El guardaespaldas de mi padre

Prólogo

Jennifer

¿Saben qué es lo que más odio en la vida?

Madrugar.

La alarma suena a mi lado y la golpeo para que se detenga, ha sonado tres veces y me rehúso a levantarme de mi cómoda cama para correr a un aeropuerto y volar a mi prisión.

— Ahhh…. Joder. — pataleo repetidas veces hasta quitarme las cobijas de encima.

Froto mi rostro y después de exhalar notablemente irritada me levanto para arrastrar mis pies al baño.

Ni siquiera amanece bien y ya estoy deambulando en mi departamento, el vuelo sale a las 8 de la mañana, y si no llego a Florida al medio día mi padre me deshereda.

No bromeo.

Ese señor solo sabe amenazarme con lo que más me importa, el dinero. Maldito.

Me ducho terminando de despertarme, salgo me visto y entro a la alcoba de mi amiga, compartimos departamento hace un año, si yo soy difícil para levantarme, ella es un caso perdido.

La encuentro en su cama, y ruedo los ojos cuando la veo enredada al cuerpo de un tipo. Ya es el tercero de esta semana. Gruño y me acerco para despojarla de sus cobijas, cubro mi cara al darme cuenta de que están desnudos.

Mierda.

— ¡Megan! — la pelirroja da un salto en la cama al escucharme. — joder, despierta ya, nos dejará el vuelo.

Mi amiga abre los ojos y me dedica una mirada de muerte, odia que interrumpa su tan preciado sueño post-follada.

— No jodas, ayer me dormí tarde. — la fulmino.

— No me importa si cogiste toda la puta madrugada, te levantas ahora o me voy sin ti.

Abre los ojos como platos.

— No te atrevas a dejarme. Me muero por ir a Miami y broncear a mis amigas. — dice sacudiendo sus tetas frente a mí.

Gruño. A veces me pregunto ¿Cómo rayos me hice amiga de una loca como la pelirroja que tengo frente a mí?

Oh, verdad que es la única que me soporta.

— Mueve tu culo o tus tetas se congelarán con el frío de Manchester durante todo el verano. — parpadea aterrada con mis palabras.

Salgo de su alcoba y camino a la cocina.

Miro una caja en mitad de la isla, la abro y encuentro algunos pedazos de la pizza que pedimos ayer. Ni modo, me da flojera preparar algo, además de que soy pésima en la cocina.

Meto los pedazos en el microondas y aguardo hasta que este suena, saco la pizza, no huele mal, así que tomo una servilleta y agarro una para metérmela en la boca.

Por más millonaria que sea me gusta disfrutar de las cosas sencillas de la vida, odio ser tan estirada como para comer con cubiertos hasta un simple pedazo de pizza, ¿Qué trastornado come una pizza con cubiertos?

Ah, mi padre.

Limpio mi boca cuando termino de devorarme dos pedazos, volteo a mirar al chico que camina a la puerta, despeinado y algo demacrado. Yo lo llamo efecto Murphy, no sé lo que mi amiga les hace en el sexo, pero siempre terminan como idiotas sin voluntad. Esa mujer es dinamita pura, su cabello rojizo le queda perfecto al apodo que se ganó en esta ciudad, candela.

Yo por mi parte soy más… ¿Aburrida? No lo sé, pero no suelo llenar mi departamento de desconocidos como lo hace Meg, de vez en cuando tengo alguna aventurilla, pero solo quedan en eso, al parecer ningún hombre logra entender a una mujer como yo. El último chico con el cual estaba saliendo me llamó plástica y superficial, Oh… sus huevecillos quedaron tan triturados al final del día que probablemente nunca pueda procrear el muy cabrón.

¿Yo plástica y superficial?

Lo de superficial lo acepto. Porque lo soy.

Pero ¿Plástica?

No hay nada en mi cuerpo que haya sido retocado. Soy rubia, ojos azules, cuerpo de infarto y altura adecuada. La genética simplemente me favoreció, mi madre era una barbie, que pena que nunca la conocí.

Murió cuando nací. Así es, yo maté a mi propia madre.

¿Y qué pueden esperar de alguien como yo?

Los sentimientos para mí son una mierda, me limito a sentir algo cercano al cariño por mi padre y a mi mejor amiga. Soy bastante antisocial, ya que al parecer no puedo mantener mi lengua quieta a la hora de criticar al resto.

Me río cuando veo a mi amiga salir apresurada, lleva el cabello hecho un desastre y el rímel corrido bajo sus parpados.

— Te ves terrible. — me mira mal y solo sonrío. — come, debemos estar en el aeropuerto en veinte minutos.

— Solo porque es Miami, cuidad de latinos ardientes y playas de ensueño te perdono el que me hayas despertado después de haber dormido solo dos horas.

Arqueo una ceja.

— ¿Así que la noche fue productiva? — canturreo divertida.

— Oh amiga, ese chico y su verga son lo mejor que me ha pasado en años. — abro los ojos y ella empieza a reírse. — amo tu inocencia.

— No soy inocente, pero tú eres una indecente. — juego con las palabras y me acerco a ella. — dejando el chiste a un lado, debes compórtate Meg, me costó mucho convencer a mi padre de que me acompañaras, investigó tu vida y…




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