 

Y por ello Simone llegó completamente empapada a la casa de Fay, con su cabello escurriendo y sus ropas demasiado pesadas por culpa de la lluvia. Apenas estuvo en la sala cogió sus cigarrillos que había dejado sobre una de las mesillas de esta.

Salió a la terraza y se quedó justo al filo del tejaban, donde el agua no podía tocarla y a nadie le molestaría que estuviera destilando. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.